Rafael Uzcategui
Foto: Rayner Peña R.
Venezuela experimenta un
nuevo ciclo de protestas a raíz del golpe de Estado al Parlamento, rechazado
también por la Fiscal Luisa Ortega Díaz. A pesar de las continuidades con
oleadas de manifestación anteriores, hay novedades y particularidades, de las
cuales hablaremos en otro texto. Después de varios días de protestas, en donde
ha predominado el espíritu de no violencia -a pesar de hechos puntuales de
violencia-, lo que uno percibe estando dentro del movimiento -quien esté fuera
se esta perdiendo toda la historia- es una beligerancia colectiva en mantenerse
en la calle. No queremos referirnos al hasta cuándo esto puede permanecer así
-en el caso de Caracas, cada jornada de protesta es respondida con el cierre de
las estaciones del Metro-, sino al punto en el que nos encontramos hoy, 22 de
abril, gracias al movimiento de protesta. Siento que estas reflexiones sean pensando
en lo que ha sucedido en Caracas, que es la experiencia que he tenido. Ojalá
pueda contrastarla con reflexiones similares generadas desde el interior del
país.
1) Desterritorialización de la polarización política
impuesta a la ciudad: Como parte de
la estrategia de dominación bolivariana se encontraba la polarización
territorial de la ciudad, parcelándola, trazando una frontera imaginaria que
impedía a la oposición protestar en el centro y el oeste de la ciudad. El
desborde de las multitudes ha cruzado las líneas del municipio Libertador, y
algunas marchas han transitado por algunos sitios del centro y el oeste de la
ciudad. Por otro lado, las protestas nocturnas se han realizado en parroquias
populares de la ciudad: Catia, Petare, El Valle, Coche, Roca Tarpeya, Baruta
(el pueblo). Los cacerolazos, por su parte, se han sentido en sitios
emblemáticos del chavismo como el 23 de Enero. La última trinchera territorial
del madurismo es el centro de la ciudad, precisamente la sede de las oficinas
de los poderes públicos.
2) La narrativa de los hechos es la del movimiento de
protesta: La confrontación de los
significados está siendo ganada, hasta ahora, por el movimiento de protesta.
Por un lado, cada vez mayores sectores califican al gobierno como una “dictadura”.
El término “democracia” se ha convertido en el significante vacío en el que la
gente está depositando sus deseos y aspiraciones -un papel que en días de Hugo
Chávez lo ocupaba la palabra “Socialismo del siglo XXI”-. Como demuestran los
progresivos deslindes de quienes hasta hace poco eran soporte intelectual y
simbólico del chavismo -Noam Chomsky, el cantante Residente de Calle 13, Raúl
Zibechi, Edgardo Lander-, no sólo se está transformando en “políticamente
incorrecto” ser vinculado al madurismo, sino que las propias palabras
“izquierda” y “socialismo” -para bien y para mal- se han convertido es
descriptoras de algo malo. El chavismo-madurismo está intentando posicionar el
supuesto “terrorismo” como característica de quienes se le oponen, sin mayor suerte.
El chavismo es el pasado que la gente quiere superar, mientras se configura en
la calle una promesa de futuro en el movimiento de contestación.
3) El movimiento de protesta ha arrebatado al chavismo
su dimensión simbólica, creando y difundiendo imágenes que aumentan el sentido
de sus demandas: Si algo era
eficiente el chavismo era en el manejo de los símbolos, culturales y sociales,
a su favor. Hoy esa eficiencia se encuentra del lado de quienes lo enfrentan.
El movimiento de protesta ha generado potentes imágenes difundidas en el mundo
entero, mientras la burocracia estatal no ha podido registrar momentos que le
puedan servir para desacreditar las protestas. Un ejemplo de estas imágenes,
demoledoras para la dictadura han sido la señora Maria José enfrentando una
tanqueta, el joven Alejandro desnudo con la biblia plantando cara a la
represión -de quien se burló el dictador por el tamaño de sus partes nobles- o
las imágenes de religiosos (en un continente donde Arnulfo Romero es parte del
imaginario colectivo) dando misas al aire libre o del otro lado de los piquetes
de la represión. Las imágenes que refuerzan lo positivo del movimiento de
protesta frente a lo negativo de un gobierno dictatorial se multiplican todos
los días, en una cantidad inmanejable para las salas situacionales de la
burocracia.
4) Se ha creado un sentimiento de comunidad a lo
interno del movimiento de resistencia a la dictadura: Tras años de ruptura del tejido social y cooperativo,
el movimiento de protesta comienza a establecer nuevos vínculos entre quienes
participan y se identifican con él. Esta subjetividad, también, ha sido
generada como respuesta a la amenaza dictatorial televisada. La gente ha pasado
del miedo a la indignación. La represión aviva, y no inhibe, los sentimientos de
mantener presencia en las protestas de calle, por estos días un sui generis
espacio público en un país que adolece de él. En la Marcha del Silencio, 22 de
abril, se repetían las imagenes de personas que desde casas y edificios daban
agua y apoyo a quienes participaban en la movilización. El contingente del este
fue recibido por vítores y bienvenidas por los habitantes del oeste, creando un
potente sentido de -nueva- comunidad en resistencia.
5) Se ha generado un vigoroso mecanismos de
autoformación e información por redes sociales, con sus mecanismos de
autoregulación: Transmisiones por
periscope, videos breves por twitter y notas de voz por whatsapp mantienen
informadas a la comunidad. Los intentos de generar ruido y contaminación en
estos canales son enfrentados rápidamente, mediante mecanismos de
autoregulación para apartar los mensajes nocivos y falsos. Infografías y
periodismo de datos fluyen vertiginosamente con todos los temas pertinentes
para aumentar la eficacia de las manifestaciones.
6) La torpe diplomacia estatal y los mensajes emitidos
desde el interior del país, han aumentado el aislamiento del funcionariato de
la dictadura venezolana. Que Maduro
haya perdido el apoyo de países que Chávez había logrado neutralizar en el
pasado o convertido en sus aliados ha sido, básicamente, logros de la actual
canciller venezolana Delcy Rodríguez. No obstante, el movimiento de protesta ha
logrado cimentar las críticas y distancias de la comunidad internacional, en
momentos en que Miraflores necesita dinero e inversiones para pretender simular
algún tipo de proceso electoral en algún momento. Los venezolanos en el
exterior se han activado para generar movilizaciones, que contrastan con la
ausencia de solidaridad activa con el madurismo.
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