Blog de Víctor José López /Periodista

sábado, 1 de diciembre de 2018

CAPITULO VI Del libro INFATIGABLES por Víctor José López



LAS GUERRAS CRESPISTAS

   
El populismo socava la democracia, destruye las instituciones y lleva a los países a una catástrofe económica, Venezuela como el caso más dramático de las políticas populistas.

MARIO VARGAS LLOSA 



JOAQUÍN CRESPO en 1893. Foto del periodista norteamericano Williams Nephew Kimg
  
Eudoro López acompañó a “El Taita” Crespo en su alzamiento contra el General Andueza en defensa de la Constitución. Entre los generales que apoyaban a Joaquín Crespo estaba José Manuel Hernández, conocido como El “Mocho” Hernández. La campaña de Crespo recibió apoyo en diversos estratos políticos y militares, disuadiendo los proyectos de los compadres Cipriano Castro y Juan Vicente Gómez quienes, desde Colombia, organizaban una invasión a Venezuela proyectando un camino de guerrillas desde Cúcuta hacia Caracas. 
Cipriano Castro y Juan Vicente Gómez se entusiasmaron con los resultados de las escaramuzas libradas en la sierra andina, refriegas contra patrullas irregulares de hombres casi desarmados. Victorias que les animaron a emprender un camino más comprometido hacia la ciudad de Mérida. La derrota les esperaba y les dio la bienvenida en la Ciudad de los Caballeros. En Mérida fue donde por primera vez pelearon ante tropas regulares tropezándose con una situación distinta a las que las habían tropezado en los montes de la sierra en los inicios de su proyecto invasor. La derrota les hizo cavilar.

Los compadres regresaron vapuleados a Colombia acuartelándose en Cúcuta, donde vivieron siete años. Fueron siete años de destierro hasta que el 23 de mayo de 1899 con una milicia de cincuenta y nueve hombres,  Cipriano Castro invadió Venezuela. Fecha del inicio de la Revolución Restauradora un alzamiento en contra Ignacio Andrade con el que los compadres llegaron al poder iniciándose la hegemonía andina en la Presidencia de la República.

Antes de este episodio fundamental en la historia, ocurrieron acontecimientos interesantes, como el fracaso ante Joaquín Crespo convertido en el protector de Raimundo Andueza Palacio, acusado de no ser venezolano.
 Andueza huyó a Colombia. 

Juan Vicente Gómez era un próspero ganadero hijo de Pedro Cornelio Gómez, al que mató la viruela en julio de 1900, y de Hermenegilda Chacón Alarcón. El General Gómez tuvo cuatro primos hermanos influyentes en la vida política venezolana, la cimentación del terror y del gomesismo en la espantosa época que vivió la nación. Fueron los cuatro primos de Gómez, patoteros pendencieros, valentones, atrevidos y corrompidos. Amigos de lo ajeno, avalados en sus fechorías por quien sería dueño y señor del destino y la voluntad de una nación. Cuatro bandidos cuyas andanzas se borraron de los escritos, como si no hubieran existido. Más no por ocultarse de la reseña histórica o de la información del periodismo dejaron de ser cuatro peligrosos delincuentes.
 Era la patota de Eustoquio y sus hermanos. Antecesora de los colectivos en la era del chavismo. Antecedente de los paramilitares que hoy azotan Venezuela, convertidos en justicieros de la oclocracia chavista. Eran los hijos de Fernando Gómez, tío de Juan Vicente Gómez: eran Simón, Evaristo, Aparicio y el famoso Eustoquio.
Eustoquio era el único hijo legítimo de la unión entre Fernando Gómez y Tránsito Prato. Fernando tuvo otros hermanos nacidos en la unión extraconyugal de su padre con María Barrera.


El triunfo de Joaquín Crespo y de su entrada en Caracas el 6 de octubre de 1892, retardó los planes hegemónicos de Cipriano Castro y por ello tuvo El Cabito que esperar su sitio en la historia. Mientras, Juan Vicente Gómez veía cómo se perdían sus propiedades de La Mulera y Buenos Aires, tierras del Táchira, haciendas en la frontera, reductor de su hogar donde Gómez vivía con su mujer Dionisia Bello de Torres, esposa de un señor de apellido Torres de Capacho Viejo mujer de la que se enamoró apasionadamente. Era Dionisia mujer hermosa, blanca,  de descendencia rusa y de ojos azules y de mucho carácter. Fue la madre de Josefa María (1886), José Vicente (1888), Alí  (1892), Juan Vicente, Flor María (1890), Graciela, Gonzalo y Servilia nacidos en Colombia.
 Los siete hijos de Gómez y Dionisia, los muchachos Gómez Bello, fueron todos reconocidos como sus hijos ante las autoridades correspondientes. El amancebamiento del acaudalado Juan Vicente con la bella Dionisia Bello, que abandonó a su esposo fue un escándalo por  aquellos montes. 

El mayor de los Gómez Bello fue José Vicente, nacido en 1888 en el Táchira y que, luego de una vida llena de excesos y de poder, corrupción y maldad murió exiliado en Paris, calificado de conspirador y de traidor por su propio padre motivo que provocó ser  expulsado de Venezuela junto a su esposa Josefina Revenga Sosa. 
José Vicente Gómez Bello fue la persona más influyente en aquella Caracas gomera durante la primera etapa de la dictadura, antes de salir del escenario político venezolano, donde jugó importante papel de conspirador en contra de la jefatura de su propio padre, la presidencia del General Juan Vicente Gómez. 
En Cúcuta Juan Vicente se ocupaba de Dionisia, de sus ganados y de los negocios, dejándole la política y los proyectos militares a su socio y compadre. El Cabito, como lo llamaban a don Cipriano, que pretendía jugar al Bonaparte con sus soldados se mantuvo  escribiendo cartas y haciendo cortos viajes organizando los negocios políticos y sembrando contactos. El compadre le pagaba los gastos a Cipriano mientras observaba el curso de la política colombiana lejos de Caracas y lejos de Joaquín Crespo, que se manifestaba fascinado por la personalidad de El Cabito.
 Igual atracción la sentía Juan Vicente Gómez por Cipriano Castro, pues en el personaje encubierto Gómez descubrió un luchador. Formaron los compadres Castro y Gómez una sociedad con peso específico, tan influyente el tándem que el propio Crespo, desde el poder intentó un acercamiento con el hombre de Capacho. 
Sobran las pruebas de aquellas intenciones de Joaquín, que dicen tuvieron influencia en las recomendaciones de doña Jacinta y del famoso  Thelmo Romero el brujo del crespismo, antecesor en Miraflores de babalaos y otras yerbas chavistas. 
Castro prefirió arrimarse a Andueza Palacio que le envió al Táchira al mando de una expedición armada con instrucciones de combatir a Espíritu Santos Mendoza, líder de la Revolución Legalista de Joaquín Crespo en los Andes.
Cipriano Castro invitó a su compadre Juan Vicente participar en la pelea nombrándolo comisario con el grado de coronel, para que le acompañara en sus funciones militares en defensa de Andueza. 
Salen a pelear los primos Gómez, se baten contra fuerzas enemigas en la escaramuza de “El Ropón” y tras una efímera victoria los anduecistas Castro y Juan Vicente salieron derrotados. El revés de El Ropón  indujo a Juan Vicente tomar el camino del exilio.
En el resto del país triunfó la Revolución Legalista de Joaquín Crespo. Andueza se fue a Colombia, junto a Cipriano Castro y Juan Vicente Gómez quienes le habían apoyado. Los derrotados se reunieron en Cúcuta, para iniciar un éxodo que se prolongaría siete años.

Juan Vicente Gómez se residenció de Los Vados, a 15 kilómetros en el camino hacia Pamplona. Desde su finca engordaría su fortuna como hábil comerciante y enterado cebador de ganado, y mientras crecía en poder crematístico, su calamitoso primo Eustoquio Gómez Prato, yendo de un lado a otro cometiendo tropelías, robusteció su fama de guapetón, asesino y pendenciero. Iba Eustoquio camino de su terrorífica leyenda.

Joaquín Crespo entró en Caracas arropado por un torrencial aguacero, la noche del 6 de octubre de 1892.  Encabezó un ejército de 10 mil hombres. Inmediatamente y se encargó del Poder Ejecutivo Nacional. El 16 de junio de 1893 le puso el ejecútese a una nueva Constitución, y ese mismo día establecerá en su artículo 63 la votación directa y secreta.  Además Joaquín Crespo le agregó a la Constitución el artículo 71 que tenía que ver con los períodos presidenciales de 4 años, y que se convertiría en la gota que derramaría  el vaso ya que se violaba la promesa de la no reelección. Violación que para el doctor Eudoro López  y su cuñado, el coronel Leopoldo Ortega, significaba traición.   
El tiempo que todo lo ordena llega con la organización de la aventura de “los 60,” a la que Juan Vicente Gómez incorpora a su primo Eustoquio que se le une en Táriba. Camina la invasión de los andinos, lleva como meta el camino del Centro.  Cipriano Castro, que no es pendejo sabe muy bien quien es Eustoquio Gómez y aprovechando un alto del camino, le llama con autoridad y como jefe y en discurso directo le impone condiciones que castigarían al catire Eustoquio en caso de incumplir el acuerdo.
 El que Castro le amenace provoca disgusto en Eustoquio, que  expresando ira y calentura se separa del grupo y se baja del tren de la historia en “El Bosque”. Eustoquio sigue por cuenta propia el camino hacia Caracas. Hay que tener paciencia, dejar que pase la arrechera ya que vendrán días para cobrar deudas.  
siempre ha deambulado infatigable y torpe el fantasma militar por su escenario,  un espectro que se asoma por las esquinas a cada momento. Los propósitos que motivaron la entrega de Eudoro López para convertirlo en un  revolucionario partidario de las luchas trazadas por el famoso General José Manuel Hernández, El “Mocho” Hernández, junto al que participó con fervor, disciplina y honestidad en el movimiento político que se conoció como el Nacionalismo Liberal.
El Movimiento del General Hernández fue considerado como el más popular e importante de todos los movimientos después de la época del General Antonio Guzmán Blanco y de la Federación ... El “Mochismo”, como distinguieron a la ideología del General Hernández fue la respuesta a los partidos políticos: era un movimiento de movimientos opuesto a 30 años de dominación del Liberalismo Amarillo. Guzmán Blanco, un traidor de principios y de revueltas fue el fundador del Liberalismo Amarillo, cortejo de corrupción, peculado y engaño mientras fue gobierno.


Al alba del Nacionalismo, ocurría todo lo contrario de lo que pasaba en los fundamentos forjados por Antonio Guzmán Blanco pues en las filas del Nacionalismo se congregó la juventud, la gente de los pueblos y de las aldeas. Con precocidad y enfado creció en el pueblo llano lo que se conoció como “El Mochismo”.  Los jóvenes compartieron con su caudillo “El Mocho” Hernández el homenaje que los creyentes comparten en los altares con los santos de su devoción, como lo relata el historiador fundamental de la historia contemporánea de la República  Ramón J. Velásquez: “El retrato del  “Mocho” estaba al lado las imágenes de San José y la Virgen, igualmente iluminado por cirios benditos...”
 Agrega el maestro tachirense que:
- “… ser Nacionalista era una expresión de protesta, más que de militancia. Era una emoción”. 

¿Qué tenía Crespo para someter la turba y para que le siguieran las masas en los caminos de la guerra?  El doctor Carlos Siso logra una respuesta como conclusión de sus estudios de los personajes y las leyendas de nuestra historia. Un registro de los conductores, sus hechos y sus defectos, como documentalmente han sido inscritos de generación en generación. Concluye que:
 -“En la persona moral del General Crespo era fácil un examen introspectivo”.

Carlos Siso no duda que Joaquín Crespo fue honrado de conciencia, de corazón generoso, tanto que no le cabía dentro del pecho; circunspecto en sus relaciones sociales, como amigo, el más consecuente y leal; y, como hombre público, se presentaba tal cual como había sido y tal cual era.
Agrega Carlos Siso que, por haberse  formado Joaquín Crespo  en la Guerra de la Federación, desde soldado raso, Crespo se ganó palmo a palmo en el diario combate en los asaltos y en las emboscadas su autoridad de jefe y sus presillas de General.

 Como “El Taita” distinguieron las tropas a Joaquín Crespo. También los soldados llamaron “Taita” a José Antonio Páez, y también a José Tomás Boves.
La imagen militar de Crespo se resentía por su actuación  política, como sucede  con los caudillos militares en la vida pública. El guáramo de Joaquín le distinguió desde muy joven por valiente  y porque destacó entre sus compañeros. Sobre todo en los momentos de peligro inminente. A él acudían para que hiciera frente al ataque enemigo o para que cubriera la retirada y los salvara de la derrota. A la medida que la fama de sus hechos se extendía desde Parapara por las regiones vecinas, Ortiz, El Rastro, San Francisco de Tiznados, su influencia se extendía en provincia hasta que llegó a ser el centro político de la región de los Llanos de Calabozo y luego de la República entera. 

Manuel Alfredo Rodríguez, autor e investigador de la biografía del General Crespo, nos cuenta que se acostumbró  al mando y que adquirió el hábito de dominar. “Más cuando se carece de entidad moral, cuando no se han cultivado las disciplinas de la razón y del freno, virtudes sociales que da la educación política -que nada de esto tenía Crespo, por haberse formado en los campamentos- su inteligencia le recomendada desatascarse en la ambición de mando y advertirse que su espíritu estaba tocado del vicio de la codicia. Sin embargo, a pesar de lo absorbente de su poderosa personalidad política se destaca en nuestra triste vida democrática como una de las que han sido más respetuosas de las libertades individuales.”
 
Jacinta Parejo, dos veces primera dama,
dueña de Miraflores aunque nunca lo habitó

Fue Joaquín Crespo un hombre sobrio, abstemio, cojo de la pierna derecha a causa de una herida de guerra. Marido de Jacinta Parejo de Crespo, con quien casó el 18 de septiembre de 1864. Jacinta era viuda del General Saturnino Silva con quien había casado, a la temprana edad de 16 años. El General Silva murió en combate durante la Guerra Federal. El romance de Jacinta y Joaquín surgió durante los velatorios de Saturnino Silva. Joaquín Crespo era para entonces el hombre de confianza del general Antonio Guzmán Blanco, vicepresidente de Venezuela. 
Jacinta Parejo fue dos veces primera dama de la República: en el bienio 1884-1886, cuando Crespo sustituye constitucionalmente a Guzmán Blanco, el Ilustre Americano y de 1892 a 1898, en la oportunidad en que su esposo, al frente de la Revolución Legalista derroca al presidente Raimundo Andueza Palacio. 
Antes de Jacinta Parejo ninguna mujer había tenido en Venezuela la oportunidad de inmiscuirse en la política oficial, tal como ella lo hizo: opinaba, celebraba reuniones, trabajaba en proyectos pertenecientes al jefe de Estado y en ocasiones intercedía su esposo por algunos presos políticos. 
El caudillo estaba totalmente identificado con su esposa y en consecuencia su confianza en ella no tenía límite. Era ella quien suplía la falta del comité o junta revolucionaria en la clandestina organización de la Revolución Legalista de 1892. De esta forma mientras Joaquín se encontraba empeñado en la dirección de la campaña militar en apartadas regiones del país, Jacinta desde Caracas realizaba la campaña del enlace de voluntades de la acción conjunta de la distribución secreta de la correspondencia y del envío al frente de combate de la oficialidad seleccionada. 

A raíz de la muerte de Joaquín Crespo en el sitio de la Mata Carmelera (16 de abril de 1898) donde Joaquín Crespo murió defensa del gobierno de Ignacio Andrade, le tocó a Misia Jacinta asumir la defensa del patrimonio de su difunto esposo y de sus hijos. Sin embargo, profundamente afectada por la muerte de su marido, no logró impedir que prosperaran varias demandas judiciales, entre las que destaca la emprendida por el general colombiano Vicente Sebastián Mestre que reclamaba la suma de 700 mil bolívares por daños y perjuicios de un “proyecto” de Código Militar que había presentado y que se había perdido sin que se le hubieran cancelado sus honorarios.
 Los avatares legales de la Sucesión Crespo constituyen uno de los mayores pleitos jurídicos de los primeros años del siglo XX en Venezuela. Aunque doña Jacinta fue la primera dueña de Miraflores nunca residió en el palacio, aunque la residencia presidencial ha sido conocida en la tradición popular como La Casa de Misia Jacinta. 
Joaquín Crespo fue muy poco escrupuloso en el manejo del erario nacional. Al retirarse Guzmán Blanco, Crespo se convirtió en el jefe supremo del Partido Liberal Amarillo. El “Taita” dominó la vida política de Venezuela en la última década del siglo XIX. Como un último aspecto relacionado con la vida de Crespo, tenemos que al igual que muchos personajes importantes de la Historia de Venezuela estuvo vinculado a la masonería, siendo masón en grado 33 y Gran Maestro del Gran Oriente. 

Emocionado de aquella pasión en busca de dignidad y justicia, Eudoro López justificó su participación activa en las Guerras Nacionalistas contra Joaquín Crespo. Una participación que se selló con la derrota de Crespo, con su caída mortal en La Mata Carmelera, punto de inflexión de la República. Además de sellar la Revolución de Queipa, la muerte le marcó el sendero a la Hegemonía Andina incrustada en la historia republicana de Venezuela encontrándose de frente y opuesto abiertamente, a Eudoro López; y, cuando El “Mocho” denunció el continuismo de Juan Vicente Gómez, los partidarios de José Manuel Hernández se convirtieron en gente peligrosa. 

Graduado de Médico en 1891 Eudoro López casó con Rafaela Ortega Barreto, nieta del prócer Rafael Ortega y hermana del general Leopoldo Ortega y de Víctor Ortega Barreto, que, junto a Luis Loreto Lima –Lanza Libre- y el General Salvador Barreto Fernández, crearían con Evaristo Lima y su cuñado Eudoro López la plataforma del Nacionalismo en tierras de Carabobo, Zamora y de Cojedes. La fundación del Partido Liberal Nacionalista nació de una necesidad, perentoria, pero deseo nacional, o como señala Le Bon “como causa de evolución de los pueblos desarticulados y de los caracteres morales e intelectuales que surgen en las épocas de descomposición social.” No fue la ambición de El “Mocho”, como con frecuencia repiten sus adversarios, fue la resultante de los errores cometidos por el grupo que detentaba el poder y de la reacción surgida, potente y entusiasta, de gran parte de la nación. 
Alejandro Urbaneja, en Caracas, hombre de medios, director de un diario, fue el primer colaborador de la obra que emprendía José Manuel Hernández. Urbaneja se inició en el periodismo como colaborador con Manuel Vicente Romerogarcía y Nicomedes Zuloaga. Lo hizo en el movimiento Unión Democrática, como director del periódico El Partido Democrático. 
Para Urbaneja la UD debía abogar por el sufragio universal directo y secreto; la autonomía universitaria; la extinción de los derechos curiales; la eliminación de monopolios o con- cesiones lesivos para la soberanía nacional; la moralidad administrativa.
No obstante lo revolucionario de sus ideas el partido no sobrevivió al proceso eleccionario de 1890. Se opuso a Joaquín Crespo. En las elecciones de 1897 fue el principal promotor de una nueva agrupación política: el Partido Liberal Nacionalista, una especie de frente nacional amplio, agrupación de los sectores de la oposición a Crespo y a la maquinaria política del liberalismo crespista. El arraigo popular del nuevo partido lo constituyen su programa, que consistía en el rescate del poder municipal, y el sufragio proporcional directo y secreto, la autonomía de los esta- dos, la promoción de la inmigración, el respeto de los derechos de la iglesia, la supresión de gravámenes sobre las exportaciones y la abolición de la recluta; y como atractivo principal la candidatura de José Manuel Hernández, mentor político del “mochismo”, colaborador de los periódicos El Tiempo, El Republicano y de la revista El Cojo Ilustrado, Alejandro Urbaneja se convirtió en uno de los principales líderes civiles del país.
Apresado por el gobierno de la Restauración Liberal, fue enviado con grillos al castillo de San Carlos (noviembre 1899-noviembre 1902). Le tocó negociar con el presidente Cipriano Castro el acuerdo que determinó el retiro de los “mochistas” de la Revolución Libertadora.

En Valencia fue el doctor Eudoro López el fundador del Nacionalismo, y lo hizo con éxito porque de Carabobo salieron los contingentes para promover al Nacionalismo Liberal e instalarlo en Zamora y en de mayor importancia organizar el Partido Liberal Nacionalista. 
Antes del Movimiento Nacionalista, fundar un partido era simplemente jun acto de camaradería de reunir algunos amigos y declararse en campaña. No se preocupaban por estatutos, programas o inscripciones. No había requisitos. El “Mocho” reunió algunos de sus amigos y se declaró en campaña. El Partido Liberal Nacionalista nació de un esfuerzo cívico, hermoso y alentador ofreciéndole al pueblo esclavizado los horizontes de muchas pro- mesas.
 Fue en la casa del General Evaristo Lima, en su finca de Queipa, al sur de Valencia, donde se celebró la primera reunión de ciudadanos que formaron la Plana Mayor del Ejército Nacionalista con Eudoro López y el General Evaristo Lima a la cabeza. Sus hijos Antonio, Manuel Felipe, Evaristo, Salvador y Alfonso Lima en la directiva política. Además estuvieron presentes Leopoldo Ortega Barreto, Luis Peña Briceño, Santiago Mazas, jóvenes todos que más tarde demostrarían en los campamentos militares y en los campos de batalla su determinación para acabar con la dictadura de Joaquín Crespo, con El “Mocho” Hernández, su prestigio y simpatía a la cabeza. “El Mocho” fue el único en atreverse a retar al poderoso y engreído “Héroe del deber cumplido”, título que debió Crespo a su adhesión in- condicional al Ilustre Americano, Antonio Guzmán Blanco. 

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