Blog de Víctor José López /Periodista

sábado, 6 de mayo de 2017

LEOPOLDO, LA FARSA DE DIOSDADO Y LA OPINIÓN DE ANTONIO SÁNCHEZ GARCÍA

Leopoldo López ante sus torturadores

5 Mayo, 2017
Dele las vueltas que quiera: hacer desaparecer de la escena a Leopoldo López, prisionero de la justicia del horror y rehén por antonomasia de la farsa castrocomunista imperante en Venezuela que obedece a los titiriteros cubanos; ocultar al líder indiscutido de la oposición democrática y héroe de la resistencia activa y militante echando a correr la voz de que está muerto luego de haber sufrido una intoxicación en la cárcel de Ramo Verde, filtrar la noticia para que fuera difundida internacionalmente por un republicano que ha hecho de la causa de los venezolanos su propia causa, y aterrar a su madre, a su esposa, a sus hijos, al círculo más íntimo de sus compañeros y al país entero con las dudas sobre si ha sido efectivamente asesinado, ha sufrido una intoxicación mayor o menor, se encuentra en tal o cual hospital, negándose a dar la más elemental información sobre su condición y verdadero estado pone absolutamente de manifiesto el talante fachista, despótico, totalitario, siniestro y tortuoso de la dictadura de Nicolás Maduro y sus pandillas.
Echa Nicolás Maduro a correr la bola de la desaparición forzada del enemigo número 1 de su tiranía en perfecta conciencia de que tales envenenamientos han sido práctica común y moneda corriente en la Rusia de Stalin desde los años veinte, en la Cuba de Fidel Castro desde el amanecer de la revolución, en el Chile de Augusto Pinochet y en todas las dictaduras que en el mundo han sido. Nada nuevo. ¿O nos olvidaremos del envenenamiento de Eduardo Frei Montalba por la DINA chilena, del “accidente” automovilístico que causara la muerte de Oswaldo Payá y del avión “desaparecido” que transportaba a La Habana al comandante Cienfuego en Cuba? La lista es interminable: Carlos Prats, el general chileno muerto en un atentado en Buenos Aires, Bernardo Leighton y su esposa, víctimas de otro atentado en Roma y la joya de la corona, Orlando Letelier en Washington. ¿Cuántos miles de misteriosos asesinatos de ciudadanos cubanos que sufrieran insólitos infartos o extrañas conmociones cerebrales? La KGB debe haber tenido un muestrario interminable de atentados mortíferos, desde enfermedades incomprensibles hasta un hachazo en la nuca, como la que Ramón Mercader le asestara en la cabeza a Leon Trotski. ¿De qué asombrarse?
Todo lo cual, por lo demás, desde el hecho cierto o inventado del asesinato, dejado en la penumbra de la incertidumbre – que siempre es bueno calentar los motores de la máxima represión e ir habituando a la población al castigo, al asesinato político y al terror de Estado – hasta mantener un cerco de silencio justamente luego de una descomunal rebelión popular y el brutal rechazo nacional e internacional a la boutade constituyentista, que ahonda aún más la gigantesca pachotada del golpe de Estado contra la Asamblea Nacional, no pretende otra cosa que habituarnos a la vida tiranizada. Hacer del Estado de Excepción una norma cotidiana de conducta y de la servidumbre la natural disposición a la esclavitud. Hasta reducirnos a la nuda vita: la vida al desnudo sin atributos, como en Auschwitz, desprovisto de todo instrumento jurídico o legal de defensa. Convertirnos en ratas de experimentación hasta habituarnos al abandono, a la desidia, a la esclavitud. ¿O Usted cree en esos espantapájaros serviles disfrazados de jueces supremos?
Los venezolanos carecemos de los más elementales instrumentos jurídicos de defensa. Como que un preso político, condenado y sometido al espanto de una condena absolutamente pergeñada en los laboratorios de la infamia de la Fiscalía y el TSJ puede desaparecer como si fuera un objeto de la prestidigitación macabra de la policía política del régimen. Es la respuesta al vómito colectivo, a la defección de la dictadura. Es el golpe paralizante que se ha puesto en acción para asomar la metralleta, sacar a relucir la pistola de alto calibre, lucir la guillotina, exhibir el cuchillo, el nudo corredizo, desnudar la inyección letal o avanzar el corrientazo.
Podría ser lo que le espere a quien ose seguir expresando su masivo y contagioso rechazo a la dictadura, empujándola cada vez más hacia el abismo, la mazmorra y la prisión a perpetuidad. Pues éste de Maduro y sus pandillas, de su esposa Cilia Flores y sus narcosobrinos a punta de perpetua, del narcoterrorista del Estado islámico Tarek El Aissami y del jefe del cartel de los soles Diosdado Cabello dejó de ser hace ya muchos años un problema estrictamente político para convertirse en un problema estrictamente policial. Venezuela no tiene un un problema ideológico político sino un problema estrictamente policial: de gangs, de asesinatos masivos, de espionaje de alto nivel, de alijos monumentales de droga, de atentados terroristas y de penetración del Estado Islámico y otras bandas terroristas de dimensión planetaria en América Latina. La Venezuela de Castro, Chávez y Maduro, debidamente protegida y blindada bajo la sagrada institución de la Fuerza Armada Nacional, no tiene nada que ver con el Departamento de Estado: es la plataforma de envío mundial de drogas, armas, dólares para quienes le han declarado hace más de medio siglo la guerra total a Occidente.
La desaparición de Leopoldo López comenzó siendo una morisqueta. Podría convertirse en una tragedia. Quien crea que el régimen puede asesinarlo sin que se sacudan las alas de una mariposa, está profundamente equivocado. Si Leopoldo López hubiera sido asesinado, apresten los aviones. El Bogotazo sería un pálido antecedente. Escríbalo.

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