Un obsecuente
narcogeneral venezolano de apellido que evoca la marca de fábrica de algún fármaco
(Reverol), alguien que hasta ayer se sirvió de su cargo como zar de la lucha
antidrogas para encubrir mejor sus envíos de cocaína procedente de las cocinas
de las FARC colombianas a los Estados Unidos, nada menos que un desalmado mayor
general de la infame Guardia Nacional, y como tal, corresponsable de las
masacres que ahogaron en sangre las manifestaciones pacíficas de comienzos de
2014; en fin, quien desde 2012 ocupa el cargo de ministro del Poder Popular
para Relaciones Interiores y Justicia, uno de los funcionarios de más alto
rango solicitados por un tribunal federal de Brooklyn para enfrentar cargos de
narcotráfico, ha sido el encargado de explicar a un nutrido grupo de banqueros
venezolanos y extranjeros los alcances de una tenebrosa conspiración
internacional, dirigida por el Gobierno estadounidense, que ha obligado a
Nicolás Maduro a tomar la más drástica de las decisiones para derrotar la
“guerra económica” con que la Fuerza Oscura busca derrocarlo.
Hasta ahora, la de
Reverol ha sido la más delirante versión del mito de la guerra económica, tanto
más delirante cuanto menos explica por qué cada día más venezolanos de toda
condición social hurgan en las bolsas de basura callejeras para llevarse un
nauseabundo comistrajo a la boca en el país con las mayores reservas de
petróleo del planeta.
El culmen de esa
teoría conspirativa es la idea de que haya organizaciones criminales
interesadas en el contrabando de algo por completo carentes de valor: el
billete de 100 bolívares. Maduro ha ordenado cerrar la frontera de Colombia y
el espacio aéreo venezolano para impedir que esas organizaciones, en una misma
operación, ex filtren e infiltren billetes de dinero inorgánico pero con los
que, si he entendido bien la tartajeante exposición del general Reverol,
comprarían a precios preferenciales, dólares revendibles, con pingüe ganancia
en el mercado negro, a razón de 0,02 dólares por cada billete de 100 bolívares
“fuertes”.
Según Reverol, es
posible drenar las menguantes reservas internacionales de Venezuela comprando
dólares con billetes de Monopolio. Para combatir esta guerra económica, Maduro
—¿ o su consejero, el economista español Alfredo Serrano?— no ha tenido mejor
idea que confiscar casi el 50% de todo el dinero a todos los venezolanos. No
otra cosa significa sacar de circulación un billete sin antes reemplazarlo por
otro de mayor denominación.
Mirando el vídeo de
algo más de nueve minutos que guarda para la posteridad la comparecencia de
Reverol puede uno enterarse de que los EE UU instigan a innominadas ONG a
acaparar billetes de 100 bolívares que guardan en enormes galpones dispersos en
países como Ucrania, Suiza, la República Checa y Polonia.
La idea general es
dejar sin efectivo al país, generar descontento entre la población en temporada
navideña y alentar con todo ello el derrocamiento del “presidente obrero”. Los
Estados Unidos, en concreto el Departamento de Estado, pagan a esas ONG entre
0,80 y 1,40 dólares por cada billete. Así han logrado hacerse con más de 300
miles de millones de bolívares.
Gente muy docta y
seria opina que toda esta martingala no es más que una gigantesca operación de
lavado de dinero hecha a cielo abierto para encandilarnos. Yo me inclino a
explicar este desatino por la trágica estupidez de Nicolás Maduro. Y propongo a
la Oficina Internacional de Pesas y Medidas una unidad universal para ponderar
la estupidez: el maduro.
Como el maduro es de
una magnitud inmanejable, la unidad práctica sería el nanomaduro; esto es, la
millonésima parte del cerebro de Maduro.
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