Blog de Víctor José López /Periodista

martes, 28 de marzo de 2017

La poética taurina de Miguel Hernández

Estudio de la simbología y la metáfora del toro

La simbología y la metáfora del toro en la poesía de Miguel Hernández resumen la particular visión en la cosmovisión de su poesía. La atención que muestra el poeta a las corridas de los toros no es baladí al poner su mirada en una de las fiestas más populares de entonces. El escritor murciano Patricio Peñalver ha estudiado esta relación íntima del mundo del toreo con la obra poética de Hernández. Uno de esos ensayos es el que hoy traemos a nuestras páginas, con el título de "La poética taurina de Miguel Hernández".

 
Redacción  

La temática del mundo taurino es uno de los motivos que más se repite, durante toda la obra de Miguel Hernández, como una obsesión metafórica que nunca le abandona, desde que ya por primera vez aparecen en unos versos de su etapa de juventud, como una certera iconografía, en el poema escrito en tercetos: "Canto exaltado de amor a la naturaleza": 
En el toro de trágico cuerno; 
en el susurro de las mies; 
en el sutil ciprés eterno. 

Esta simbología de lo taurino se repetirá en muchos de sus poemas, a través de la búsqueda de sus muchos registros, con la excepción de su último libro: "Cancionero y romancero de ausencias", con sus últimos versos dolientes y serenos, escrito en la cárcel. La poética taurina siempre se moverá oscilando en el péndulo entre la dicotomía del carácter vitalista, alegre, erótico y sensualista que al ser frustrado deviene en un sentido de lo trágico donde se reflexiona entonces en torno al dolor, la pena y la muerte.
En su primer libro Perito en Luna, que vería la luz en enero de 1933 en la colección Sudeste de Ediciones La Verdad, entonces el poeta ya tiene 22 años, en el que presenta 42 octavas reales de carácter neogongorinas con la inspiración de de la fábula de Polifemo y Galatea, en un rotundo homenaje a Góngora. En este primer libro ya tenemos dos octavas con temática íntegramente taurina, la titulada Toro: 
¡A la gloria, a la gloria toreadores! 
La hora es de mi luna menos cuarto. 
Émulos imprudentes del lagarto,
magnificáos el lomo de colores. 

Por el arco, contra los picadores, 
del cuerno, flecha, a dispararme parto. 
A la gloria, si yo antes no os ancoro
-golfo de arena- en mis bigotes de oro!.

Y la titulada Torero: 
Por el lugar mejor de tu persona, 
donde capullo tórnase la seda, 
fiel de tu peso alternativo queda, 
y de liras el alma te corona. 
¡Ya te lunaste! Y cuanto más se encona, 
más. Y más te hace eje de la rueda
de arena, que desprecia mientras junta
todo tu oro desde punta a punta.

Especial mención puede merecer la "Elegía media del toro"; con los contenidos de este poema dará recitales y conferencias en el Casino de Orihuela, así como el 28 de enero de 1933 en la Universidad Popular de Cartagena y el 29 de abril de ese mismo año en el Ateneo de Alicante, acompañados por los cartelones pintados por Rafael González y Francisco Díe.
Miguel Hernández, en su segunda estancia en Madrid en el año 1934, consigue por fin su primer trabajo remunerado que consiste en colaborar escribiendo biografías de matadores con la enciclopedia "Los Toros" de José María Cossio, aquí comenzará a ganar sus primeros cuarenta duros, y conocerá Pablo Neruda y a Vicente Aleixandre, así como a José Bergarmín que le promete publicarle en la revista Cruz Y Raya, la obra teatral "El torero más valiente" que por entonces está escribiendo.
La simbología y la metáfora taurina seguirá siendo una constante en su poética, hasta llegar al 24 de enero de 1936 en el que sale de la imprenta de los Altolaguirre, los primeros ejemplares de "El rayo que no cesa", en la que incluía la famosa elegía a Ramón Sijé, que había fallecido el 24 de diciembre de año anterior, 1935, en el que incluye 4 sonetos taurinos. En el soneto14, dice: 
Silencio de metal triste y sonoro, 
espadas congregando con amores
en el final de huesos destructores
de la región volcánica del toro.

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