Blog de Víctor José López /Periodista

jueves, 19 de abril de 2018

POBRE VENEZUELA, POBRES VENEZOLANOS Por Leopoldo López Gil.



Tal vez los únicos que no se alarman por la tragedia venezolana son los inquilinos de Miraflores, los cubanos y Zapatero. Unos enajenados, otros por comparación con su propio desastre y otro por pensar que el camino de la ruina nacional es perfectamente justificable como consecuencia ideológica.

Hemos topado con una dirigencia que hace lujo de la insensibilidad tanto como de su total y absoluta incapacidad para siquiera aspirar al bienestar de su pueblo. No se trata de reclamar respeto a nuestra constitución y leyes, tampoco de aspirar a un régimen democrático que permitiera la universalmente aceptada regla de la división de los poderes, no se trata siquiera de exigir un mínimo de honradez puesto que ya nos acostumbraron a su corrupción como modus operandi; se trata de exigir que dejen el exterminio de la población como política de estado y tengan un ápice de humanidad para recuperar algo de compasión para con nuestros conciudadanos y paisanos.

Si algo nos arruga el alma es la lectura de los recientes informes de la Organización de las Naciones  Unidas, por medio de la oficina del Alto Comisionado para los Refugiados que estiman que desde el año 2014 más de un millón y medio de venezolanos han buscado refugio por necesidades alimenticias, medicinales y seguridad en los países vecinos y de El Caribe.

Esta estampida está creando grandes problemas humanitarios en los departamentos  La Guajira, Arauca y Santander de Colombia, así como del Estado Roraima del Brasil, presiones que exigen soluciones urgentes en agua potables, asistencia médica y sanitaria, vacunaciones y sobre todo nutricionales, pues  nuestros compatriotas llegan a esas tierras en un estado famélico. La ausencia de programas de vacunación en Venezuela (se robaron los fondos destinados para ello) ha producido el resurgimiento de enfermedades como el sarampión y la lechina como ya lo confirman las autoridades de los países receptores.

Los enajenados bolivarianos ahora que podrían pedir a los rojitos médicos cubanos que vinieran a asistir, sin cobro de petróleo, no lo hacen pero no dicen ni gracias al Imperio que recientemente aprueba un aporte de 16 millones de dólares que ahora llega a 21 millones si sumamos los aportes del 2017.

Ha llegado el momento de ejercer la diplomacia, no para insultar ni expulsar embajadores, ha llegado el momento de escoger a los mejores negociadores para que, muy humildemente, busquen la mayor ayuda posible para nuestros errantes compatriotas esos que ya superan a los 2 millones en todo el mundo, 700 mil en Colombia, 100 mil en Ecuador, 60 mil en Brasil, 200  mil en España, 50 mil en Italia otros tantos en Portugal, Aruba y Curazao. Programas como la Organización Mundial para las Migraciones ya han presupuestado más de 40 millones de dólares para asistir a esta diáspora y los países receptores de la región.

Es el momento de solicitar a los gobiernos de las naciones que hoy reciben a nuestros hermanos que faciliten el ingreso e inserción a sus sociedades tal como nuestro país lo hizo en el no tan distante pasado. Pidamos ayuda pues no se trata de otra cosa más que de ayuda humanitaria.

A los enajenados sólo les podemos reclamar un gramo de compasión para que faciliten esa ayuda humanitaria que muchos están dispuestos a dar pero ello sólo se vanaglorian al impedirla.

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