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Víctor José López
Los
caraqueños amanecimos este domingo 19 de agosto igual que hemos vivido
últimamente: hurgando en la basura de las redes sociales unos, y otros buscando
qué comer en los ditritos y restos en los estercoleros de la ciudad.
Todos buscando
la respuesta a lo que va a pasar.
El primer
grupo se extiende y ocupa la nación con situaciones dramáticas, es una mayoría
que no sabe qué comer, donde encontrará qué comer y qué deben hacer para poder
comer.
Es la nación miserable, la del ciudadano
desamparado.
Otros
hurgan para encontrar respuestas a la situación generada luego del galimatías
de Nicolás Maduro.
No vemos
soluciones a la desesperanza creada.
Hay dos
posiciones: una es el paro para el martes 21, y otra la rebelión y la
desobediencia. Para que el paro o la huelga es necesario que exista el
liderazgo. Líderes que tracen en el plano de la lucha tácticas y estrategia,
logística y comunicación.
Por
ahora, no los vemos. Me cuentan que “los representantes del pueblo”, los
diputados a la Asamblea, están de vacaciones. Tampoco sabemos si existen los líderes
de la disidencia al régimen porque están sumidos en sepulcral silencio.
La
desobediencia tiene muchas caras y una sola actitud: la individual. Una fase de
la actitud rebelde es la de la rebelión fiscal: negarnos a pagar los impuestos
que Maduro anuncia han de nutrir el defalco al Estado, atraco perpetuado por el régimen hasta
vaciar la teta petrolera que respondía a
las necesidades de la nación.
Otra es
la de tomar la calle en una actitud pacífica, desarmada constitucional y en permanente
protesta pública.
La toma
de la calle encontrará en los colectivos, las fuerzas policiales y militares firmes
aliados al régimen y la acción de protesta, se presentará dolorosa y ruidosa y con efectos
colaterales muy importantes.
En el
basurero del espacio cibernético, en las corrientes comunicacionales del
Twitter, Whatsup, correos, páginas web,
etc… no encontramos la miseria que buscamos para alimentar la interrogante de
“Qué va a pasar” …
La
respuesta, creo yo, deberíamos dárnosla nosotros mismos, no preguntándonos ¿Qué
va a pasar? Pero respondiendo a la pregunta
¿Que vamos a hacer?
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