Haciendo
a un lado la discusión acerca de fraude electoral en el escrutinio de
votos, existe una verdad innegable que signa el proceso que llevó a los
resultados electorales del 7 de Octubre: todos los recursos del Estado
fueron puestos al servicio de la candidatura de la Patria, lo que se
traduce en que ese “triunfo” electoral se debió a todos los dólares
disponibles para tales fines, toda la capacidad económica del sector
público del país estuvo al servicio de esta reelección; y esto quiere
decir que fue un gran fraude y por tanto delito, ya que fueron los
bienes del 100% de los venezolanos los que se usaron para silenciar a no
menos del 44% de ellos. En pocas palabras: el cochino dólar capitalista
reinstauró al socialismo. El capitalismo salvaje al socialismo salvaje.
Abundan
las historias de la compra de votos, del pago a los motorizados, a los
votantes etcétera, pero esta no es la materia que nos debe ocupar. El
grueso de ese ventajismo está en el clientelismo populista que abarca
desde la compra de las conciencias de aquellos que se benefician con las
contrataciones con el Estado y sus adláteres, hasta aquellos que
reciben mendrugos en refugios de los que no han salido en años, pasando
por los que han recibido neveras y televisores de parte de las distintas
dependencias gubernamentales, y por supuesto, por los extorsionados
empleados públicos temerosos de perder su quince y último. Todo el
sistema se sostiene en el imperialista dólar que pagan los odiados
yanquis por nuestro petróleo.
¿Pero
es sostenible este sistema? Difiero de los 8 millones que votaron
apostando a que se seguirán beneficiando de él. Más aún, predigo que
esos mismos 8 millones se tornarán en los más feroces –y quizás
vengativos- críticos de su hoy amado líder. Y tengo razones:
La
situación económica en el cortísimo plazo es en extremo grave,
Venezuela y con ella su gobierno, está al borde de un abismo de
magnitudes pavorosas. La economía del país es más monodependiente de lo
que jamás lo había sido en la Historia. Con el sector privado cada vez
más arrasado, el petróleo es prácticamente la única opción que tiene el
gobierno para continuar comprando lealtades. Pero sabemos que PDVSA está
en grave estado, que lejos de producir los 6 millones de barriles
diarios planificados por el gobierno, produce 2,4 millones, un millón
menos que en 2003. La deuda de la petrolera estatal llegó a la
exorbitante suma de $ 43.000 millones, lo que excluye toda posibilidad
de financiamiento para invertir en su capacidad productora e incrementar
producción. Es posible que las dificultades financieras aceleren su
deterioro y menoscabo en productividad. Así, que –aun si los precios del
crudo se mantienen- las perspectivas de aumentar ingresos lucen
fantasiosas.
Que
se sepa, la deuda pública externa total del país está rondando los
$230.000 millones, grosso modo, el doble del presupuesto nacional. Una
verdadera monstruosidad que pronto tendrá que confrontar el régimen pues
habrá que comenzar a hacer los pagos. Además, el déficit presupuestario
es enorme y este se ha financiado con emisión de deuda (con excelente
utilidad para los intermediarios, por cierto) e incremento de la oferta
de dinero (aumento de la base monetaria). La única forma de compensar
este desajuste es con devaluación, lo que implica más inflación. Como si
esto fuera poco, en días recientes hizo noticia la venta de de 11
toneladas del oro de las reservas para financiar gasto, lo cual puede
indicar –aunque no necesariamente es así- que estamos en liquidación
para mantener el tren de egresos y que no hay acceso a más endeudamiento
(ha trascendido que los mercados de dinero no están muy proclives a
seguir prestándole a Venezuela, y es lógico pues la exposición de los
prestamistas ya es inmensa).
Los
analistas prevén problemas en la economía mundial, ya se sabe que
China, principal locomotora que podría tener el país, apartando a su
primer cliente, EUA, se está desacelerando y ya está tomando medidas de
profundización del capitalismo (mientras aquí pretenden profundizar el
socialismo) para disminuir los efectos negativos de su contracción. Es
obvio que un giro hacia la recesión mundial puede afectar tanto la
demanda como los precios del petróleo.
Lo
anterior revela que 1) existe necesidad de mayores ingresos para
mantener el populismo clientelar, e incluso, el funcionamiento del país,
y ya existe un déficit que no se puede sostener indefinidamente
emitiendo más deuda; 2) que no hay perspectivas de aumentar ingresos y
que –por el contrario- existen altas probabilidades de que los ingresos
regulares disminuyan; y de que 3) es imposible o muy improbable que se
pueda contraer más deuda externa para financiar el régimen dispendioso
imperante hasta la fecha. De hecho, las probabilidades de estado fallido
no son desdeñables. Es posible que en la “doble contabilidad”
existente, en la que la mitad de los ingresos petroleros entran al
Estado pero que de la otra mitad no se conoce el destino, existan
recursos todavía que permitan financiar la orgía revolucionaria, pero de
ser así, no son ilimitados. Se habla de que en algún lugar del planeta
hay un estimado de $ 60.000 millones producto de ese 50% apartado de los
ingresos petroleros. Lo mismo sucede con las reservas de oro, son
finitas. O sea, como es bien sabido, no se puede vivir eternamente en
estado de liquidación.
En
mi opinión, serán necesarias medidas en el muy corto plazo para
enfrentar la gravedad que se avecina. Es muy posible que sea necesario
recurrir a los mismos organismos internacionales del capitalismo tan
rechazados por el régimen. Esto puede significar la necesidad de
instaurar medidas de naturaleza muy traumática para la población. Así
que esos 8 millones que votaron por la fiesta de los millones y las
dádivas del Estado se verán decepcionados y se sentirán burlados;
posiblemente reclamen al gobierno los beneficios que entienden como
derechos adquiridos, y que les fueron prometidos. Esos 8 millones
pedirán las cabezas de los responsables que seguramente serán los
ministros y demás funcionarios expertos que “tienen engañado a su
líder”. Y ante la imposibilidad de satisfacer con dólares a la turba
desengañada y enardecida, no es temerario pensar que al régimen sólo le
reste acudir a la fuerza bruta para reprimir a aquellos que lo
mantuvieron en el poder con sus votos.
Esta
situación es conocida por los “técnicos” del régimen, que por ineptos
que sean (y lo son) saben sumar y restar. Pero evidentemente la decisión
fue agotar los recursos financieros en lograr el primer objetivo de la
revolución en estos momentos: quedarse en Miraflores. Una vez conseguido
esto, verán cómo confrontar el terrible y desesperado estado de la
economía. Un paso a la vez.
Por
supuesto, también existe la posibilidad de que ocurra un milagro. Que
China decida destinar unas decenas de miles de millones de dólares (que
también son finitos) al agujero negro de la revolución bolivariana cuya
fuerza gravitacional ya se ha tragado $ 1.500.000.000.000.000 ($ 1,5
billones). Y la verdad es que ni para China ni para ningún otro país la
situación es indefinidamente sostenible. Así que esto carece de sentido
para ella. Los chinos son hombres de negocios, capitalistas además, de
manera que buscan rendimiento y garantía de acceso a nuestra energía,
por lo tanto, quizás podrían proponer lo único que restará pues ya les
debemos hasta las joyas de la familia: la anexión de nuestro territorio,
y la adopción del cantonés como lengua oficial de Venezuela.
No
es mucho lo que nos separa del abismo, y en ese abismo caeremos todos
los venezolanos, no solamente esos 8 millones de “ingenuos”.
Muchas veces comenté “casi es preferible que caigamos en el abismo que encontraremos de la mano del verdadero responsable que con Henrique Capriles en Miraflores, quien sería responsabilizado del crimen”.
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