Blog de Víctor José López /Periodista

lunes, 26 de marzo de 2018

EL "PETRO": ¿CÓSMICO Y MILAGROSO? Egildo Luján Nava

  
Formato del Futuro…

La Venezuela petrolera perdió su peso influyente en el mercado consumidor, en el seno de la Opep y en el sistemático debate que se registra globalmente a diario entre vendedores, compradores y consumidores de dicho recurso energético.

Penosamente, a ese mismo país, otrora visto como una referencia mundial en materia energética, merecedor de respeto y hasta de seguimiento en las decisiones que adoptaba, se le  ve como otra cosa.

Y el primer motivo radica en que se considera inadmisible -y hasta incomprensible- que el jactancioso país que se permitió fungir fanfarronamente de ser el benefactor petrolero y paladín continental de las naciones consumidoras de menores recursos,  no es bien visto en el seno de los mismos.

La siguiente razón es que su escenario de preconcebida influencia, “Petrocaribe”,  conducido con base en el peso de una supuesta capacidad para atender las necesidades energéticas de sus respectivos pueblos, sencillamente, están optando por buscar respuestas entre suplidores confiables y distintos a Venezuela.

Y la peor es que el garante del suministro de petróleo barato y a pagar algún día, como a precios de caballo regalado, sencillamente, ahora anda en una extrema “pelazón”, sin posibilidades de producir, de refinar, de vender  y, mucho menos, de demostrar que sí está en condiciones de garantizar la entrega de petróleo barato y hasta financiado.

En fin, lo de la prepotente Venezuela que asumió la nada despreciable responsabilidad de financiar los “acuerdos” del Foro de Sao Paulo para garantizar la presencia continental de los desvaríos y objetivos políticos de Cuba y sus influidos pueblos locales, ya no puede seguir haciendo posible el pago de los necesarios bozales de arepa imprescindibles para asegurar votos de seguimiento, obediencia y sumisión. Bien en el seno de la Organización de Estados Americanos o de instituciones de similar rango.

El tiempo ha dicho la verdad. Y esa no es otra que, difícilmente, se repetirá lo que ayer fue posible, cuando hubo dinero en abundancia y libertad para el dispendio. En otras palabras, reimprimir el comportamiento teniendo como un hecho verdadero: Venezuela manejándose con autonomía y señorío, cuando quiso salir airosa en sus protestas o en defensa de seguidores ante los cuestionamientos de países miembros.

El panorama ha cambiado para Venezuela. Su producción petrolera se ha reducido inconteniblemente durante  los últimos años. Es vieja historia su producción de 3.600.000 barriles diarios, como lo exhibía hace 20 años. Su producción del 2018 es de apenas  1.600.000, y en el panorama no se avizora nada que haga suponer una detención del desplome.

¿Y el precio por barril?: lo que cuenta no es si ayer se llegó a vender en 130 dólares o que hoy se mueva entre 56 y 60 dólares. Sí que, en Venezuela, antes que diseñar estrategias dirigidas a recuperar la extracción y colocación de crudo abundante en el mercado internacional, lo sobresaliente es que, entre denuncias y acusaciones de uno y otro grupo, nada extraño sería que el año en curso concluyera con un centenar de exgerentes petroleros encarcelados por  acusaciones de haber incurrido en supuestos actos de corrupción.

Asimismo, dado que en el país casi no hay ingresos distintos a los que provee la actividad petrolera, pesa –y muchísimo- saber que un tercio de su producción está comprometida con pagos en especies de cierta parte de la deuda externa. Imposible, entonces, que Venezuela no sea apreciada en una precaria situación financiera, con una enorme deuda externa. Mucho menos que todo lo que ha sido atribuido a políticas comunistoides, mala administración y a una galopante corrupción, también le sea identificado como motivo de la caía de más del 65% de la producción industrial y agropecuaria del país, además de un nivel de desempleo que debe andar por el orden de más del 17%.

Por otra parte, ¿cómo dudar que todo lo que ha sucedido alrededor de la actividad petrolera es también la causa de la debacle económica que hoy distingue a la nación, aunada a la desordenada administración que distingue la gestión pública, incluyendo su particular metodología -si es que se puede calificar así- de hacer posible que, históricamente, Venezuela sea el primer país petrolero del mundo que carga con la incontenible tragedia de una hiperinflación?.

Desde luego, aguas abajo de  lo que es y significa el petróleo para la nación venezolana, basta con apreciar objetivamente lo que está sucediendo en dicha actividad industrial, para deducir que existe una inocultable responsabilidad destructiva de la economía nacional. También que cuando se habla de inflación en cualquier parte del mundo, el hecho de que el punto sobresaliente sea focalizado en Venezuela, se corresponde con un fracaso político inconmensurable de los administradores de hoy, para quienes, moralmente, se les debería convertir en un no a su pretendida insistencia de permanecer allí, en los cargos que detentan.

No es posible ni comprensible que el anterior país boyante, y hoy a merced de los efectos del hambre y de la hambruna; de la miseria y del continuo empobrecimiento que impulsa la hiperinflación, insista en seguir siendo un laboratorio social para continuarle dando puesto y espacios a la improvisación desde el Estado. Con razón, más del 10% de la población de que disponía el país hace apenas 36 meses, se encuentre tratando de encontrarle respuestas a su legítimo derecho a vivir en condiciones dignas, en un universo de más de 90 países.

Hay soluciones para esta tragedia colectiva venezolana. Y ellas son distintas a la benevolente respuesta que le han ofrecido algunos países a la diáspora, no obstante que les está causando un enorme problema como nunca antes visto, y en esas proporciones y tiempo en este Continente. Pero tales decisiones no son, definitivamente, el anuncio de una reconversión  monetaria, con su nueva eliminación de 3 ceros al valor del Bolívar, como tampoco la oferta de la participación  del país en el nuevo mercado de la actividad monetaria  con el uso de una moneda digital, el “Petro”.

Eliminarle tres ceros al valor de la moneda, ya es "Caliche", como se dice en el argot periodístico venezolano. Viene de atrás. Chávez hizo lo mismo el 17 de febrero del 2007 con las mismas promovidas intenciones. Y hoy se puede apreciar el trágico y advertido resultado: una mayor devaluación. Cabe decir que el valor de un Bolívar de antes del 17 de febrero, hoy, al quitarle nuevamente tres ceros al actual, registrará un valor de un millón de bolívares. El que repite errores, no puede obtener sino las mismas consecuencias.

En cuanto al “Petro” o criptomoneda -que no lo es-  se trata de una nueva simbología tecnológica digital de moneda transaccional que fundamenta su valor en la palabra anglicana "Trust" o "Confianza" en Español. No tiene otro valor que el que le asigna o reconoce el usuario basado únicamente en la confianza. Hoy en el mundo entero hay gran interés  de regular o de garantizar técnicamente la confiabilidad en este novel sistema de moneda digital que aparenta ser la moneda mundial en el futuro.

Sin embargo, en el caso del uso en el país de dicha criptomoneda, lo novedoso es que le añade una garantía adicional, con base en unas supuestas reservas de hidrocarburos que se encuentran bajo tierra. A primera vista, parecería interesante: es una garantía adicional que no ofrece ninguna otra moneda semejante. Pero eso, no obstante, se ha convertido en motivo para que  emerja un conjunto de planteamientos:   
                   
 1-Siendo Venezuela un país calificado negativamente en todos los índices y parámetros económicos a nivel mundial, incluyendo su proceso hiperinflacionario, además de ser espacio abierto para devaluaciones, entre otros factores, ¿cómo puede pretender ser merecedora de esa única y necesaria "confianza" o "Trust" para lograr su aceptación en el mundo.?

2-Al no haber sido aprobada la creación de esta criptomoneda(?) por la Asamblea Nacional y crear dudas a nivel internacional sobre su legalidad, no puede haber confianza.

3-Al describir el Gobierno que el dinero recibido por la compra del "Petro" será usado, en gran parte, para financiar el gasto corriente y pagar las comisiones que se generen como consecuencia de las mismas transacciones, nuevamente, añade factores de desconfianza sobre la novel moneda.

4-Al anunciar el Gobierno venezolano que en el caso de que el usuario del "Petro" quiera recuperar su dinero, el Estado se lo comprará en Bolívares, es decir, haciendo uso del mismo signo monetario al  "que le afeitaron los tres ceros" y a la tasa de cambio oficial, no se contribuye en nada a crear confianza en esta nueva invención monetaria.

Lo han dicho la historia y la experiencia de quienes han vivido bajo dicha modalidad: los errores cometidos especialmente en la economía, no podrán ser corregidos jamás en un régimen Comunista. Ejemplos tristes están regados por toda la historia mundial, incluyendo la de América Latina. En los únicos países de la región con imposición de un régimen comunista, Cuba y Venezuela, son hoy los dos más pobres de la zona.

Si esa es la realidad, la solución que se perfila como respuesta inteligente ante las exigencias del Siglo XXI, es un drástico cambio de rumbo, y el cual  no puede ser otro que la ruta democrática. Se trata de la vida signada por la libertad económica, la libre empresa, el respeto a la propiedad privada, la unificación del valor de la moneda y la liberación de cambio,  además de seguridad jurídica y confianza en el Gobierno, como respaldo en la manera de gobernar.

Egildo Luján Nava
Coordinador Nacional de Independientes Por el Progreso (IPP)

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