Uno de mis mentores intelectuales, el fallecido Hasan Ozbekhan, planteaba de manera fascinante cómo todo gran hecho social provenía de la idea inicial, a veces inestructurada, de un individuo.
Santiago José Guevara García* / 05-03-2015 • 14:47
Desde siempre en la condición humana, el pensamiento ha orientado la acción de avance social. Dicho de modo desmedido: todo logro de la sociedad nace en una sinapsis.
Uno de mis mentores intelectuales, el fallecido Hasan Ozbekhan, planteaba de manera fascinante cómo todo gran hecho social provenía de la idea inicial, a veces inestructurada, de un individuo. Los valores, conceptos, teorías y métodos preceden y presiden la marcha de la historia.
¿Qué decir de las posibilidades históricas de Venezuela con tan precario bagaje intelectual para la política, la economía y las instituciones? ¿Cómo entender y justificar –es el objeto de nuestro artículo- tan mediocre discusión sobre el tema de la transición en el momento actual? En lo personal, lo asocio a dos cosas, que llamo por sus nombres, sin eufemismos: ignorancia e intereses bastardos.
Lo que voy a referir enseguida lo he escrito hasta la saciedad. El tema de la transición se ubica en un campo del conocimiento científico y resulta obligado remitirse a su “estado del arte”; o sea, a la situación actual de ese conocimiento. No, como en Venezuela, en la cual se aborda su manejo sin respeto conceptual alguno.
De hecho -también lo he planteado hasta el cansancio-, en el mundo hay dos líneas diferentes en progreso: la de la “transición a la democracia”, originada en los ’70 del siglo pasado, y la de la “transición del comunismo al mercado”, originada en los ‘90. Así se les llama convencionalmente. Y al campo, en el mundo anglosajón, se le llama Transitología.
Si eso existe, no se justifica (ya expuse lo que lo explica) que la discusión se banalice de la manera observable en los últimos cuatro años. Las bases conceptuales, teóricas y estratégicas necesarias pueden ser conocidas con el estudio de los múltiples y muy diferentes casos estudiados y las teorizaciones surgidas de sus revisiones. ¿Por qué no se recurre a ellas? ¿Por qué no se consulta la literatura experta?
Todo se resuelve como en el viejo cuento de la palomita que atorada en una línea de ferrocarril e impedida de evitar el atropello, levantó el pecho y se dijo “vamos a echarle bolas a esta vaina”. Así pasa en Venezuela. Ahora todos saben de transición y, por lo tanto, todos pueden asesorar o incluso dirigir los exigentes afanes de una transición a la democracia o al mercado.
Por cierto, eso no incluye a Capriles o Aveledo. Que no son cualesquiera personajes, sino quién dirigió la política “opositora” y quién ha encarnado su candidatura. Uno, en 2.012 dijo que no le gusta hablar de transición, que el país estaba harto de esa palabra (solo se había usado desde hacía tres meses) y que le parecía un concepto que generaba la idea de incertidumbre. El otro, posiblemente asesorado por el irritable Fernando Mires, ni siquiera pensaba a futuro, sino, que según él (o ambos) ya la transición se había dado con el pase de Chávez a Maduro. Patético, por decir lo menos.
Ninguno de los dos habla o refiere la transición a la democracia (que es el concepto que aplica) y mucho menos tienen en mente las condiciones y dinámica política reconocidas en la literatura para la ocurrencia del proceso. Lo que sucede –y es un asunto de intereses bastardos en la política- es que no están de acuerdo con el proceso de cambio medular o radical implicado en el concepto.
Pero, y mi abuela diría que ahora sí se cayó la gata en la batea, también fallan los responsables del actual bullicio transicional –los impulsores del Acuerdo que llevó a Ledezma a prisión- quienes, además de algunos gazapos, solo cumplieron una aproximación puramente mediática –digamos que discursiva- al fenómeno (por cierto, no es la primera vez que lo hacen), sin ninguna consideración de los necesarios planteamientos políticos –en el plano de la estrategia y la acción, quiero decir- que permitan constatar que se apunta a la creación de las ineludibles condiciones para la presencia de una transición a la democracia.
Y me vuelvo a repetir: que estemos frente a -no en- un potencial Momento Transicional (concepto que hemos trabajado extensamente) no significa que estemos en una transición. Pues, no. No estamos en una transición. Alguien impuso la opinión contraria y muchos, como pericos, repiten lo mismo. Es un error, subsanable solo con política. Política transicional, no cualquiera, que quede claro.
Lo dije el año pasado (el corto lapso en el Blog “Oído en La Chata”) y lo digo ahora: la política transicional tiene que construirse su espacio. Y eso se hace políticamente y se expresa, al menos, en una articulación organizativa de sus partidarios.
Transicionalistas hay en las FFAANN (por cierto, a ellas hay que hablarle), los partidos, la amplia ciudadanía, cierto empresariado, cierto mundo sindical, los jóvenes, etc. Pero, con un pasito transicional y dos electoralistas, a lo MUD, no se viabiliza una transición. Los transicionalistas del Acuerdo, lamento decirlo, no muestran un perfil político y organizativo nítido.
La nomenklatura MUD nunca, excepto por oportunismo, compartirá el propósito. Revisen que las expresiones “transición a la democracia” o “transición democrática” (que es lo que proponen los firmantes) no aparecen ni una sola vez en ninguno de los dos textos programáticos de 2011 y 2012. Y en el del 2012 llegaron a prohibir expresamente una posibilidad constituyente, para limitar descaradamente a Diego Arria, quien introdujo el término transición en la política venezolana. Y eso pasa porque una constituyente ciudadana o una auténtica transición los desplazaría.
Como lo dije la semana pasada: el gobierno puede estar tranquilo. Con lo hecho, Ledezma no "tumba” a nadie. Suelten a ese señor. Y admitan que si ustedes se siguen diciendo demócratas, tendrán que admitir que la oposición tiene derecho a querer desplazarlos. Y que no corren riesgos por esa vía.
Sin embargo, llego a creer que la fulana transición conviene a muchos del lado oficialista. Diversos de ellos también podrían ser transicionalistas. Es políticamente inteligente. En numerosos casos ha sido así.
* Santiago José Guevara García
(Valencia; Venezuela)
sjguevaragarcia@gmail.com / @SJGuevaraG1
Uno de mis mentores intelectuales, el fallecido Hasan Ozbekhan, planteaba de manera fascinante cómo todo gran hecho social provenía de la idea inicial, a veces inestructurada, de un individuo. Los valores, conceptos, teorías y métodos preceden y presiden la marcha de la historia.
¿Qué decir de las posibilidades históricas de Venezuela con tan precario bagaje intelectual para la política, la economía y las instituciones? ¿Cómo entender y justificar –es el objeto de nuestro artículo- tan mediocre discusión sobre el tema de la transición en el momento actual? En lo personal, lo asocio a dos cosas, que llamo por sus nombres, sin eufemismos: ignorancia e intereses bastardos.
Lo que voy a referir enseguida lo he escrito hasta la saciedad. El tema de la transición se ubica en un campo del conocimiento científico y resulta obligado remitirse a su “estado del arte”; o sea, a la situación actual de ese conocimiento. No, como en Venezuela, en la cual se aborda su manejo sin respeto conceptual alguno.
De hecho -también lo he planteado hasta el cansancio-, en el mundo hay dos líneas diferentes en progreso: la de la “transición a la democracia”, originada en los ’70 del siglo pasado, y la de la “transición del comunismo al mercado”, originada en los ‘90. Así se les llama convencionalmente. Y al campo, en el mundo anglosajón, se le llama Transitología.
Si eso existe, no se justifica (ya expuse lo que lo explica) que la discusión se banalice de la manera observable en los últimos cuatro años. Las bases conceptuales, teóricas y estratégicas necesarias pueden ser conocidas con el estudio de los múltiples y muy diferentes casos estudiados y las teorizaciones surgidas de sus revisiones. ¿Por qué no se recurre a ellas? ¿Por qué no se consulta la literatura experta?
Todo se resuelve como en el viejo cuento de la palomita que atorada en una línea de ferrocarril e impedida de evitar el atropello, levantó el pecho y se dijo “vamos a echarle bolas a esta vaina”. Así pasa en Venezuela. Ahora todos saben de transición y, por lo tanto, todos pueden asesorar o incluso dirigir los exigentes afanes de una transición a la democracia o al mercado.
Por cierto, eso no incluye a Capriles o Aveledo. Que no son cualesquiera personajes, sino quién dirigió la política “opositora” y quién ha encarnado su candidatura. Uno, en 2.012 dijo que no le gusta hablar de transición, que el país estaba harto de esa palabra (solo se había usado desde hacía tres meses) y que le parecía un concepto que generaba la idea de incertidumbre. El otro, posiblemente asesorado por el irritable Fernando Mires, ni siquiera pensaba a futuro, sino, que según él (o ambos) ya la transición se había dado con el pase de Chávez a Maduro. Patético, por decir lo menos.
Ninguno de los dos habla o refiere la transición a la democracia (que es el concepto que aplica) y mucho menos tienen en mente las condiciones y dinámica política reconocidas en la literatura para la ocurrencia del proceso. Lo que sucede –y es un asunto de intereses bastardos en la política- es que no están de acuerdo con el proceso de cambio medular o radical implicado en el concepto.
Pero, y mi abuela diría que ahora sí se cayó la gata en la batea, también fallan los responsables del actual bullicio transicional –los impulsores del Acuerdo que llevó a Ledezma a prisión- quienes, además de algunos gazapos, solo cumplieron una aproximación puramente mediática –digamos que discursiva- al fenómeno (por cierto, no es la primera vez que lo hacen), sin ninguna consideración de los necesarios planteamientos políticos –en el plano de la estrategia y la acción, quiero decir- que permitan constatar que se apunta a la creación de las ineludibles condiciones para la presencia de una transición a la democracia.
Y me vuelvo a repetir: que estemos frente a -no en- un potencial Momento Transicional (concepto que hemos trabajado extensamente) no significa que estemos en una transición. Pues, no. No estamos en una transición. Alguien impuso la opinión contraria y muchos, como pericos, repiten lo mismo. Es un error, subsanable solo con política. Política transicional, no cualquiera, que quede claro.
Lo dije el año pasado (el corto lapso en el Blog “Oído en La Chata”) y lo digo ahora: la política transicional tiene que construirse su espacio. Y eso se hace políticamente y se expresa, al menos, en una articulación organizativa de sus partidarios.
Transicionalistas hay en las FFAANN (por cierto, a ellas hay que hablarle), los partidos, la amplia ciudadanía, cierto empresariado, cierto mundo sindical, los jóvenes, etc. Pero, con un pasito transicional y dos electoralistas, a lo MUD, no se viabiliza una transición. Los transicionalistas del Acuerdo, lamento decirlo, no muestran un perfil político y organizativo nítido.
La nomenklatura MUD nunca, excepto por oportunismo, compartirá el propósito. Revisen que las expresiones “transición a la democracia” o “transición democrática” (que es lo que proponen los firmantes) no aparecen ni una sola vez en ninguno de los dos textos programáticos de 2011 y 2012. Y en el del 2012 llegaron a prohibir expresamente una posibilidad constituyente, para limitar descaradamente a Diego Arria, quien introdujo el término transición en la política venezolana. Y eso pasa porque una constituyente ciudadana o una auténtica transición los desplazaría.
Como lo dije la semana pasada: el gobierno puede estar tranquilo. Con lo hecho, Ledezma no "tumba” a nadie. Suelten a ese señor. Y admitan que si ustedes se siguen diciendo demócratas, tendrán que admitir que la oposición tiene derecho a querer desplazarlos. Y que no corren riesgos por esa vía.
Sin embargo, llego a creer que la fulana transición conviene a muchos del lado oficialista. Diversos de ellos también podrían ser transicionalistas. Es políticamente inteligente. En numerosos casos ha sido así.
* Santiago José Guevara García
(Valencia; Venezuela)
sjguevaragarcia@gmail.com / @SJGuevaraG1
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