Blog de Víctor José López /Periodista

lunes, 12 de noviembre de 2012

El “Kacerolazo” en Argentina


El Kacerolazo en Argentina

La Presidenta Cristina Fernández de Kirchner pasa por su peor momento desde cuando fue reelegida en octubre de 2011. Su favorabilidad está en el 28 % y en las calles gritan "no más". Economía, en el abismo.

EL COLOMBIANO | Publicado el 12 de noviembre de 2012
A poco más de un año de su elección, la Presidenta de Argentina, Cristina Fernández de Kirchner, comienza a sentir el sol a sus espaldas. Y de no tomar medidas urgentes terminará por quemarla, y con ella, al resto del kirchnerismo que dice representar.

El "Kacerolazo" (con K de Kirchner) del pasado jueves 8 de noviembre (8N) en las principales ciudades argentinas, pero con latido propio en Buenos Aires, advierten del divorcio entre el Gobierno y sus gobernados.

Los hechos hablan por sí solos. No son "inventos de la oposición" ni la persecución de la "oligarquía argentina", como la Presidenta dice, sino sus propios desaciertos y una alta dosis de arrogancia y soberbia política las que ahora descomponen vertiginosamente su genio y figura.

Los cientos de miles de manifestantes que se tomaron las calles argentinas no estaban allí representando un partido político, aunque deberían pensar en conformarlo, porque la respuesta a sus clamores volvieron a caer en los aposentos del silencio que ahora rodean la Casa Rosada.

El tamaño de la sordera de la Presidenta Fernández con los problemas internos, contrasta con el amplio radar internacional con el que se mantiene tan bien informada.

No de otra forma se explica que un día después del sonoro y multitudinario "Kacerolazo", la señora Cristina se refiriera a "un hecho histórico sucedido el día anterior", pero haciendo alusión al Congreso del Partido Comunista Chino, que estaba reunido en Pekín, definiendo al sucesor de Hu Jintao, otro de esos dictadores que a ella tanto le gustan y necesita como aliados para esconder parte de la profunda crisis económica que socava el futuro argentino.

La recesión ha hecho "migas" con la alta inflación que padecen el país, y las restricciones a la tenencia de dólares ha vestido la crisis con el traje que menos quieren desempolvar los argentinos: el corralito.

Las manifestaciones ciudadanas de los últimos cinco meses, lideradas por los jóvenes a través de las redes sociales, están adobadas por los altos índices de inseguridad, los escándalos de corrupción en lo más alto del poder, los ataques a la libertad de expresión, la manipulación de la justicia y, por si hacía falta algo, por la intención del kircherismo de cambiar la Constitución para reelegir para un tercer mandato a la Presidenta Fernández.

Cualquier parecido con lo que viene pasando en Venezuela y puede pasar en Ecuador no es mera coincidencia. Hace parte del libreto socialista del siglo XXI y tiene billetera propia: el petróleo.

Ahora, como el avestruz, el Gobierno no quiere reconocer nada. Para Cristina Fernández sólo existe una realidad: ella misma. Todo lo demás es conspiración, intereses de la oligarquía, planes de intervencionismo de países extranjeros y la rabia de los poderes mediáticos, encabezados por el Grupo Clarín, según el oficialismo.

Ese cuento también es conocido.

La Presidenta parece atrapada en el pasado y gobernando en cuerpo ajeno. La figura de su fallecido esposo Néstor Kirchner sigue teniendo un peso muy alto y no la deja ver más allá de las paredes de la Casa Rosada.

Su gabinete fue hecho a la medida de sus necesidades individuales y nadie le habla del otro país, de esa Argentina que si bien la eligió con el 54 por ciento de los votos, ahora se lanza a las calles para pedir cambios.

El nivel de favorabilidad de la Presidenta es del 28 por ciento y el negativo de 43.

Eso no es posible desconocerlo. Más vale un "Cacerolazo" a tiempo, Presidenta K.

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