Blog de Víctor José López /Periodista

lunes, 14 de agosto de 2017

EJILDO LUJÁN NAVA EL BOLÍVAR CONVERTIDO EN POLVO CÓSMICO


“No hay peor ciego que aquel que no quiere ver “
Dicho popular castizo

                                                                                        Formato del Futuro…

No fueron los grupos de la oposición ni los opositores individualmente, como él habría querido, después de convertirlo en amenaza público-dominical. Ninguno de ellos terminó transformado en polvo cósmico, entonces, como lo planteó en su momento estelar el ya desaparecido Hugo Chávez Frías. Fue el Bolívar. La moneda referencial de la idolatrada figura del Padre Libertador y que hoy, definitivamente, en su acuñación metálica es adquirida en kilogramo para su fundición y conversión en un valor transable. Porque es para lo único que sirve. Lo adicional es que, con el Bolívar en esas condiciones, Venezuela debutó en el escenario de las hiperinflaciones del Siglo XXI. 

Por supuesto, es de esas peculiaridades nacidas a la luz de un llamado proceso revolucionario, y que, como en el caso de la escasez de medicinas, de equipos médicos y de alimentos, no cuenta a nivel gubernamental. Allí lo que priva y es importante, es el funcionamiento a manos alzadas y boca cerrada de un grupo de 540 venezolanos que, por autonombramiento y autodecisión, ha decidido convertir un cacareado acto partidista en un hecho histórico: el remozamiento, modificación, adecuación –o lo que se les ocurra- de la Constitución vigente desde 1999, amén de la adopción de medidas cuya relación costo-beneficio es tan misterioso, como lo que esconden las cifras relacionadas con la verdad económica nacional y que dejó de publicar el Banco Central de Venezuela desde hace más de un par de años.

Tan verdadera es tal indiferencia administrativa del Estado con relación a las necesidades y penurias colectivas, que con ese polvo cósmico en condición de avanzada destructiva, nadie, entre decenas de ministerios, de ministros,  de viceministros y de una burocracia infinita -con asesores externos incluidos- se ha paseado por los alcances de lo expuesto a nivel internacional por el Profesor Steve Hanke, titular de economía de la Universidad John Hopkins y director del proyecto de Monedas en Problemas, del Instituto Cato de Washington. El, valiéndose de su Tabla Hanke-Krus de la Hiperinflación Mundial, ha demostrado cómo fue que Venezuela entró en hiperinflación el pasado 3 de diciembre de 2016.

Sobre hiperinflación aquí nadie habla. Pero cada venezolano la siente en su bolsillo. Dolorosamente, la sufren con más dureza aquellos que dependen de un salario devaluado, de una pensión sometida a la fuerza de barrotes restrictivos o de una jubilación huérfana de sus derechos a bonos de alimentación o similares.

Son todos ellos, esos grupos de venezolanos, incluyendo los que deben sobrevivir en la economía informal, los que sí saben qué es esa especie de “neobolívar nacida, para variar, entre conos monetarios sometidos a vaivenes administrativos. Polvo cósmico puro; puro polvo cósmico: madre y padre de la obligación de procurar modelos de prenda de vestir sujeta a dos conceptos: que permita llevarlas a quienes perdieron hasta dos tallas o poco más de 9 kilogramos de peso en los últimos 20 meses, pero que, además, faciliten el traslado de paquetes de billetes, sin desvirtuar el factor estético de la vestimenta.

Es que tantas veces ha sido devaluada la moneda de curso legal, que en sólo pocos años hasta agosto de 2017, prácticamente, ha perdido su valor real. Cualquier comparación monetaria lo demuestra y certifica.  En relación con el dólar, de su valor base de 4,30 bolívares comparativamente con el último precio oficial del Dicom a 2.900.000 bolívares, resulta suficiente en esa conocida demostración; esa que se apoya en la realización de una supuesta subasta que, al final, ha terminado dándole paso a una figura de asignación, como a otro valor tan alto e impensable y en una cantidad que, por lo general, ni se acerca a la  cantidad solicitada para la compra.

Ni qué decir ni poder demostrar de lo que sucede, cuando los mortales ajenos a subastas deben acudir a otra de las opciones que se dan en el mercado donde se mueve el cambio, para terminar obligados a tener que usar hasta casi 11 mil bolívares para adquirir un dólar.

En el medio de esta tormenta devaluacionista, es inevitable que se haga presente el recuerdo de que, estando al mando Hugo Chávez Frías, se le eliminaron tres ceros al valor del Bolívar para facilitar el manejo numérico de las cantidades y para disfrazar macro devaluaciones con la complicidad sumisa de la institución que debía impedirlo, el Banco Central de Venezuela.

Los venezolanos que viven y dependen del uso de  bolívares devaluados, no tienen hoy otra alternativa que fantasear con una y otra ilusión monetaria atada a esta multimillonaria devaluación, como a aumentos salariales convertidos en una unilateral costumbre política. Calificada por muchos de tan grotesca, como el hecho de que, en el caso de algunos billetes, el papel y la impresión del mismo billete tienen más valor de costo que el valor necesario para la transacción. Tan injustificado, adicionalmente, como aceptar la realidad de vivir en un país que  alguna vez se le llegó a considerar como el más rico de la América, y que ha pasado a ser el más pobre y desabastecido. Al punto de que ya es natural apreciar a ciudadanos, especialmente niños, mendigando y hurgando en la basura en procura de algo para comer.

Investigadores y académicos tratan de radiografiar el origen y efectos de dicha situación. Pero estadísticas y análisis numéricos lucen débiles ante lo que, además, también rebasó las apreciaciones de que es un fenómeno político. Porque la verdad es que esto ya no es un problema de cálculos o de estudios socioeconómicos ni mucho menos político. Es una tragedia. Un grave problema social que está afectando a todos los venezolanos, por igual. Si se quiere, es un severo y exigente cuadro que registra toda una compleja problemática de la familia venezolana.

Por supuesto, al tratarse de un problema familiar, lo ideal hoy sería que, como familia al fin, se produzca una unidad capaz de solventar y solucionar la enfermedad colectiva que viven más de 30 millones de ciudadanos. Que los venezolanos en disputa se unan para combatir y contrarrestar las causas de aquello que les distancia y coloca en posiciones de confrontación. De hecho, es ese el alcance de la mayoría de las expresiones de solidaridad que hoy se producen en diferentes partes del mundo cuando se ocupan del caso venezolano, y concluyen llamando a dialogar a los “hermanos venezolanos”.

No debería ser y no se debería permitir ni aceptar que una expresión minoritaria de las partes en discordia, continúen anteponiendo intereses particulares o resquemores personales, ante la desgracia y el sufrimiento de millones de compatriotas. Porque lo cierto es que la mayoría de los venezolanos quiere vivir en paz, solucionar problemas, terminar con la polarización, ceñirse a la convivencia en un ambiente de respeto personal; de acatar y cumplir con lo que establece el imperio de la ley. En fin, recuperar posibilidades de convivencia que se traduzcan en condiciones para alcanzar progreso y calidad de vida.

¡Calma y cordura!, decía ayer el para entonces Presidente Eleazar López Contreras, cuando él y sus gobernados debían enfrentar un momento difícil. Y si hoy hubiera que construir una nueva expresión de semejante sabiduría histórica, no podría ser otra que aquella que sea capaz de recordar que la hermandad entre venezolanos no es una circunstancia ni un accidente emocional. Por el contrario, es la más pura manifestación de una relación afectiva que se dio, se reafirmó y se desarrolló a la par de una riqueza cultural producida por la hermosura de un mestizaje inicial, al cual, poco a poco, se le sumaron todas y cada una de las expresiones de los bienvenidos nacidos en centenares de lugares la Tierra.

Egildo Luján Nava
Coordinador Nacional de Independientes Por el Progreso (IPP


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