EL DRAMA
DEMÓCRATA CRISTIANO
Imposible
agotar el tema en un artículo ocasional, pero se trata de algo que nos ahoga
por dentro y de alguna manera debemos expresarlo. La democracia cristiana está
en crisis en el mundo entero. Esto es válido tanto desde el punto de vista
estrictamente político como desde la perspectiva ideológica y doctrinal en la
cual fuimos formados desde muy jóvenes.
Quienes
ingresamos a los partidos que con diferentes nombres se identificaban con los
valores y principios básicos de la DC, no lo hicimos buscando posiciones de
poder, al menos inmediatas. Algunos estaban muy lejos de ser significativamente
importantes electoralmente hablando. Sin embargo, los dirigentes fundadores
eran ejemplo de virtudes a seguir. Así lo hicimos. Lamentablemente el
crecimiento en todos los terrenos los fue llevando hacia el camino del cálculo
oportunista para obtener ventajas personales y de grupo en la lucha abierta por
el poder. Buena parte de nuestros partidos fueron abandonando progresivamente
la vocación de servicio a terceros para convertirse en instrumentos al servicio
de quienes circunstancialmente los dirigían. Se cerraron sobre sí mismos. Las
consecuencias están a la vista, tanto en la Europa inspiradora del pensamiento
que nos anima, como en Latinoamérica vista globalmente.
Las
luchas internas generaron divisiones y subdivisiones abiertas y encubiertas
imposibles de disimular. No sentimos nostalgia por un pasado que no volverá.
Más bien se trata de una extraña mezcla de rabia e indignación con relación a
quienes desviaron hasta inconscientemente los movimientos y de eterno y
agradecido reconocimiento hacia los que hasta el final de sus días se hicieron
acreedores de nuestra admiración y respeto.
Resulta
que los jóvenes de ayer, quienes crecimos en medio de duras luchas
estudiantiles y universitarias, quienes tuvimos que enfrentar a los apóstoles
del comunismo castrista que pretendía expandirse, ahora somos los “viejos” en
los partidos que van quedando en medio de una enorme dispersión hacia otras
estructuras políticas de nuevo cuño, pero quizás con mayor dosis de demagogia
atractiva para los inmediatistas que nunca faltan.
Para
quienes estamos próximos a cumplir sesenta años en las filas de la democracia cristiana
no es fácil hacer objetivos repasos de las distintas etapas de nuestras luchas.
Pero tenemos la obligación de hacerlo alejados de toda intención especulativa.
Hasta para cumplir con el deber histórico de dejar testimonios existenciales
que ayuden al perfeccionamiento de la democracia, tan maltratada en estos
tiempos.
De
acuerdo a Pio XXII, Pablo VI y Juan Pablo 2°, para sólo mencionar algunos
pontífices, la política es una de las formas más excelsas de apostolado. Y como
bien nos enseñaron, tenemos la doble responsabilidad de ser demócratas y de ser
cristianos. Algunos no lo olvidaremos jamás.
Viernes,
9 de diciembre de 2016
@osalpaz
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