Blog de Víctor José López /Periodista

miércoles, 11 de marzo de 2020

LOS INCENDIOS Por Eduardo Casanova

EDUARDO CASANOVA

Las pocas noticias que lograron pasar la barrera de silencio impuesta por la dictadura (gracias a las redes sociales) fueron bastante alentadoras. Las manifestaciones del martes 10 de marzo lograron su objetivo: demostrarle al mundo que en nuestro país hay un movimiento democrático gallardo y decidido, y que el régimen no logró aplastarlo ni acallarlo, a pesar del uso de las fuerzas militares y policiales, corrompidas e insaciables, que no cumplen en lo más mínimo con su deber y son cómplices de la entrega del país a los canallas cubanos, rusos y chinos que le están quitando a los venezolanos lo que es necesario para una vida digna. 

Además, los signos de desesperación y miedo por parte de la dictadura son evidentes: los pleitos internos, el raspar la olla, y uno que siempre ha sido inequívoco: los incendios.

 Los incendios políticos son de muy larga data, y sus consecuencias siempre son impredecibles. Uno de los más publicitados fue el incendio de Roma, del año 63, durante el reinado del emperador Nerón, famoso porque le faltaba más de un tornillo en la cabeza, un incendio que arrasó con cuatro de los catorces grandes barrios de la ciudad y dañó a otros siete. 
Empezó la noche del 18 al 19 de julio del año 64 y duró en algunas zonas hasta cinco días. 
El templo de Júpiter y el hogar de las vestales estuvieron entre los monumentos que más sufrieron.
 El historiador Tácito, que era muy joven cuando se produjo el incendio, lo narra con detalles y le da mucha importancia, pero otro gran historiador, Plinio el viejo, apenas se refiere al hecho y lo considera uno de los muchos incendios que sufrió la capital del Imperio. Se dijo que había sido provocado por Nerón para reconstruir la ciudad a su gusto, y también que su intención no era quemar todo el espacio que ardió, pero se le fue la mano. Tácito nunca aceptó la tesis de la culpabilidad de Nerón, En todo caso, Nerón aprovechó buena parte del espacio “liberado” por las llamas para construir su Domus Aurea o Casa de Oro, un descomunal palacio que sin duda fue resultado de su megalomanía. Su consecuencia más importante fue una totalmente imprevista: la difusión y el crecimiento del cristianismo hasta convertirse en la religión más importante del mundo. Ante las acusaciones Nerón de haber provocado el incendio, el emperador acusó a los cristianos, una secta judía entonces minoritaria, de haber sido los que lo iniciaron, y son mucha saña los persiguió, los torturó, razón por la cual la secta fue conocida por todos los habitantes de la ciudad, y como sus planteamientos eran muy atractivos para los esclavos y los desposeídos, pronto se convirtió en una religión hasta popular, que terminó imponiéndose en el Imperio, en Europa y en buena parte del mundo. Deliberado o no, el incendio de Roma tuvo consecuencias que nadie podría haber imaginado en su momento. 

Mucho más cerca de nosotros en el especio y el tiempo, el incendio del Jockey Club de Buenos Aires, en abril de 1953. Alrededor de medianoche del 15 al 16 de abril (de 1953) una multitud peronista atacó la entrada del Jockey Club de Buenos Aires en la calle Tucumán, ante lo cual los pocos socios que había en el edificio huyeron, la multitud entró y arrasó con todo. De inmediato, todo lo incendiable -cuadros, alfombras, muebles, papeles- ardió y con ellos también el edificio que ya estaba totalmente destruido al amanecer cuando los bomberos decidieron comenzar a actuar. El Jockey Club era en cierta forma el símbolo de la “aristocracia” argentina, que se oponía con fuerza al gobierno populista y fascistoide de Juan Domingo Perón. El incendio fue consecuencia del atentado con bombas que se produjo en la Plaza de Mayo, frente a la Casa Rosada, en el momento en que Perón arengaba a las masas ese 15 de abril, que causó 7 muertos y más de noventa heridos. El incendio del Jockey Club no fue el único, también se quemaron las sedes de los partidos Radical, Demócrata y Socialista, y se produjeron grandes daños en la confitería “Petit Café” (Santa Fe y Callao) y la sede del diario “La Nación”. En estos dos casos la policía impidió que se completara la tarea incendiaria, pero en los otros, los bomberos se limitaron a impedir que el fuego se propagara a los edificios vecinos a aquellos que fueron incendiados, y la policía, en vez de arrestar a los incendiarios, puso presos a los que trataron de apagar los incendios. Desde luego, la represión contra los enemigos del peronismo fue bastante fuerte. Muchos dirigentes democráticos fueron puestos tras las rejas, y el gobierno se valió de la excusa de que los incendios habían sido efecto de la reacción de los peronistas contra los atentados del 15 para no castigar a nadie. Pero en especial el incendio del Jockey Club tuvo varias consecuencias inesperadas. Una fue estrictamente literaria, la producción de una gran novela, “El incendio y las vísperas”, de Beatriz Guido, en la que se narra la desintegración de una familia de vieja raigambre durante la dictadura, una familia de estancieros (terratenientes) que para evitar la expropiación de sus campos sacrifica uno de sus miembros, forzándolo a aceptar un cargo diplomático del régimen. Fue una novela de gran aceptación y éxito en la década de 1960. Pero hubo otra consecuencia mucho más importante, que fue el golpe de Estado que tumbó a Perón en septiembre de 1955, una sublevación cívico-militar que estableció una dictadura cívico-militar encabezada por el general Eduardo Leonardi, que se autodenominó Revolución Libertadora, y que no consiguió evitar que Perón y el peronismo volvieran al poder, en buena parte porque, a diferencia de lo que pasó en Venezuela en 1948, ni los oligarcas ni los peronistas aprendieron la lección, y no dejaron nunca (ni han dejado) sus prácticas antidemocráticas. De nuevo, pues, el incendio y los incendios tuvieron consecuencias inesperadas, que marcaron la historia de los seres humanos. En Venezuela ha habido más de un incendio cercano a cambios de gobierno que ha tenido repercusiones y consecuencias inesperadas. Sobre todo, incendios que han impedido que se castigue a corruptos y peculadores. Por lo general han sido después de elecciones y antes de cambios de gobierno. Y este 7 de marzo de 2020, en la Fila de Mariches, y a pesar de que cuentan con estricta vigilancia permanente por parte de militares, en unos galpones del Consejo Nacional Electoral se desató un gran incendio, casi seguramente provocado para esconder pruebas de los fraudes que han hecho Tibisay Lucena y sus cómplices para favorecer al chavismo, pero también para que con la desaparición de los equipos haya que atrasar unas elecciones que el chavismo necesariamente perderá. ¿Qué consecuencias inesperadas tendrá este nuevo incendio? No hay que ser adivino para imaginarlas, salvo que se piense en muchos años después. ¿Y por qué no una buena novela como la de Beatriz Guido?

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