“No hay
peor ciego que aquel que no quiere ver “
Dicho
popular castizo
Formato
del Futuro…
No fueron
los grupos de la oposición ni los opositores individualmente, como él habría
querido, después de convertirlo en amenaza público-dominical. Ninguno de ellos
terminó transformado en polvo cósmico, entonces, como lo planteó en su momento
estelar el ya desaparecido Hugo Chávez Frías. Fue el Bolívar. La moneda
referencial de la idolatrada figura del Padre Libertador y que hoy,
definitivamente, en su acuñación metálica es adquirida en kilogramo para su
fundición y conversión en un valor transable. Porque es para lo único que
sirve. Lo adicional es que, con el Bolívar en esas condiciones, Venezuela
debutó en el escenario de las hiperinflaciones del Siglo XXI.
Por
supuesto, es de esas peculiaridades nacidas a la luz de un llamado proceso
revolucionario, y que, como en el caso de la escasez de medicinas, de equipos
médicos y de alimentos, no cuenta a nivel gubernamental. Allí lo que priva y es
importante, es el funcionamiento a manos alzadas y boca cerrada de un grupo de
540 venezolanos que, por autonombramiento y autodecisión, ha decidido convertir
un cacareado acto partidista en un hecho histórico: el remozamiento,
modificación, adecuación –o lo que se les ocurra- de la Constitución vigente
desde 1999, amén de la adopción de medidas cuya relación costo-beneficio es tan
misterioso, como lo que esconden las cifras relacionadas con la verdad
económica nacional y que dejó de publicar el Banco Central de Venezuela desde
hace más de un par de años.
Tan
verdadera es tal indiferencia administrativa del Estado con relación a las
necesidades y penurias colectivas, que con ese polvo cósmico en condición de
avanzada destructiva, nadie, entre decenas de ministerios, de ministros,
de viceministros y de una burocracia infinita -con asesores externos
incluidos- se ha paseado por los alcances de lo expuesto a nivel internacional
por el Profesor Steve Hanke, titular de economía de la Universidad John Hopkins
y director del proyecto de Monedas en Problemas, del Instituto Cato de
Washington. El, valiéndose de su Tabla Hanke-Krus de la Hiperinflación Mundial,
ha demostrado cómo fue que Venezuela entró en hiperinflación el pasado 3 de
diciembre de 2016.
Sobre
hiperinflación aquí nadie habla. Pero cada venezolano la siente en su bolsillo.
Dolorosamente, la sufren con más dureza aquellos que dependen de un salario
devaluado, de una pensión sometida a la fuerza de barrotes restrictivos o de
una jubilación huérfana de sus derechos a bonos de alimentación o similares.
Son todos
ellos, esos grupos de venezolanos, incluyendo los que deben sobrevivir en la
economía informal, los que sí saben qué es esa especie de “neobolívar nacida,
para variar, entre conos monetarios sometidos a vaivenes administrativos. Polvo
cósmico puro; puro polvo cósmico: madre y padre de la obligación de procurar
modelos de prenda de vestir sujeta a dos conceptos: que permita llevarlas a
quienes perdieron hasta dos tallas o poco más de 9 kilogramos de peso en los
últimos 20 meses, pero que, además, faciliten el traslado de paquetes de
billetes, sin desvirtuar el factor estético de la vestimenta.
Es que
tantas veces ha sido devaluada la moneda de curso legal, que en sólo pocos años
hasta agosto de 2017, prácticamente, ha perdido su valor real. Cualquier
comparación monetaria lo demuestra y certifica. En relación con el dólar,
de su valor base de 4,30 bolívares comparativamente con el último precio
oficial del Dicom a 2.900.000 bolívares, resulta suficiente en esa conocida
demostración; esa que se apoya en la realización de una supuesta subasta que,
al final, ha terminado dándole paso a una figura de asignación, como a otro
valor tan alto e impensable y en una cantidad que, por lo general, ni se acerca
a la cantidad solicitada para la compra.
Ni qué
decir ni poder demostrar de lo que sucede, cuando los mortales ajenos a
subastas deben acudir a otra de las opciones que se dan en el mercado donde se
mueve el cambio, para terminar obligados a tener que usar hasta casi 11 mil
bolívares para adquirir un dólar.
En el medio
de esta tormenta devaluacionista, es inevitable que se haga presente el
recuerdo de que, estando al mando Hugo Chávez Frías, se le eliminaron tres
ceros al valor del Bolívar para facilitar el manejo numérico de las cantidades
y para disfrazar macro devaluaciones con la complicidad sumisa de la
institución que debía impedirlo, el Banco Central de Venezuela.
Los
venezolanos que viven y dependen del uso de bolívares devaluados, no
tienen hoy otra alternativa que fantasear con una y otra ilusión monetaria
atada a esta multimillonaria devaluación, como a aumentos salariales
convertidos en una unilateral costumbre política. Calificada por muchos de tan
grotesca, como el hecho de que, en el caso de algunos billetes, el papel y la
impresión del mismo billete tienen más valor de costo que el valor necesario
para la transacción. Tan injustificado, adicionalmente, como aceptar la
realidad de vivir en un país que alguna vez se le llegó a considerar como
el más rico de la América, y que ha pasado a ser el más pobre y desabastecido.
Al punto de que ya es natural apreciar a ciudadanos, especialmente niños,
mendigando y hurgando en la basura en procura de algo para comer.
Investigadores
y académicos tratan de radiografiar el origen y efectos de dicha situación.
Pero estadísticas y análisis numéricos lucen débiles ante lo que, además,
también rebasó las apreciaciones de que es un fenómeno político. Porque la
verdad es que esto ya no es un problema de cálculos o de estudios
socioeconómicos ni mucho menos político. Es una tragedia. Un grave problema
social que está afectando a todos los venezolanos, por igual. Si se quiere, es
un severo y exigente cuadro que registra toda una compleja problemática de la
familia venezolana.
Por
supuesto, al tratarse de un problema familiar, lo ideal hoy sería que, como
familia al fin, se produzca una unidad capaz de solventar y solucionar la
enfermedad colectiva que viven más de 30 millones de ciudadanos. Que los
venezolanos en disputa se unan para combatir y contrarrestar las causas de
aquello que les distancia y coloca en posiciones de confrontación. De hecho, es
ese el alcance de la mayoría de las expresiones de solidaridad que hoy se
producen en diferentes partes del mundo cuando se ocupan del caso venezolano, y
concluyen llamando a dialogar a los “hermanos venezolanos”.
No debería ser y no se debería permitir ni aceptar que una expresión minoritaria de las partes en discordia, continúen anteponiendo intereses particulares o resquemores personales, ante la desgracia y el sufrimiento de millones de compatriotas. Porque lo cierto es que la mayoría de los venezolanos quiere vivir en paz, solucionar problemas, terminar con la polarización, ceñirse a la convivencia en un ambiente de respeto personal; de acatar y cumplir con lo que establece el imperio de la ley. En fin, recuperar posibilidades de convivencia que se traduzcan en condiciones para alcanzar progreso y calidad de vida.
¡Calma y
cordura!, decía ayer el para entonces Presidente Eleazar López Contreras,
cuando él y sus gobernados debían enfrentar un momento difícil. Y si hoy
hubiera que construir una nueva expresión de semejante sabiduría histórica, no
podría ser otra que aquella que sea capaz de recordar que la hermandad entre
venezolanos no es una circunstancia ni un accidente emocional. Por el
contrario, es la más pura manifestación de una relación afectiva que se dio, se
reafirmó y se desarrolló a la par de una riqueza cultural producida por la
hermosura de un mestizaje inicial, al cual, poco a poco, se le sumaron todas y
cada una de las expresiones de los bienvenidos nacidos en centenares de lugares
la Tierra.
Egildo Luján Nava
Coordinador
Nacional de Independientes Por el Progreso (IPP
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