Blog de Víctor José López /Periodista

lunes, 3 de octubre de 2016

Kike Rosales Un angustioso acto de fe



Al Táchira por su ubicación geográfica le costó poder participar de forma continua tanto en la guerra de la independencia como en la federal, era tan lejana que había que tomar un tren desde San Félix para llegar a Maracaibo, ir al puerto, subirse un buque para arribar a la Guaira y así llegar a Caracas en un viaje de más de un mes.
A finales del siglo 19 vino la bonaza económica del café, de esa forma: alemanes, corsos, franceses e italianos plenaron tierras ricas; tomando en cuenta también que la guerra federal llevo la alta migración llanera sumándose con los “musiues” a plenar las montañas.
La huida de los colombianos a los “godos” que mandaban en la tierra “de al lado” sirvió para mezclar tantas razas permitiendo escuchar música variada, la polka, el vals y el bambuco fueron los que sonaban por los aires de las montañas plenas de verdor.
Así como la música se oía desde las retretas hasta en las fiestas más comunes, los toros también se convirtieron en parte de la cultura del tachirense
En 1835 un paisano ofreció novillos para que fueran toreados, quemar pólvora y vender la carne barata dando inicio a las ferias de la villa de San Cristóbal.
El 18 de enero del 67, Antoñete da el primer capotazo inaugurando la plaza de Pueblo Nuevo, con la monumental se internacionalizo la feria dándole a esa comarca tan lejana el sitial más alto de las ferias del país en el mundo.
Hoy con orgullo ve como Manolo Vanegas encabeza el escalafón de los novilleros en Europa, es el primer Tachirense que lo hace y de los pocos venezolanos que lo consiguen.
Jesús Enrique Colombo está en este escalafón entre los diez primeros, otro tachirense que está siendo protagonista importante en esta temporada.
Para los 50 años de la plaza no suenan aún los nombres de los toreros del patio:”Pino”,”Maravilla”, Cesar Vanegas o Fabio Castañeda ni el de los  novilleros triunfadores quiénes injustamente esperan  “a ver” si los anuncian.
Viendo todo esto, en estos tiempos tan duros en la frontera, es cuando se confirma con alarma que en los toros para la celebración del 50 aniversario de la monumental, ser torero tachirense y poder torear en su plaza se convierte es en un angustioso acto de fe.

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