DEL 23E-58
AL 4F-92
Estos días han sido buenos para
refrescar la memoria histórica contemporánea. Las nuevas generaciones de
compatriotas conocen poco sobre lo sucedido en las dos fechas. Me refiero a las
causas que concretaron los sucesos y por supuesto, a las consecuencias de los
mismos.
El 23 de enero de 1958 puso punto
final a una dictadura ya enjuiciada por historiadores y políticos. A una etapa
dura, terrible, muy común en aquellos tiempos latinoamericanos. Fue el inicio
de cuarenta años de convivencia civilizada, con altas y bajas como sucedía con
el gobierno derrocado, pero con respeto a los principios fundamentales de la
vida en libertad y democracia. Es decir, en nuestra opinión, fuimos de lo malo
a lo bueno.
Sin embargo, la falta de visión de
buena parte del liderazgo democrático, el deterioro progresivo de los partidos
fundamentales y el olvido de que a la política se viene a servir y no a
servirse por tratarse de la “forma más excelsa de apostolado”, según la
doctrina vaticana, profundizó la brecha lentamente abierta entre el país
político y el país nacional o país real, como decía Octavio Paz corrigiendo al
Gaitán colombiano. Quizás en aquel 4 de febrero de 1992 no existían condiciones
suficientes para prever las consecuencias de aquella jornada.
El país se dividió. Carlos Andrés
Pérez se convirtió, para algunos, en símbolo de lo que debería cambiarse, sin
entender ni respetar la trayectoria de un hombre de probada vocación
democrática quien, con sus inocultables fallas, hacía esfuerzos para corregir
el rumbo que llevaba la Venezuela de entonces. Terminó siendo víctima de muchas
cosas al mismo tiempo. También esta nación sufrida ha tenido que soportar las
consecuencias de aquella destitución
insólita. CAP merecía un final mejor, más acorde con su vida y aportes
al poco o mucho desarrollo alcanzado.
Gracias a ese abismo insalvable se
coló Hugo Chávez. Todos sabemos lo que ha pasado en estos veinticinco años del
4F-92 hasta ahora y, especialmente, en las casi dos décadas de gobierno bajo el
esquema trazado por el llamado socialismo del siglo XXI. El país está
infinitamente peor que entonces. Ahora hay más ineficiencia, corrupción sin
límites, tentáculos del narcotráfico y del terrorismo a todos los niveles, inseguridad
y crimen organizado, deterioro de todo lo que interesa en primer grado al
ciudadano común.
Creo en la vieja frase de William
Shakespeare según la cual “todo el pasado es prólogo”. Tenemos que mirar hacia
adelante y poner punto final a la desgracia actual en el menor tiempo posible.
Será tarea de quienes creemos en principios y valores permanentes por los
cuales vale la pena jugarse la vida. Quienes no compartan este criterio, por
favor, no molesten, háganse a un lado, pero no continúen en nombre de la
democracia, haciéndole el juego al régimen.
Lunes, 6 de febrero de 2017
@osalpaz
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