Blog de Víctor José López /Periodista

martes, 6 de marzo de 2012

GERVER TORRES: Hacia la transición democrática ¿SE DERRAMARÁ SANGRE?

¿Será pacifica o violenta la transición hacia un nuevo gobierno en Venezuela? La pregunta emerge en casi toda conversación sobre el futuro político del país. Quienes creen difícil que pueda haber una transición pacifica aportan argumentos de peso a la discusión: ¿dónde se ha visto que una “revolución” entregue el poder democráticamente, a través de una elección? ¿Cómo van los distintos grupos de poder que se han desarrollado en Venezuela durante los últimos años, esto es, los cubanos, los iraníes, los rusos, los narco generales, los boliburgueses, pare usted de contar, cómo van a aceptar la entrega tranquila y pacifica de este botín, o de esta tierra de nadie en la que hoy operan a sus anchas? ¿A dónde se va a ir toda esa gente que ha cometido cualquier cantidad de delitos? Es mucho lo que se están jugando y no se lo pueden dejar quitar tan fácilmente.

Algunas veces, la argumentación va incluso más allá y concluye que, en la medida en que esos sectoresque controlan el poder comiencen a anticipar la posibilidad de perderlo, desencadenaran procesos que conducirán de una forma u otra a la violencia. Esos actores, esos grupos de poder, desataran esas dinámicas, incluso al margen del jefe máximo del régimen; lo quiera éste o no. No hay manera pues de salir de esta situación sin derramamiento de sangre; sin unos cuantos muertos. Es la conclusión.

Por mi parte, veo posible un escenario de transición pacifica. Para imaginarlo hay que empezar por corregir un error que cometemos a menudo cuando pensamos el futuro; y es que hacemos una proyección lineal desde donde estamos hoy a donde podríamos estar, digamos, el 7 de octubre. Una proyección lineal que prescinde de las dinámicas y procesos que se van desatando del momento uno al momento dos y que van cambiando la correlación de fuerzas entre los diferentes actores de poder, de manera tal que cuando llegamos al momento dos, esa correlación es totalmente distinta a la que existía en el momento uno. Así, cometemos el error de imaginarnos los grupos de poder tal como están conformados hoy, haciéndole frente, por ejemplo, a una derrota electoral el 7 de octubre.

En verdad, lo que cabe esperar que ocurra es que en la medida en que las fuerzas democráticas avancen en la creación de una amenaza creíble de triunfo y acceso al poder, los factores del régimen comiencen a resquebrajarse, a desarticularse. Los saltos de talanquera, los puentes hacia la oposición, el simple abandono del país de connotados personajes del régimen se ponen a la orden del día. El régimen se debilita, implosiona, y al final, una manera decente de darse sepultura a si mismo es la vía electoral, democrática; no por deseo sino por necesidad. Al final, el régimen se entrega, no porque no hubiera querido hacer otra cosa, sino porque ya no tiene fuerzas sino para eso, para entregar pacíficamente el poder. La enorme movilización del 12 de febrero puso en marcha ese proceso. Una dirección sabia de los líderes democráticos podría llevar a feliz término una transición pacifica. No está garantizada, pero luce posible.

El socialismo del siglo XXI podría derrumbarse sin violencia. Se derrumbó la Unión Soviética sin violencia. Se derrumbó el muro de Berlín sin violencia, ¿Por qué no puede derrumbarse el socialismo del siglo XXI sin violencia?

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