El pasado fin de semana nacía en Caracas la CELAC (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños), que podría acabar siendo un caso más en la incesante y reciente creación de siglas en América Latina. Un proceso producto de la emergencia del mundo iberoamericano en la escena internacional y de la globalización creciente de las relaciones internacionales; lo que un observador diplomático norteamericano, nada complaciente, calificaba de “epidemia latinoamericana de organizaciones alfabéticas”.
Pero la CELAC pretende mucho más que ser un foro de debate. Su gran promotor, el presidente venezolano Hugo Chávez, secundado por sus lugartenientes de cámara, Rafael Correa de Ecuador y Evo Morales de Bolivia, pretende arruinar la existencia de la OEA (Organización de Estados Americanos), que domina Estados Unidos, pero que no figura —como tampoco Canadá— en el cónclave, de acuerdo con la propia denominación del nuevo club internacional.
Pero aun suponiendo que el llamado eje bolivariano —Venezuela, Ecuador, Bolivia y Nicaragua— logre atraer en alguna medida a Brasil y Argentina a esa gran demostración de pannacionalismo regional, no faltan los amigos de Washington como Colombia, cuyo presidente Juan Manuel Santos, tuvo buen cuidado de recalcar que la agrupación no estaba pensada para obrar contra nadie, posición a la que se suman cuando menos México, Chile, más gran parte de Centroamérica y el Caribe.
La Declaración y el Plan de Acción de Caracas, aprobados por los 33 países miembros, constituyen apenas un acuerdo de mínimos, con la obligada repetición de mantras —aunque sin duda justificadísimos— como el rechazo del bloqueo norteamericano a Cuba; el respaldo a Argentina en la disputa con Gran Bretaña por las Malvinas; y la exhortación a avanzar en la integración política, económica, social y cultural, apartado este último especialmente complejo, puesto que además de las lenguas española y portuguesa hay que contar con el inglés de la mayor parte de Estados caribeños.
La cumbre ha sido, en realidad, un preestreno, que deja la discusión de lo sustantivo para el futuro. ¿Qué será la CELAC: solo un foro de debate o una organización institucionalizada, con medios de acción propios? Parece más probable lo primero. Pero solo entonces sabremos para qué sirven estas nuevas siglas.
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