26/11/19
La desconfianza pulula en nuestros días. Es un mal mundial y generalizado que se hace más evidente en la vida política, pero que abarca todos los sectores. Desconfiamos de los alimentos, de las vacunas, de los médicos, de las investigaciones científicas, de los medios de comunicación, de nuestros vecinos y parientes. En fin, desconfiamos de todo y de todos. El francés Alain Peyrefitte, en su obra La societé de la confiance, atribuye a ese factor inmaterial el mayor o menor desarrollo de los pueblos. De ser cierta esta tesis, y apostamos que sí, estamos en vías de regresar al período neolítico. La mayoría de las informaciones que nos llegan son ciertas, pero tenemos la tendencia a darle más credibilidad a las más inverosímiles. La mayor parte de las personas son confiables, pero preferimos pensar que no lo son. Analicemo los casos de nuestros militares y políticos.
Durante muchas décadas hemos escuchado a los dirigentes civiles predicar que los militares no deben ser árbitros en política. Que las instituciones civiles son las que deben designar a los presidentes por la vía del voto y destituirlo cuando violan la Constitución y las leyes. En teoría esto es lo correcto. El problema se complica cuando un presidente viola la Constitución y las instituciones civiles se hacen las desentendidas o incluso avalan las fechorías, como sucede frecuentemente en Venezuela. Nuestra Constitución contempla en su artículo 333 que Todo ciudadano, investido o no de autoridad, tendrá el deber de colaborar en el restablecimiento de su efectiva vigencia, lo cual es un mandato que no excluye a los militares. El punto es quién decide cuándo se viola la Constitución y quienes son los culpables. Obviamente, en condiciones normales no deben ser los militares los que deben calificar el delito.
Por otra parte, algunos políticos consideran que sería nefasto que los militares intervengan, lo cual envía un mensaje confuso a quienes están en los cuarteles. Los oficiales que decidieron actuar o que expresaron su desacuerdo con el régimen están presos, algunos fueron torturados, uno fue además asesinado, el capitán de corbeta Rafael Acosta, y otros pasados a retiro o exiliados. A pesar del elevado número de militares que han sufrido atropellos, existe una fuerte tendencia a descalificar a la institución armada. Desconfiamos de todos los verde oliva y los tildamos de corruptos.
Los políticos constituyen el otro sector frecuentemente vilipendiado. Muchos desconfían porque no actúan como solicitan quienes ven los toros desde la barrera o quienes están en el ruedo pero son solo ayudantes en la cuadrilla. Dos políticos fueron asesinados Albán y Rada y hay muchos políticos presos, refugiados en embajadas y exiliados, pero eso tiende a no valorarse.
Desde luego que la desconfianza hacia militares y políticos tiene alguna base. Hay militares militantes del PSUV como Padrino López y Remigio Ceballos, muchos corruptos y también hay torturadores, como en la Dirección General de Contrainteligencia Militar, y en la Guardia Nacional hay oficiales y guardias que reprimen manifestaciones con uso abusivo de la fuerza.
Entre los políticos hay corruptos y también integrantes de la quinta columna del régimen. Escarrá y Arias Cárdenas son ejemplos evidentes de hipocresía. Otros, como Timoteo Zambrano, Claudio Fermín, Felipe Mujica, Rafael Marín y Henry Falcón despiertan desconfianza, más con razón, que sin sin ella, de ser colaboracionistas del régimen.
El llamado G4, integrado por Voluntad Popular, Primero Justicia, Acción Democrática y Un Nuevo Tiempo, es visto con desconfianza por insistir en la vía electoral para salir de la usurpación. Por su parte Vente Venezuela y Alianza Bravo Pueblo no inspiran confianza por la terquedad de insistir en las protesta de calle y en un TIAR que ningún país quiere aplicar.
Con todo y sus errores y defectos, debemos aceptar que no saldremos de esta narcodictadura sin el concurso de militares y de políticos. Un paso necesario, aunque no suficiente, es que los ciudadanos de a pie dejemos de criticar a ambos sectores y que estos se unan alrededor de los principios y valores. Los militares solo darán un paso al frente si perciben que el sector político está unido y con un acuerdo y un plan de mediano plazo. Los ciudadanos de a pie solo dejaremos de desconfiar cuando los militares dejen de reprimir y los políticos depongan posiciones y remen en la misma dirección. La difícil situación que vivimos amerita que descartemos la desconfianza. Se debe seguir protestando y apoyando las sanciones, y paralelamente prepararnos para elecciones siempre y cuando se den las condiciones de transparencia que exigimos.
Como (había) en botica: Por sustraer de un pesebre unas figuras para jugar, dos niños de 8 y once años fueron torturados por un oficial de la Guardia Nacional en San Tomé. Al general que acudió a conversar con la comunidad parece que le preocupó más que el video ruede en las redes que el hecho criminal. La masacre en Ikabarú, Gran Sabana, evidencia que la Fuerza Armada brilla por su ausencia en ese municipio o es cómplice en el negocio del oro ¡No más prisioneros políticos, ni exiliados!
eddiearamirez@hotmail.com Runrunes, Noticiero Digital y Digaloahi digital
No hay comentarios:
Publicar un comentario