Al
escuchar estas frases confieso haber sentido una suerte de refrescante y
- a la vez - perverso alivio; tal vez por lo introspectivas que
resultaban dichas sentencias a mis oídos... quizás debido a que emanaban
de altos funcionarios del propio gobierno que constantemente nos
recuerdan que lo que vemos no es y lo que es no es lo que vemos... por
ahí porque resumían lo que con cuantiosa palabrería tantas veces había
querido comunicar: esto es lo que hay... ¡qué cagada!
El
poder de síntesis de sus autores - el hoy vicepresidente Maduro y el
desempleado Izarra - resultaba sorprendente, asombroso, perfecto. Existe
una máxima en el periodismo que dicta que un buen profesional de este
oficio debe poder escribir la historia del mundo en no más de una
cuartilla. Maduro e Izarra habían logrado contar la historia de este
proceso en menos de 30 caracteres, mostrando una economía y asertividad
del lenguaje impensable en un país tan acostumbrado al exceso y al
derroche.
Por
unos breves instantes, ambos personajes se transfiguraron en crítica y
justificación, en la indolencia incapaz y las irresueltas necesidades,
en gritos acallados y silencios desesperados. Como si se tratara de la
visión panóptica de Daneri frente al Aleph, aquella tarde de un
septiembre electoral en Catia, Maduro e Izarra desnudaron la relación
que los ciudadanos habitualmente tenemos con el poder en tiempos de
revolución con un pedestre pero muy sonoro, "Esto es lo que hay... ¡Qué
cagada!"
No hay comentarios:
Publicar un comentario