Blog de Víctor José López /Periodista

lunes, 28 de mayo de 2018

BUSCANDO EN LA OSCURIDAD Y SIN BRÚJULA QUE TE ASISTA Egildo Luján Nava



Formato del Futuro

Difícilmente, hubo un solo hecho relacionado con su particular manera de gobernar y que los seguidores y simples observadores se atrevieran a calificar, bien de manera simplista o ajustada a reflexiones adecuadas, para encontrarle sentido lógico –y hasta de innegable admiración- cuando el fallecido Hugo Chávez optaba por decisiones que, de inmediato, se convertían en motivo de inquietud, satisfacción  o preocupación.

Y eso sucedía, desde luego, porque se atrevía a hacerlo en atención a un hilo conductual, o bien porque el hecho, en sí mismo, se correspondía con el impacto de lo que provocaba una innovadora manera de interrelacionarse con sus seguidores. Por supuesto, no eran pocos los que hasta se atrevían a atribuirle histrionismo procedimental al entonces Presidente, a la vez que se incrementaba la descalificación del dirigente opositor del momento.

Es decir, se hacía algo y el resultado -o efecto- planteaba, dejaba entrever la presencia de una acción expuesta con una finalidad mediana o extrema, capaz de hacer concluir en que, definitivamente, “aquí estamos en presencia de eventos o situaciones que dejan entrever que estos individuos no dan puntadas sin dedal”.

¿Se dan hoy puntadas sin dedal o con dedal?. Nadie lo sabe. Porque lo que sí es evidente, obvio y sorprendente, es que si es cierta la conseja popular de que la administración del Estado la deciden, conducen y capitalizan hasta cuatro diversas tendencias que se mueven entre el Partido Socialista Unido de Venezuela y el Movimiento Somos Venezuela, entonces, habrá que moverse por el terreno de las  probabilidades. Es decir, en el campo de la suposición de que la puntiaguda aguja le pertenece a alguien, y el dedal, definitivamente, no es tal, sino un empedernido promotor de impedimentos, fría y calculadoramente dirigido a obstaculizar el trabajo del neosastre.

¿Y cómo queda el país en ese torneo de rivalidades y que, por ser tales, tienen que moverse entre las sombras?. Por otra parte, ¿cuál es verdaderamente el propósito de pretender conquistar y disponer de más poder, cuando el ejercicio del mismo, antes que convertirse en  motivo para reafirmar seguimientos, simpatías o entusiasmos, termina convirtiéndose en una razón para multiplicar distanciamientos y el rechazo?.

Por lo pronto, y mientras se le trata de encontrar explicación lógica al desenfreno individual y grupal de quienes lucen eternamente insatisfechos, incluso, ante  la gula del ejercicio del poder, día a día, crece de manera impresionante la distancia que distingue la relación entre  los “controladores de tendencias” y los que se autodenominan sus incondicionales seguidores. Porque los llamados líderes, a la vez que se ocupan de no perder fuerza y espacio ante la presencia y participación incansable de sus rivales, ya no saben a qué acudir para no terminar siendo un gris fantasma político, sin nada distinto a qué hacer, a no ser lo  que le facilita la rutina.

Mientras tanto, y para no diferenciarse en extremas proporciones de esa risible realidad, fuera de ese redil, aquellos que dependen públicamente de autoproclamaciones encaminadas a convencer a simples observadores que sus apuestas pudieran dirigirse a la “innegable” alternativa para mañana, sencillamente, también naufragan entre oscuridades. Porque si bien tratan de convencer a los adversarios de las llamadas tendencias dominantes, acerca de la  ventaja que representa no ocuparse de las mismas, de repente, incurren en la práctica de recurrir a una variable que no se distingue en mucho de los que identifican como rivales.

¿Y cómo queda el país ante tales formuladores de propuestas, como ante las mismas ofertas que terminan evidenciando la multiplicación de ambiciones, aunque se diga que no guardan relación con las tendencias gubernamentales?.

Desde luego, es inevitable que aquellos jóvenes y no tan jóvenes que insisten en encontrar una brújula que les permita identificar una ruta para salir de su océano de dudas y confusiones, prefieran optar por la conquista de  Maiquetía. También de la frontera con Colombia, Brasil o algunas  Islas del Caribe, antes que seguir esperando respuestas serias, concretas y productivas de administradores del Estado o de pretendientes de tal posibilidad.

Lo sorprendente es que tales responsables directos o indirectos  de la estampida de venezolanos con formación y capacidad para hacer país y conquistar bienestar fuera de la tierra que le vio nacer, antes que reflexionar y ofrecer su voluntad en favor de Venezuela, sencillamente, celebran el viaje, vociferan  en contra de cualquier posibilidad de regreso. Porque interpretan, desde su absurda valoración del hecho, que aquel que migra era un adversario político o ideológico, cuando lo innegable e indiscutible es que dicho viajero, en realidad, es un talento humano cargado de sabiduría, como  de las ventajas que está poniendo al servicio del país receptor.

Quizás haya muchos o pocos venezolanos que nunca dejarán de hacer comparaciones entre el Presidente que falleció y el que hoy, a su manera, celebra una victoria electoral que lo coloca al frente del Estado venezolano durante otros seis años. Inclusive, que recurra a otros elementos de comparación distintos a la aguja y al dedal del pasado reciente. No obstante, lo cierto es que, mientras se despejan las dudas o formas interpretativas sobre la particular manera como se conduce a Venezuela entre un torneo de procuradores de poder y más poder, millones y millones de venezolanos, por su identidad religiosa, ruegan a Dios que provea alimentos, medicinas, seguridad, educación de calidad, fuentes de trabajo, servicios públicos que superen su feo rostro de infuncionalidad, un país para vivir en paz.

En realidad, nadie sabe si el Creador estaría en disposición de aportar sus manos sagradas, y hacer posible semejante multiplicidad de milagros. Pero sigue siendo la gran alternativa motivadora de más y nueva esperanza, generadora de sueños, como de la necesaria y urgente disposición colectiva de que, si se lo propusieran, venezolanos de bien pudieran estar dispuestos a evitar que a la oscuridad reinante, se le continúe atribuyendo el rol de víctima de aquellos que  dedican 24 horas del día a promover sabotajes. Más allá, desde luego, aun sabiendo que esa otra  oscuridad, la de las decisiones inconclusas, no son hijas del sabotaje, sino del desamor por el país.


Egildo Luján Nava
Coordinador Nacional de Independientes Por el Progreso (IPP)

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