La mesa de diálogo
gobierno-oposición, con la mediación del Vaticano, y la activa participación de
Ernesto Samper, Rodríguez Zapatero, Omar Torrijos y Leonel Fernández, como
supuestos facilitadores “de buena fe”, sirve para que el gobierno logre detener, por ahora, la
aplicación de la Carta Democrática Interamericana en nuestro país.
Una intervención de la OEA en
Venezuela daría pie a otras sanciones internacionales, como ocurrió en Honduras
cuando Naciones Unidas desconoció al gobierno provisional que sustituyó a
Zelaya.
Por cierto, el entonces
canciller Maduro se convirtió en el
paladín de la cayapa que contra Micheletti protagonizaron José Miguel Insulza, Hugo Chávez, Lula Da Silva, Raúl Castro, Barack
Obama y el resto de los presidentes americanos.
En la búsqueda de medidas similares a
las aplicadas en el país centroamericano, los principales líderes de la
oposición venezolana realizaron un intenso y exitoso lobby internacional, en el
que se denunció la represión, la crisis humanitaria y el inocultable quiebre
económico e institucional del país.
Producto de esas gestiones, la
Organización de Estados Americanos parecía decidida a tomar medidas efectivas contra
el gobierno de Nicolás Maduro. Y por las mismas razones Mercosur se dispuso a
excluir de su seno al gobierno
venezolano.
De esa manera, OEA y Mercosur demostraron
cómo, en medio de múltiples dificultades, la UNIDAD fue escuchada y obtuvo importantes
éxitos en sus actividades internacionales luego de la victoria electoral del
6D.
A partir de su actuación
parlamentaria, apegada a la constitución, se consagró la legitimidad de la
oposición en su condición de fuerza mayoritaria del país. No sólo una mayoría, sino una
mayoría legítima. Y se evidenció,
igualmente, el carácter tiránico de un régimen que cercena las facultades del
poder legislativo, viola las leyes y cierra
cualquier solución constitucional que nos permita salir pacíficamente de la crisis.
En el transcurso de este año la oposición
acorraló al gobierno, convirtiéndolo en objeto de condena de los parlamentos americanos
y europeos, así como de las instituciones defensoras de los derechos humanos,
de intelectuales y políticos, y sobre todo de los ciudadanos que en cualquier
parte del mundo, gracias a los medios de comunicación conocen las increíbles
atrocidades que aquí ocurren diariamente.
Las movilizaciones de protesta
convocadas por la MUD han sido las más numerosas concentraciones populares
ocurridas en las últimas décadas en nuestro continente. Nunca antes en nuestra
historia, la calle había sido expresión de tan descomunal repudio a gobierno alguno.
Esa participación popular le ha dado
una gigantesca fortaleza y un inmenso respeto a la lucha democrática
venezolana.
En la acera contraria, un atribulado
gobierno desprovisto de respaldo ciudadano, embarrado de corrupción y
narcotráfico y sobrepasado por el desastre económico y social, siente como en
la opinión internacional creció la convicción de que un referéndum revocatorio
-mecanismo consagrado en la constitución de 1999- debe ser convocado para que
el pueblo decida su destino en votaciones democráticas y libres.
Atrapados por las consecuencias de su
propio desastre, y con el sólo respaldo de la cúpula militar y los colectivos
violentos, los estrategas oficialistas acuden
al supuesto diálogo con el único fin de detener las sanciones internacionales
que se avecinan en lo que pudiera ser la etapa final de este fracasado sistema.
Por cuarta vez en 17 años ese tipo de
encuentros vuelve a ser el burladero del régimen, destinado a ganar tiempo, a tomar
un respiro y a preparase para iniciar nuevas ofensivas en el empeño de imponer el
modelo totalitario.
Maduro, al igual que Chávez se ha
burlado siempre de las fuerzas democráticas en esas bufas convocatorias que han
resultado pasos previos a la adopción de más radicales ofensivas contra los
demócratas.
Conociendo la trayectoria del
bandidaje entronizado en el gobierno, quienes dirigen la MUD aceptan un nuevo “diálogo”,
precisamente cuando la oposición al régimen se convertía en la voz de
un país en rebeldía frente a una tiranía que agoniza, a pesar de sus
desplantes.
Y además permite la Mesa de la Unidad
que la puesta en escena de la instalación del cuestionado encuentro sea
manipulada descaradamente por el gobierno.
Si la oposición denuncia la ruptura
del hilo constitucional y la
ilegitimidad del presidente, y además anuncia un juicio en su contra por
abandono del cargo, resulta absurdo y vergonzoso que ese deslegitimado
gobernante a quien la MUD llama tirano, sea quien anuncie en cadena nacional, al lado
de Chúo Torrealba, la apertura de la supuesta gestión conciliatoria promovida
por el Vaticano.
Esa noche en La Rinconada nuestros
dirigentes perdieron, de nuevo, el alto nivel de confianza que habían venido
consolidando, al sentarse con el mismo bandidaje de siempre, para repetir la
misma farsa de un mal llamado diálogo sin condiciones previas, y a sabiendas de
su seguro fracaso.
Un diálogo que como señalara el
director de Human Rights Watch al Papa Francisco por medio de una carta
pública, “no puede ser considerado un diálogo entre iguales”. Opinión compartida por el Secretario General
de la OEA Luis Almagro. Es el encuentro de una dictadura con los defensores de
la democracia, la constitución y los derechos humanos.
Ese proceso se inicia bajo el
tutelaje de unos parcializados mediadores que coordinan “mesas de trabajo” en las que se analizan temas sobre los cuales es
imposible ponerse de acuerdo, ya que el gobierno no ha dado muestras de
enmienda, ni las dará. Las tácticas son
ganar tiempo y buscar dividir a la oposición, dentro del objetivo estratégico
de mantenerse en el poder.
II
Elecciones libres, paz, justicia,
separación de poderes, reconocimiento de la Asamblea Nacional y restitución de
sus facultades constitucionales, economía libre, respeto a los derechos humanos,
la ilegitimidad del presidente, etc, son temas que separan radicalmente al
gobierno del resto del país, porque es inadmisible que los venezolanos
transemos nuestros inalienables derechos democráticos, y es imposible que un
gobierno de vocación totalitaria admita reconocer esos derechos sin perder el
poder.
Nicolás Maduro y su equipo se han
encargado de advertir públicamente que los demócratas debemos soportar el socialismo
chavista, en calidad de oposición eterna, porque “la revolución no saldrá del
poder ni con balas, ni con votos.”
Esa es la respuesta del tirano a
quienes piensan y legítimamente desean que esta vez pudiera ocurrir un diálogo
con resultados claros.
Por ello, a
juicio de la mayoría de los venezolanos, entre los que me incluyo,
la sorpresiva convocatoria a tales negociaciones no fue suficientemente
explicada a la opinión pública.
Por el contrario, el día anterior al
anuncio del encuentro, las principales figuras de la UNIDAD salían en las
pantallas de televisión anunciando un vigoroso calendario de acciones a tomar
en contra del régimen.
El cronograma de tareas
parlamentarias que anunció Ramos Allup, incluía la decisión de salir, “los próximos días”, a entregarle al
Secretario General de la OEA la solicitud de activación de la Carta Democrática,
y de inmediato el inicio del juicio a Maduro por abandono del cargo.
Horas más tarde el rumor de
negociaciones se confirma, a pesar de que todos los presidenciables de la
oposición las habían negado, porque supuestamente “nos enteramos por la televisión”.
Con excepción de Voluntad Popular,
Alianza Bravo Pueblo y Vente, el resto de los partidos integrantes de la Mesa
de la UNIDAD asumieron como propia la sorpresiva y supuesta convocatoria del Vaticano, en una
actitud marcadamente incoherente con lo que venían anunciando. Y sin duda uno
de los más nocivos efectos de estos recientes episodios es el desencuentro en
el seno de la oposición, sobre estos temas demasiado sensibles y trascendentales
para la vida del país.
En muy pocos días el liderazgo democrático
deberá tomar una decisión trascendental, si como se sospecha, en el diálogo no
se logran avances sustantivos en el
objetivo de cambiar el régimen y restituir la vigencia de la constitución.
Continuar indefinidamente aferrados a
este riesgoso proceso puede contribuir a la división de la MUD, o en todo caso
al descrédito y a la desconfianza
venezolana y mundial de todo un liderazgo que a pesar del respaldo de millones
de ciudadanos no ha sabido conducirnos a la victoria.
Por lo pronto el gobierno ha logrado
colocarse en plan de iguales, y además con ventajas, ante una incoherente
oposición que no alcanza a explicar sus razones y que además reconoce a un
mandatario al que hasta hace apenas unos días amenazaba con juicio político.
Maduro de esa manera se legitima bajo el amparo de unos acompañantes sin méritos
ni respetabilidad alguna, manipulando magistralmente la presencia del vaticano
y a la figura del Papa Francisco.
Además, por si no se han dado cuenta,
el gobierno ha logrado hacer imposible el referéndum revocatorio este año. Ahora
si es cierto que no hay tiempo para convocarlo.
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