LLEGÓ LA HORA
Quizás
estamos un poco atrasados. Hemos perdido demasiado tiempo en lo que ha debido
ser una lucha sin cuartel frente a la dictadura. Entre otras cosas por
inexplicables confusiones a la hora de determinar la verdadera naturaleza del
régimen que nos gobierna. ¿Democracia, democracia imperfecta, revolución,
socialismo del siglo XXI?, todavía hay quienes discuten sobre lo que está
absolutamente claro. En Venezuela hay una dictadura, una tiranía para el gusto
de algunos, un régimen más totalitario que autoritario. En fin, como lo
queramos definir, se trata de una situación que tenemos la obligación de
combatir sin tregua hasta lograr el cambio indispensable para regresar a la
vida en libertad y democracia. Todo lo que contribuya a alcanzar este objetivo
merece nuestra solidaridad y apoyo. Al contrario, debemos rechazar las
actitudes débiles que rayan en la complicidad o generan sospechas de
corrupción, de algunos que sin ser protagonistas directos del gobierno,
aparentan estar en la oposición. Merecen nuestro desprecio, tanto o más que los
mismos protagonistas del régimen.
El
inventario de problemas dramáticos que golpean al ciudadano común de hoy, crece
en progresión geométrica día a día. A los ya conocidos debemos agregar otro,
tan preocupante como los diagnosticados desde hace tiempo. Se trata de la
emigración masiva de compatriotas. Viejos y jóvenes, ricos, pobres y clase
media, aumentan en número y circunstancias que los llevan a salir del país para
buscar seguridad personal, familiar y económica en otra parte. La
descapitalización humana es impresionante. Jóvenes, profesionales de los mejor
preparados y capacitados del país en disciplinas fundamentales para el
desarrollo integral de la nación, se están movilizando hacia el exterior siendo
recibidos con los brazos abiertos en universidades, centros de estudio y
empresas tanto nacionales como internacionales. Otros, sin esta preparación ni
oficio específico, atraviesan por múltiples dificultades pero sobreviven
estabilizándose progresivamente.
Esto
significa un problema mayor. Entre otra cosa por la desintegración física de
muchas familias que ven partir a los hijos, quedando como ¨padres huérfanos”,
de acuerdo al calificativo que alguna vez leí en artículo de Elizabeth Fuentes,
si no me equivoco. Gracias a Dios, la Patria Grande está en todos. Hablo de la
separación física ya que la otra, la ética, la moral, la espiritual permanece
en cada uno de los hijos de esta Patria de Bolívar “y el millón de grandes”.
Estas
reflexiones tienen por objeto recordar a los lectores la obligación suprema de
esta hora. La lucha es sin dar ni pedir cuartel. Se trata de un reto
existencial que trasciende, en mucho, lo estrictamente electoral.
Lunes,
22 de agosto de 2016
@osalpaz
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