Los pueblos consolidan sus mitos
y fantasías, hay también los que se los construyen y deforman. Buscar los
orígenes, en cierto modo, es tener la clave para desmontar la carga altamente
perniciosa con la que se está alimentando el imaginario colectivo popular.
Uno de ellos es el tan
discutible culto a Bolívar. Para la gran mayoría de los venezolanos el padre de
la patria es una entidad santera que nos va a sacar de donde estamos, a la que
se reza, se le ponen velones y se le hacen sahumerios… bolivariana es cualquier
cosa sacada de la manga producto de la improvisación y del subdesarrollo…
No encontramos en el
“bolivarianismo” la referencia a la virtud, el culto a la amistad, al trabajo,
la tenacidad, la obstinación del héroe. Bolívar fue el crisol de las herencias
culturales y sanguíneas que construyeron y todavía están construyendo a la
América de habla española y portuguesa. Bolívar fue un producto de la
ilustración y un forjador de la historia. No una hidra vandálica.
Hasta la iconografía bolivariana
ha sido cambiada por héroe con cara de conejo. La pequeña historia de la sangre
negra de Bolívar convertida en caldo de cultivo. El libro El nudo deshecho:
Compendio Genealógico del Libertador, suficientemente aclara el supuesto con
que se ha armado esta trampa. “¿Hay venezolanos que tienen sangre africana? Por
supuesto, son bastantes. ¿Y sangre española? Muchísimos. ¿Y sangre indígena?
Montones (Gustavo Coronel).
Me sorprendió un día oír de
labios de una joven profesional su admiración a Pedro Camejo “afrodescendiente
primero”. Le dije, muchos más galones en la gesta libertadora tienen Leonardo
Infante o José Laurencio Silva, que eran bien quemaditos, por cierto. El
primero triunfador de la batalla de Boyacá, el segundo con más de cincuenta
heridas de guerra, estuvo en todas la campañas y batallas importantes, por
último, acompañó a Bolívar hasta su último aliento y morada. Me respondió la
muchacha: -Es que Camejo, era más puro-. ¿No es esto racismo?
El mito del Negro Primero lo
crea don Eduardo Blanco. El militar y escritor, seguidor de Chateaubriand y
Víctor Hugo, quiso dar dimensión literaria a la gesta libertaria al escribir
Venezuela Heroica. De la Grande Armée napoleónica sacó el episodio de la
despedida del subalterno a su comandante.
Nadie más que el propio testigo
y triunfador de la segunda batalla de Carabobo, José Antonio Páez, ascendido en
el propio campo a general en jefe por el Libertador, quien en su Autobiografía
no cuenta nada de lo de la despedida de Camejo, sólo escribe lo que sigue: “El
día de la batalla, a los primeros tiros, (Negro Primero) cayó herido
mortalmente, y tal noticia produjo después un profundo dolor en todo el
ejército. Bolívar cuando lo supo, la consideró como una desgracia y se
lamentaba de que no se le hubiese sido dado presentar en Caracas aquel hombre
que llamaba sin igual en la sencillez, y sobre todo, admirable en el estilo
peculiar en que expresaba sus ideas” (J.A.P. Autobiografía. Tomo I, Pdvsa,
Cromotip, 1990, p. 210).
Don Mario Briceño-Iragorry
advirtió el peligro de los cultos anclados en el pasado, sólo pasado y nada de
presente. En el aquí y en el ahora debemos librar batallas, “…defender la
dignidad humana hasta el sacrificio; pensar libremente hasta quedar en la
absoluta soledad” (M.B.I. Obras selectas). Vidas Ejemplares fue escrita para
que la gente cultivara las virtudes heroicas de los santos y quisiéramos
parecernos a ellos. Se trata de crear una conciencia activa y no un mero
impulso emocional vacío de sentido y de contenido. Esto último es lo que han
hecho e intentado perpetuar, entre mitos y fantasías.
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