El escándalo por
infidelidad del Director de la CIA, general David Petraeus, no sólo
podría
JILL KELLY LA OTRA DE LA OTRA QUE PROVOCÓ EL ESCÁNDALO |
El escándalo, con no poca carga de novela, que afecta al General David Petraeus
tendrá varios capítulos, pero desde el primero se puede dimensionar la
gravedad de sus actuaciones, no sólo como Director de la Central de
Inteligencia (CIA), sino como uno de los hombres con más información
secreta sobre la seguridad nacional de Estados Unidos.
Sus guerras amorosas en el triángulo íntimo que armó con su biógrafa personal, Paula Broadwell , ya traspasaron las fronteras y amenazan con derribar los muros diplomáticos y políticos con que el presidente Barack Obama ha manejado hasta ahora este espinoso tema.
No exento del toque "farandulesco" que siempre aparece en los entretelones de las historias de poder e infidelidad en Estados Unidos, en el caso de Petraeus el asunto está lejos de agotarse en el enjambre de las cámaras ni en los relatos entre sábanas.
El General, bautizado por sus más cercanos colaboradores en Irak y Afganistán como el "rey David", tiene suficiente información clasificada como para hacer tambalear a sus enemigos, pero sobre todo, a su propio país.
Pocos como Petraeus conocen en detalle toda la estrategia militar y de inteligencia que Estados Unidos ha desplegado no sólo en esos dos países, sino en Medio Oriente, Irán y Siria, donde Washington ha tenido y tiene intereses estratégicos.
La muerte de Christopher Stevens , embajador de Estados Unidos en Bengasi (Libia), donde murieron otros tres americanos, dos de ellos adscritos a la CIA, es apenas un escalón de una larga cadena de episodios en los que Estados Unidos ha comprometido su seguridad y su liderazgo internacional.
El hallazgo de material clasificado en la residencia de Broadwell, sumado a las declaraciones que ésta entregó unas semanas antes de información militar que hablaba sobre detenciones arbitrarias en Libia, suponen que la relación con Petraeus iba más allá de los furtivos cuadrantes de lo extramarital.
Resulta prematuro para saber qué tipo de información se deslizó entre las sábanas, y a quiénes llegó.
La aparición en escena del comandante de las fuerzas estadounidenses en Afganistán, general John Allen , y de Jill Kelley, enlace en Florida del Departamento de Estado con el comando especial que dirigía Petraeus, no hacen más que complicar la situación, como quiera que ellos también intercambiaron correos enviados por Broadwell .
Allen era el principal candidato para asumir el comando general de las fuerzas de la OTAN en momentos de alta tensión con Irán por el tema nuclear, y el ambiente de inestabilidad en Siria y sus efectos sobre Israel y Turquía, aliados de Washington.
Su nominación ha quedado suspendida, pese a que el Departamento de Estado ha negado que Allen esté comprometido en los hechos de infidelidad, lo que obligaría a ser separado y retirado del cargo tal como lo estipula la doctrina militar estadounidense.
Si bien Obama había expresado su deseo de recomponer el equipo de seguridad, sobre todo ante la necesidad de reducir el gasto militar después de la retirada de sus tropas de Irak y Afganistán, este escándalo se convierte en "material de guerra" para los republicanos, aún con la resaca de la derrota presidencial hace 10 días.
Petraeus, el general de cuatro estrellas que de civil fungió como espía, aceptó comparecer ante el Congreso para explicar los hechos de Bengasi, pero habrá que esperar su biografía para entender cómo fue que el "rey David" terminó su fulgurante carrera militar bajo el fuego cruzado, no de los terroristas, sino de su amante.
Sus guerras amorosas en el triángulo íntimo que armó con su biógrafa personal, Paula Broadwell , ya traspasaron las fronteras y amenazan con derribar los muros diplomáticos y políticos con que el presidente Barack Obama ha manejado hasta ahora este espinoso tema.
No exento del toque "farandulesco" que siempre aparece en los entretelones de las historias de poder e infidelidad en Estados Unidos, en el caso de Petraeus el asunto está lejos de agotarse en el enjambre de las cámaras ni en los relatos entre sábanas.
El General, bautizado por sus más cercanos colaboradores en Irak y Afganistán como el "rey David", tiene suficiente información clasificada como para hacer tambalear a sus enemigos, pero sobre todo, a su propio país.
Pocos como Petraeus conocen en detalle toda la estrategia militar y de inteligencia que Estados Unidos ha desplegado no sólo en esos dos países, sino en Medio Oriente, Irán y Siria, donde Washington ha tenido y tiene intereses estratégicos.
La muerte de Christopher Stevens , embajador de Estados Unidos en Bengasi (Libia), donde murieron otros tres americanos, dos de ellos adscritos a la CIA, es apenas un escalón de una larga cadena de episodios en los que Estados Unidos ha comprometido su seguridad y su liderazgo internacional.
El hallazgo de material clasificado en la residencia de Broadwell, sumado a las declaraciones que ésta entregó unas semanas antes de información militar que hablaba sobre detenciones arbitrarias en Libia, suponen que la relación con Petraeus iba más allá de los furtivos cuadrantes de lo extramarital.
Resulta prematuro para saber qué tipo de información se deslizó entre las sábanas, y a quiénes llegó.
La aparición en escena del comandante de las fuerzas estadounidenses en Afganistán, general John Allen , y de Jill Kelley, enlace en Florida del Departamento de Estado con el comando especial que dirigía Petraeus, no hacen más que complicar la situación, como quiera que ellos también intercambiaron correos enviados por Broadwell .
Allen era el principal candidato para asumir el comando general de las fuerzas de la OTAN en momentos de alta tensión con Irán por el tema nuclear, y el ambiente de inestabilidad en Siria y sus efectos sobre Israel y Turquía, aliados de Washington.
Su nominación ha quedado suspendida, pese a que el Departamento de Estado ha negado que Allen esté comprometido en los hechos de infidelidad, lo que obligaría a ser separado y retirado del cargo tal como lo estipula la doctrina militar estadounidense.
Si bien Obama había expresado su deseo de recomponer el equipo de seguridad, sobre todo ante la necesidad de reducir el gasto militar después de la retirada de sus tropas de Irak y Afganistán, este escándalo se convierte en "material de guerra" para los republicanos, aún con la resaca de la derrota presidencial hace 10 días.
Petraeus, el general de cuatro estrellas que de civil fungió como espía, aceptó comparecer ante el Congreso para explicar los hechos de Bengasi, pero habrá que esperar su biografía para entender cómo fue que el "rey David" terminó su fulgurante carrera militar bajo el fuego cruzado, no de los terroristas, sino de su amante.
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