Blog de Víctor José López /Periodista

lunes, 1 de junio de 2020

LOS MEJORES Y LOS PEORES Por Eduardo Casanova

EDUARDO CASANOVA
No puedo entrar en detalles en este momento. Ni el espacio ni el tiempo me lo permiten. Pero en los últimos veintitantos años, jubilado y más o menos liberado de muchas obligaciones, me he dedicado a tiempo completo a estudiar a fondo la historia de Venezuela, he leído y estudiado una cantidad impresionante de libros, algunos escritos por los mejores historiadores que ha conocido el país, otros por los propios protagonistas de la historia, y más de uno por testigos privilegiados de los hechos que han marcado los mejores y los peores momentos de nuestro acontecer.

Y hoy puedo asegurar que tengo un panorama bastante completo de lo que ha sido Venezuela, no solo desde 1498, cuando los ojos enfermos de Cristóbal Colón la vieron por vez primera en su extremo oriental, sino desde mucho antes, desde que empezaron a llegar seres humanos a su territorio, y hasta el día de hoy, Y por eso estoy en capacidad de afirmar, hasta donde eso es posible, que los mejores gobernantes que ha tenido nuestro país son Eleazar López Contreras, Isaías Medina Angarita, Rómulo Betancourt y Raúl Leoni. Dos de lo que se ha calificado de protodemocracia y dos de los tiempos de la democracia.
Sus gobiernos no fueron perfectos, pero sí los mejores. Ni antes ni después los hubo realmente superiores. Antes, casi todos los gobiernos, previos y posteriores a la independencia, dejaron mucho que desear en muchos sentidos, y después, también. A López Contreras le tocó recibir un país que durante unos treinta y cinco años había estado bajo dos tiranías aplastantes y sucesivas, y a la muerte del último dictador, que por lo menos tuvo el tino de escoger como sucesor a López Contreras, la población, especialmente la joven, exigía una apertura que llevara a la democracia, y lo exigía no sin cierta violencia. Poco antes había empezado a entrar una riqueza inesperada, que permitiría un progreso también inesperado.
Y supo hacerlo, como él mismo diría, con calma y cordura.
Sus ministros fueron muy buenos y la visión del país que tuvieron, tanto el Presidente como los miembros de sus sucesivos gabinetes, era justamente la que el país necesitaba. Su mayor defecto fue el permitir que las dictaduras que lo precedieron pudieron permear en muchos aspectos a su tiempo. Pero eso sí: fue excelente la selección que hizo de su sucesor. Isaías Medina Angarita también hizo una gestión óptima, progresista, abierta, con miras a un porvenir que se anunciaba magnífico, pero no supo entender que el país exigía dejar atrás algunas rémoras que habían nacido con las dictaduras de Castro y Gómez, y que ya debía abrirse a unas elecciones universales, directas y secretas.
Además, su política militar fue bastante deficiente, y esos errores hicieron que fuera derrocado mediante un golpe militar el 18 de octubre de 1945. El “Trienio Adeco” no fue nada positivo, salvo por la imposición, por fin, de la elección universal, directa y secreta que el país reclamaba. Pero fue un período de sectarismo, de populismo y de muchas chambonadas que le costaron a Acción Democrática y al país demasiado caras. La dictadura militar que sobrevino fue un período de gran avance material, pero con demasiada represión, demasiada corrupción y demasiados abusos de poder, que también llevaron a su caída en enero de 1958.
El gobierno de Rómulo Betancourt, acosado brutalmente por los extremos políticos y por el recuerdo del discutible “Trienio”, fue tan bueno como los de López Contreras y Medina, pero no mejor. También sus gabinetes tuvieron gente de primera categoría, y es evidente que había aprendido la lección del “Trienio”, lo que lo llevó a evitar en lo posible los errores cometidos entre el 45 y el 48. Desafortunadamente, no pudo hacer desaparecer la corrupción, que existió aunque en muy bajo nivel. Raúl Leoni, por su carácter y su personalidad, logró el ideal de un buen gobierno: que el país estuviera conducido por un buen padre, pero por desgracia tampoco hizo desaparecer la corrupción, que aunque no fuera grave no debería haber existido, y hubo en su tiempo elementos de represión y actuaciones de militares y policías que no solo afearon su gestión, sino que llevaron al poder a Rafael Caldera, que por pugnaz y por un leve pero significativo aumento de la corrupción, no estuvo a la altura de sus predecesores.
Como tampoco lo estuvo Carlos Andrés Pérez, en especial por su manía de convertirse en el líder del Tercer Mundo, y por otras manías de grandeza, y por un aumento notable de la corrupción. Ni lo estuvo su sucesor, Luis Herrera Campíns, excelente en lo personal, pero no en lo político ni en lo administrativo. Ni Jaime Lusinchi, cuya conducta personal dejó mucho que desear, además de que sus gabinetes no fueron nada buenos y su gestión fue más bien pobre. Carlos Andrés Pérez, elegido por segunda vez a pesar de la oposición de muchos líderes y caudillos de su propio partido, hizo un notable esfuerzo por enmendar lo malo de su primer período y corregir el rumbo equivocado de la política, tanto la suya en su primer quinquenio como las de sus sucesores de entonces y sus predecesores, pero una suma de egoísmos y vanidades no le permitieron elevar el nivel de la política de su tiempo. Fue expulsado del poder por una de las acciones más egoístas y aberrantes de la democracia venezolana, que tendría gravísimas consecuencias no mucho tiempo después. Ramón J. Velásquez lo sustituyó sin pena ni gloria, o con más pena que gloria. Y el segundo quinquenio de Caldera fue quizás el peor momento de la democracia venezolana aunque no de todos los tiempos de existencia del país. Lo que vino después fue la debacle. Sin duda, Hugo Chávez y Nicolás Maduro han sido, con mucho, los peores gobernantes que ha conocido nuestro país en toda su historia. La corrupción, la ineptitud, la pura maldad y su afán de mantenerse en el poder a como dé lugar y sin importarles las consecuencias, sumado todo a su condición de auténticos vendepatrias, le han hecho a la república un daño que difícilmente se podrá reparar.
La corrupción ha alcanzado unos niveles insuperables, y se han mantenido (los chavistas) en el poder únicamente por medio de fraudes descarados y mediante la corrupción, especialmente la de los militares, aunque también hay un elemento de reblandecimiento de la sociedad, quizás generado por la riqueza fácil y corruptora del petróleo y el narcotráfico. En estos días (mayo y junio de 2020), parecería que el petróleo llegó por fin a su decadencia total, al extremo de que el país ha tenido que importar gasolina y deberá venderla en dólares. Es posible que eso, por fin, obligue a los chavistas a salir del poder. Pero es imposible saber qué va a pasar después. Ningún gobierno que llegue al poder ahora va a ser mejor que los de López Contreras, Medina, Betancourt y Leoni, pero es muy difícil también, casi imposible, que sea peor que los de Chávez y Maduro.

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