EL BLOG DE EZEQUIEL Quien se equivoca soy yo

Nos hemos acostumbrado a que el Estado, el partido y el gobierno son uno solo, indivisible, inauditable, indiscutible, que ejerce todo su poderío en contra nuestra, simplemente porque puede, porque nadie lo detiene en su accionar.
Nos hemos acostumbrado a que no existan contendores o contrarios a quien derrotar, sino enemigos que deben ser borrados, aniquilados, pulverizados; a no ver en el otro alguien a quien convalidar, sino alguien a quien anular.
Nos hemos acostumbrado al vilipendio, la difamación y la violación de la intimidad por parte de quien detenta el poder y al desánimo, el desaliento y la desesperanza de quienes se oponen a sus designios.
Nos hemos acostumbrado a la escasez, a no tener lo que deseamos o – lo que es aún peor – a no desear nada pues sabemos que no lo tendremos; a que nos den migajas del tesoro nacional como quien pide limosna en las escaleras fuera de la catedral.
Nos hemos acostumbrado a hablar bajito, casi apagado, no para no molestar al vecino, sino para que éste no sepa lo que verdaderamente pensamos; nos hemos acostumbrado al silencio de las calles, de las casas, de propios y ajenos.
Nos hemos acostumbrado a que las normas se violenten, a que la demanda de su cumplimiento sea una afrenta; nos hemos acostumbrado a que los órganos de justicia sean ejecutores de mandatos personales y no garantes de igualdad.
Nos hemos acostumbrado a las noches en casa, encerrados, temerosos, resguardados, mientras la libertad de la calle es detentada sólo por delincuentes que se escudan tras la adhesión a una parcialidad política, pero accionan contra todos por igual.
Nos hemos acostumbrado a que el poder se escriba en minúscula, pero también a que se ejerza en mayúscula; a que los empleados públicos sean instrumentos de dicho poder y no servidores de quienes los empleamos.
El que está equivocado soy yo – sin dudas – pues no me acostumbro a que a todo esto ya nos hayamos acostumbrado.