Blog de Víctor José López /Periodista

martes, 5 de mayo de 2020

NO HAY PEOR CIEGO QUE AQUEL QUE NO QUIERE VER POR Egildo Luján Nava



Formato del Futuro…

El colectivo nacional se encuentra sumido en una gran depresión y en peligro de caer en una precaria subsistencia social y económica. En Venezuela, se está parodiando una perfecta y dramática representación teatral del cuento de "La ranita  que quedó hervida sin darse cuenta".

En el cuento, la rana, de manera engañosa, fue invitada a darse un baño en agua tibia, sabroso y agradable. La rana aceptó y la metieron en una olla con agua tibia sobre un fogón y, poco a poco, le fueron aumentando la temperatura en forma casi imperceptible. La ranita,  plácidamente, se durmió y murió hervida sin darse cuenta.

Venezuela fue un país próspero, rico. Denominada la tierra de la abundancia y prodigiosa, desde donde sus ciudadanos se daban el lujo de viajar en forma dispendiosa y, en ocasiones, jactanciosa por el mundo entero. Sus viajeros fueron  turistas apreciados por ser dispendiosos y botarates con el dinero; a tal punto, que, peyorativamente, fueron calificados de los "tá barato, dame dos".  

Pero hoy, con mucha tristeza, se recuerda aquella época durante la cual los venezolanos gozaron de una bonanza que  les fue arrebatada y destruida por sus malos gobernantes.  Y al igual que la rana, el pueblo, los ciudadanos venezolanos, en su gran mayoría, hoy están viviendo su proceso del hervor,  casi sin percatarse de cómo llegaron a dicha situación.

La parodia de la rana no es concluyente en el caso de los infortunados venezolanos. De los 32 millones de venezolanos que estaban en la olla de agua caliente, 5 ó 6 millones de ellos han saltado fuera de la misma durante los últimos 20 años. Mientras tanto, los 28 millones que quedan en la olla ya se han dado cuenta del peligro que significa lo que están viviendo.

Afortunadamente, por el desabastecimiento, el fuego de la olla se apagó; porque se acabaron el gas, en muchos casos la electricidad  y hasta la leña. Y, como si fuera poco,  la olla se quedó sin agua. Mientras que los 28 millones de venezolanos  que se mantenían dentro de ella se percataron del  engaño y han comenzado a reaccionar, a protestar y a pedir explicaciones.

La Venezuela próspera y rica, que en algún momento fue receptora de ciudadanos provenientes de diferentes partes del mundo en procura de condiciones de vida distintas a las que, por distintas razones, vivían en sus países, es hoy una referencia lamentable y dolorosa. Sencillamente, dejó de ser el sitio que, en algún momento, fue el sitio atractivo para quienes huyeron de sus países en búsqueda de un futuro prodigioso.

Dejó de ser expresión de un recuerdo de tierra bondadosa, y, para fortuna de ambas partes, sin embargo, nunca los visitantes dejaron de ser  recibidos por los venezolanos con los brazos abiertos y aceptados sin reclamos ni discriminaciones, mezclándose todos entre sí, dándole nacimiento a una bella y fuerte raza de seres humanos, generosos, bondadosos y afables. Tristemente, en el presente esa misma Venezuela es catalogada por la 0rganización de las Naciones Unidas como uno de los países de mayor pobreza,  y cuando se comienza a cuantificar y calificar su condición posterior a la pandemia que  azota al planeta, registra una situación de tendencia hacia una mayor hambruna.

Es hoy a los venezolanos a quienes les corresponde darle las gracias a la comunidad internacional, además de su agradecimiento y reconocimiento, en  retribución  bondadosa por la acogida de que han sido objeto millones de hijos de este país, que se han visto obligados a procurar acogida y receptividad,  al verse obligados a constituir la mayor de la diáspora del Continente.

“Hoy por ti, mañana por mí”, reza la máxima  que destaca la trascendencia de lo que ayer significó el hecho para otros de  migrar  en condición de extranjeros y que, huyendo de los fantasmas en sus respectivos países, fueron recibidos por Venezuela. Y que hoy reciben y dan dado cobijo a esos 5 ó 6 millones de compatriotas que han tenido que huir de su Patria, para refugiarse entre más de 90 naciones.

Al día de hoy, son más de 50 los países que han conformado una expresión institucional de fuerza política, y hasta hacerse sentir como una comunidad internacional de naciones que alzan su voz por Venezuela y los venezolanos. Lo hacen como  reclamantes de los derechos humanos, también por la triste y precaria situación que viven y sufren los ciudadanos locales, quienes, con su Constitución Nacional en la mano, reclaman precisamente el ejercicio de sus derechos consagrados en dicho documento magno, según la voluntad decisoria de los ciudadanos adoptadas a finales de 1998.

Curiosamente, sin embargo, es necesario destacar el hecho particular de que mientras millones de venezolanos que aún residen en el país, y demandan respuestas constitucionales para hacer posible la superación de las condiciones  que imposibilitan alternativas para vivir en libertad y opciones realmente humanas,  insisten en constituir entendimiento, acercamiento, diálogo, su voz sólo ha terminado  en la formulación de protestas  improductivas. Asimismo, en reclamos que han pasado a ser eventos en los que  se han perdido muchas vidas, mayoritariamente de jóvenes, y se ha terminado con ciudadanos encarcelados, centenares de presos políticos.

De igual manera, propiciando el sufrimiento de todo tipo de carencias, agravando subsistencias y, lamentablemente, demostrando cuáles son los motivos por los  que el país está atravesando su doloroso presente: los responsables de evitarlo no actúan, ignoran la grave situación en la que viven las familias, y se resisten a admitir que, al no actuar,  exponen al país a un peligroso estallido social, entre los efectos de una contracción económica y una sociedad deprimida.

Junto con Haití, hoy Venezuela está catalogado como el país económicamente más pobre de América. Y, paradójicamente, como una Nación con  múltiples y valiosos recursos humanos, poseedor de los mayores yacimientos de recursos naturales de este Continente, una privilegiada ubicación geográfica y una enorme extensión de mar territorial.

Que Dios bendiga a Venezuela y permita una pronta y pacífica solución a sus injustificados problemas. Y, por otra parte,  que el absurdo sufrimiento al que se le ha sometido, sea superado  a la mayor brevedad, mientras que los habitantes locales y regionales sean gratificados con el manto de la alegría, de la  paz y de la prosperidad.



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Mariela Silva
Asistente Dr. Egildo Lujan 

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