Vivo
en una patria nueva, desconocida, inciertamente transfigurada por el
quehacer de unos pocos; una patria a la que lamentablemente aún no llega
su primavera.
Vivo
en una patria nueva, con un futuro hipotecado y presente negociado; una
patria que huele a ajena, a maletín viajero, a contenedor descompuesto,
a guayabera.
Vivo
en una patria nueva, injustamente formada, ilegalmente conducida; con
un Estado torcido y un Derecho retorcido, que sorprendería a cualquiera.
Vivo
en una patria nueva, donde en el cuartel manda un musiú, en la calle un
funcionario y en la cárcel un pran; una patria gobernada por pistola,
chequera y charreteras.
Vivo
en una patria nueva, con fines de semana sangrientos y morgues que no
se dan abasto; una patria en la que más cuesta la bala que la vida que
cercena.
Vivo
en una patria nueva, donde la escuela ya no es escuela y sirve como
centro de una comuna que no es comuna; una patria sin velero y que al
parecer ya olvidó La Vela.
Vivo
en una patria nueva, que nos invita a marcharnos si su rumbo no
compartimos; una patria inhóspita, desentendida, que a sus hijos el
destierro les desea.
Vivo
en una patria nueva, plagada de los múltiples y variopintos problemas
que hasta ella nos trajeron y a la que pareciera no sonreírle La
Providencia tan siquiera.
Vivo
en una patria nueva, en la que unos creen y otros con cambiar sueñan;
una patria que está por hacerse, inacabada, que a diario se nos
reinventa.
Vivo en una patria nueva, pero de seguro ése es el problema.
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