EDUARDO CASANOVA |
El general Isaías Medina Angarita (1897-1953), hijo del coriano José Rosendo Medina y de la tachirense Alejandrina Angarita García, nació en San Cristóbal el 6 de julio de 1897.
A los dos años de edad quedó huérfano de padre cuando el general José Rosendo Medina, en inútil defensa del gobierno de Ignacio Andrade, perdió la vida en la batalla de Tocuyito. A los quince años, después de haber estudiado primaria y bachillerato en San Cristóbal, entró a la Escuela Militar, en Caracas. Su carrera militar fue brillante. A mediados del 40 asciende a general de Brigada y el 11 de marzo deja el cargo de ministro de Defensa y pasa a disponibilidad para llevar adelante una auténtica campaña electoral, que ya había sido afrontada por la oposición con la candidatura, más simbólica que real, de Rómulo Gallegos.
El 2 de marzo, desde San Carlos, en Cojedes, se había lanzado formalmente su candidatura, y Medina aceptó la postulación el 13, mediante un manifiesto público. Sin embargo, no todo era lecho de rosas. Las burlas al candidato se multiplicaron y hasta llegaron a ser irrespetuosas, aunque tenían más de resentimiento y frustración que de intento por perjudicar al candidato. Era inevitable el triunfo de Medina Angarita, y para muchos implicaba un retroceso frente al general López Contreras de los últimos meses, pues muchos juraban que las medidas de avance de López eran de él, mientras que las retrógradas eran inspiradas por Medina Angarita. En rigor, Medina Angarita fue el primer militar que gobernó el país. Los anteriores fueron civiles convertidos en montoneros, sin ninguna formación militar propiamente dicha. De hecho, Medina Angarita, quizás por ser militar, no fue un buen político. Desde el comienzo de su gestión se vio claramente que estaban equivocados los que pensaban que implicaba un retroceso con respecto a López Contreras. Medina avanzó en días lo que su predecesor no había querido avanzar en meses. Sus gabinetes se cuentan entre los mejores que ha tenido Venezuela a lo largo de su historia. No hay duda de que seleccionó a sus colaboradores por méritos, buscando por lo general a aquellas personas que se habían destacado en sus campos y con la mira puesta en llevar al país por el mejor camino posible. Su ministro de Relaciones Exteriores, casi hasta el final de su gobierno, fue Caracciolo Parra Pérez, merideño, que actuó en el servicio exterior venezolano desde tiempos del general Juan Vicente Gómez. Su primer ministro de Educación fue Gustavo Herrera, que en tiempos de López Contreras había sido consultor jurídico del ministerio de Relaciones Exteriores pero actuó en la práctica como ministro por la mala salud del titular. Arturo Uslar Pietri, uno de los hombres más brillantes de su generación y uno de los nombres más importantes de la literatura venezolana, que había sido ministro de Educación de López Contreras, fue ministro de Hacienda y ministro de Relaciones Interiores de Medina Angarita, y hasta se mencionó su nombre como posible candidato a la presidencia poco antes del golpe de estado de 1945. Quizá uno de los mayores aciertos del presidente Medina fue nombrar a Rafael Vegas, cuyo nombre también sonó como posible presidente en el 45, ministro de Educación, cargo que asumió el 5 de mayo de 1943. Otros ministros, como Félix Lairet, fueron también brillantes y eficientes, y en general fue el suyo un tiempo de grandes realizaciones y logros, que deberían hacer de su régimen el mejor de la historia de Venezuela. Pero no lo fue del todo. El gobierno de Medina Angarita tuvo varias características que lo hicieron único y permiten suponer que, de no haber cometido algunos errores, unos pocos errores que ayudaron a que se interrumpiera el proceso, y de no haberse interrumpido el proceso a causa de esos errores, el país habría podido llegar a alturas que aún no conoce y convertirse en el único que podría justificarse plenamente ante la Historia y la humanidad por la felicidad de sus pueblos en la América humana. Durante su mandato no hubo, por vez primera desde la llegada de los españoles a las costas de lo que hoy es Venezuela, ni asesinatos ni prisiones políticas ni exiliados ni persecuciones de ninguna especie. Ni siquiera simples arrestos injustificados que pudieran atribuirse a decisiones del presidente o de sus ministros, y, aquellos que fueron por obra de los jefes locales, se encontraron con el repudio de las altas esferas que siempre hicieron lo posible por contrarrestar tales acciones. Hubo la más completa de las libertades de expresión y de prensa. Se toleraron, se permitieron y hasta se alentaron los partidos políticos como medios de expresión y de funcionamiento de la democracia. Como consecuencia, se presentaron o se anunciaron con plena claridad en el horizonte, en su período, los principales partidos venezolanos del siglo XX. Acción Democrática, que nació como un partido de intelectuales, fue una iniciativa de Rómulo Betancourt con el apoyo, entre otros, de Rómulo Gallegos, que fue el inventor, también, del nombre del partido. No fue otra cosa que un cambio de orientación y forma del Partido Democrático Nacional (PDN) que el gobierno de López Contreras se negó a legalizar por considerarlo de ideas comunistas, y en él se agruparon personas que habían participado en el Movimiento de Organización Venezolana (ORVE) y en la Agrupación Revolucionaria de Izquierda (ARDI), y en general muchos de los que habían respaldado la candidatura de Gallegos. Se diferenciaban claramente de los comunistas, cuyo Partido Comunista de Venezuela, sucesor del PRP, también fue legalizado. Con su creación se solucionó un conflicto de competencia, pues en el PDN actuaban tanto Jóvito Villalba como Rómulo Betancourt, los dos nombres que polarizaban a los jóvenes de izquierda de la generación del 28, y en Acción Democrática solo ingresó Rómulo Betancourt. La Unión Nacional de Estudiantes (UNE), liderada por Rafael Caldera y Lorenzo Fernández y de origen falangista, pero que había dejado atrás su cercanía al fascismo y al nazismo en razón de la guerra, se transformó en Acción Nacional, que luego se convertiría en COPEI. Y los partidarios del gobierno de Medina Angarita se organizaron como PDV (Partido Democrático Venezolano), que se diferencia claramente de las Agrupaciones Cívicas Bolivarianas de López Contreras, aunque previamente se haya llamado nada menos que PPG, “Partidarios de la Política del Gobierno” (“PPG”). Es importante notar que al reabrirse la posibilidad de funcionamiento de partidos políticos, salvo en espacios muy reducidos y con influencias extrañas, como el Táchira, a nadie se le pasó por la cabeza seriamente la idea de resucitar los antiguos partidos liberal y conservador, sino que Venezuela, el país de Simón Bolívar, al crear partidos enteramente nuevos, de tendencias comunistas, socialdemócratas y socialcristianas, pero no conservadoras, se diferenció claramente del resto de la América Latina, aun cuando tiempo después se vio la misma tendencia en otros países de la región.
En marzo de 1944 fueron disueltos 93 de los ciento cincuenta sindicatos existentes en el país, sobre la base de que en declaración pública de uno de sus dirigentes se había proclamado su adhesión al partido comunista y la Constitución prohibía que los partidos intervinieran directamente en las organizaciones sindicales, lo cual fue denunciado por Ramón Quijada, de Acción Democrática. El presidente Medina, al entrevistarse con el dirigente mexicano Vicente Lombardo Toledano, anunció que trataría de cambiar la legislación para evitar que esa situación se repitiera. En contraste, su gobierno había alentado abiertamente la seguridad social y, más importante aún, auspició la firma del primer contrato colectivo de la industria petrolera, que se firmó el 14 de junio de 1945.
(Continuará)
En marzo de 1944 fueron disueltos 93 de los ciento cincuenta sindicatos existentes en el país, sobre la base de que en declaración pública de uno de sus dirigentes se había proclamado su adhesión al partido comunista y la Constitución prohibía que los partidos intervinieran directamente en las organizaciones sindicales, lo cual fue denunciado por Ramón Quijada, de Acción Democrática. El presidente Medina, al entrevistarse con el dirigente mexicano Vicente Lombardo Toledano, anunció que trataría de cambiar la legislación para evitar que esa situación se repitiera. En contraste, su gobierno había alentado abiertamente la seguridad social y, más importante aún, auspició la firma del primer contrato colectivo de la industria petrolera, que se firmó el 14 de junio de 1945.
(Continuará)
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