Formato del Futuro…
La
Venezuela petrolera perdió su peso influyente en el mercado consumidor, en el
seno de la Opep y en el sistemático debate que se registra globalmente a diario
entre vendedores, compradores y consumidores de dicho recurso energético.
Penosamente,
a ese mismo país, otrora visto como una referencia mundial en materia
energética, merecedor de respeto y hasta de seguimiento en las decisiones que
adoptaba, se le ve como otra cosa.
Y el
primer motivo radica en que se considera inadmisible -y hasta incomprensible-
que el jactancioso país que se permitió fungir fanfarronamente de ser el
benefactor petrolero y paladín continental de las naciones consumidoras de
menores recursos, no es bien visto en el seno de los mismos.
La
siguiente razón es que su escenario de preconcebida influencia,
“Petrocaribe”, conducido con base en el peso de una supuesta
capacidad para atender las necesidades energéticas de sus respectivos pueblos,
sencillamente, están optando por buscar respuestas entre suplidores confiables
y distintos a Venezuela.
Y la peor
es que el garante del suministro de petróleo barato y a pagar algún día, como a
precios de caballo regalado, sencillamente, ahora anda en una extrema
“pelazón”, sin posibilidades de producir, de refinar, de vender y,
mucho menos, de demostrar que sí está en condiciones de garantizar la entrega
de petróleo barato y hasta financiado.
En fin,
lo de la prepotente Venezuela que asumió la nada despreciable responsabilidad
de financiar los “acuerdos” del Foro de Sao Paulo para garantizar la presencia
continental de los desvaríos y objetivos políticos de Cuba y sus influidos
pueblos locales, ya no puede seguir haciendo posible el pago de los necesarios
bozales de arepa imprescindibles para asegurar votos de seguimiento, obediencia
y sumisión. Bien en el seno de la Organización de Estados Americanos o de
instituciones de similar rango.
El tiempo
ha dicho la verdad. Y esa no es otra que, difícilmente, se repetirá lo que ayer
fue posible, cuando hubo dinero en abundancia y libertad para el dispendio. En
otras palabras, reimprimir el comportamiento teniendo como un hecho verdadero:
Venezuela manejándose con autonomía y señorío, cuando quiso salir airosa en sus
protestas o en defensa de seguidores ante los cuestionamientos de países
miembros.
El
panorama ha cambiado para Venezuela. Su producción petrolera se ha reducido
inconteniblemente durante los últimos años. Es vieja historia su
producción de 3.600.000 barriles diarios, como lo exhibía hace 20 años. Su
producción del 2018 es de apenas 1.600.000, y en el panorama no se
avizora nada que haga suponer una detención del desplome.
¿Y el
precio por barril?: lo que cuenta no es si ayer se llegó a vender en 130
dólares o que hoy se mueva entre 56 y 60 dólares. Sí que, en Venezuela, antes
que diseñar estrategias dirigidas a recuperar la extracción y colocación de
crudo abundante en el mercado internacional, lo sobresaliente es que, entre
denuncias y acusaciones de uno y otro grupo, nada extraño sería que el año en curso
concluyera con un centenar de exgerentes petroleros encarcelados
por acusaciones de haber incurrido en supuestos actos de corrupción.
Asimismo,
dado que en el país casi no hay ingresos distintos a los que provee la
actividad petrolera, pesa –y muchísimo- saber que un tercio de su producción
está comprometida con pagos en especies de cierta parte de la deuda externa.
Imposible, entonces, que Venezuela no sea apreciada en una precaria situación
financiera, con una enorme deuda externa. Mucho menos que todo lo que ha sido
atribuido a políticas comunistoides, mala administración y a una galopante
corrupción, también le sea identificado como motivo de la caía de más del 65%
de la producción industrial y agropecuaria del país, además de un nivel de
desempleo que debe andar por el orden de más del 17%.
Por otra
parte, ¿cómo dudar que todo lo que ha sucedido alrededor de la actividad
petrolera es también la causa de la debacle económica que hoy distingue a la
nación, aunada a la desordenada administración que distingue la gestión
pública, incluyendo su particular metodología -si es que se puede calificar
así- de hacer posible que, históricamente, Venezuela sea el primer país
petrolero del mundo que carga con la incontenible tragedia de una
hiperinflación?.
Desde
luego, aguas abajo de lo que es y significa el petróleo para la
nación venezolana, basta con apreciar objetivamente lo que está sucediendo en
dicha actividad industrial, para deducir que existe una inocultable
responsabilidad destructiva de la economía nacional. También que cuando se
habla de inflación en cualquier parte del mundo, el hecho de que el punto
sobresaliente sea focalizado en Venezuela, se corresponde con un fracaso
político inconmensurable de los administradores de hoy, para quienes, moralmente,
se les debería convertir en un no a su pretendida insistencia de permanecer
allí, en los cargos que detentan.
No es
posible ni comprensible que el anterior país boyante, y hoy a merced de los
efectos del hambre y de la hambruna; de la miseria y del continuo
empobrecimiento que impulsa la hiperinflación, insista en seguir siendo un
laboratorio social para continuarle dando puesto y espacios a la improvisación
desde el Estado. Con razón, más del 10% de la población de que disponía el país
hace apenas 36 meses, se encuentre tratando de encontrarle respuestas a su
legítimo derecho a vivir en condiciones dignas, en un universo de más de 90
países.
Hay
soluciones para esta tragedia colectiva venezolana. Y ellas son distintas a la
benevolente respuesta que le han ofrecido algunos países a la diáspora, no
obstante que les está causando un enorme problema como nunca antes visto, y en
esas proporciones y tiempo en este Continente. Pero tales decisiones no son,
definitivamente, el anuncio de una reconversión monetaria, con su
nueva eliminación de 3 ceros al valor del Bolívar, como tampoco la oferta de la
participación del país en el nuevo mercado de la actividad
monetaria con el uso de una moneda digital, el “Petro”.
Eliminarle
tres ceros al valor de la moneda, ya es "Caliche", como se dice en el
argot periodístico venezolano. Viene de atrás. Chávez hizo lo mismo el 17 de
febrero del 2007 con las mismas promovidas intenciones. Y hoy se puede apreciar
el trágico y advertido resultado: una mayor devaluación. Cabe decir que el
valor de un Bolívar de antes del 17 de febrero, hoy, al quitarle nuevamente
tres ceros al actual, registrará un valor de un millón de bolívares. El que
repite errores, no puede obtener sino las mismas consecuencias.
En cuanto
al “Petro” o criptomoneda -que no lo es- se trata de una nueva
simbología tecnológica digital de moneda transaccional que fundamenta su valor
en la palabra anglicana "Trust" o "Confianza" en Español.
No tiene otro valor que el que le asigna o reconoce el usuario basado
únicamente en la confianza. Hoy en el mundo entero hay gran
interés de regular o de garantizar técnicamente la confiabilidad en
este novel sistema de moneda digital que aparenta ser la moneda mundial en el
futuro.
Sin
embargo, en el caso del uso en el país de dicha criptomoneda, lo novedoso es
que le añade una garantía adicional, con base en unas supuestas reservas de
hidrocarburos que se encuentran bajo tierra. A primera vista, parecería
interesante: es una garantía adicional que no ofrece ninguna otra moneda
semejante. Pero eso, no obstante, se ha convertido en motivo para
que emerja un conjunto de planteamientos:
1-Siendo
Venezuela un país calificado negativamente en todos los índices y parámetros
económicos a nivel mundial, incluyendo su proceso hiperinflacionario, además de
ser espacio abierto para devaluaciones, entre otros factores, ¿cómo puede
pretender ser merecedora de esa única y necesaria "confianza" o
"Trust" para lograr su aceptación en el mundo.?
2-Al no
haber sido aprobada la creación de esta criptomoneda(?) por la Asamblea
Nacional y crear dudas a nivel internacional sobre su legalidad, no puede haber
confianza.
3-Al
describir el Gobierno que el dinero recibido por la compra del
"Petro" será usado, en gran parte, para financiar el gasto corriente
y pagar las comisiones que se generen como consecuencia de las mismas
transacciones, nuevamente, añade factores de desconfianza sobre la novel
moneda.
4-Al
anunciar el Gobierno venezolano que en el caso de que el usuario del
"Petro" quiera recuperar su dinero, el Estado se lo comprará en
Bolívares, es decir, haciendo uso del mismo signo monetario al "que
le afeitaron los tres ceros" y a la tasa de cambio oficial, no se
contribuye en nada a crear confianza en esta nueva invención monetaria.
Lo han
dicho la historia y la experiencia de quienes han vivido bajo dicha modalidad:
los errores cometidos especialmente en la economía, no podrán ser corregidos
jamás en un régimen Comunista. Ejemplos tristes están regados por toda la
historia mundial, incluyendo la de América Latina. En los únicos países de la
región con imposición de un régimen comunista, Cuba y Venezuela, son hoy
los dos más pobres de la zona.
Si esa es
la realidad, la solución que se perfila como respuesta inteligente ante las
exigencias del Siglo XXI, es un drástico cambio de rumbo, y el
cual no puede ser otro que la ruta democrática. Se trata de la vida
signada por la libertad económica, la libre empresa, el respeto a la propiedad
privada, la unificación del valor de la moneda y la liberación de
cambio, además de seguridad jurídica y confianza en el Gobierno,
como respaldo en la manera de gobernar.
Egildo
Luján Nava
Coordinador
Nacional de Independientes Por el Progreso (IPP)
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