Blog de Víctor José López /Periodista

sábado, 4 de junio de 2016

ADOLFO SALGUEIRO ¿Dónde quedaron los amigos que Chavez compró?


Según Miraflores la reunión del Consejo Permanente de la OEA celebrada en Washington el pasado miércoles fue un éxito. Según la oposición el éxito fue para ella. Para el venezolano de a pie ni fue éxito ni fracaso ni le importó demasiado el resultado en tanto y en cuanto la misma no incrementó la posibilidad de que reaparezca la harina de maíz precocida ni las medicinas o demás artículos cuya escasez ocupa la mente y conversación de toda la ciudadanía. Llegan momentos dramáticos en la historia de los pueblos cuando las necesidades básicas desplazan los valores morales. Pan primero, democracia después.


Sin embargo este es el momento para recordar una vez más la conocida regla política de que la presión internacional no tumba gobiernos pero que los gobiernos dictatoriales tampoco suelen caer sin que haya de por medio presión internacional. Si ello es así, entonces sí podemos afirmar que lo que ocurra en la OEA u otras instancias internacionales es importante aunque sus efectos no se exterioricen en el llenado inmediato de los anaqueles de los abastos.
Como la gente no tiene muy claro el flujo de los acontecimientos ocurridos y previstos en la OEA es por ello que haremos las siguientes precisiones.
La reunión de Consejo Permanente del miércoles no fue la que pidió el secretario general Almagro, sino la convocatoria anterior hecha por el gobierno de Argentina para tratar la situación venezolana. La reunión que pidió Almagro se llevará a cabo dentro de diez días y en la misma la agenda prevé considerar el extenso informe (132 páginas) preparado por dicho funcionario en el que se recogen con lujo de detalle los atentados que lleva a cabo el gobierno del señor Maduro en contra de la democracia. Tal cosa no constituye ninguna injerencia sino que está perfectamente prevista en la Carta Democrática Interamericana de la que todos los países del continente son firmantes, incluyendo a Venezuela.
El gobierno, como se ha dicho, anunció que tuvo éxito en tanto y en cuanto logró posponer el tratamiento puntual de un asunto cuya ventilación no le interesa. Sin embargo, por primera vez y en contra de lo que quieren Maduro & Co., quedó sobre el tapete y plasmado en una declaración –blanda si se quiere– que en Venezuela hay una crisis y que el diálogo entre sus actores es el remedio más adecuado para afrontarla. Poco importará si el tema lo trae a consideración el Ejecutivo o el Parlamento.
Algunos –empezando por Henry Ramos Allup– se han quejado del giro que ha dado la posición de Argentina teniendo en cuenta que Macri en su campaña electoral prometía ser el adalid en la defensa de la democracia venezolana y ahora su señora canciller se ha puesto muy blandengue y contemporizadora proponiendo pañitos tibios que distan mucho de lo que aspirábamos a oír de la nueva administración sureña. Este columnista difiere de esa opinión porque sabe que en diplomacia hay que calcular las movidas con mucha ponderación y en el caso de marras era muy poco probable que con las cuadraturas tejidas por el chavismo y sus aliados se fuera a conseguir que una mayoría determinante fuera a fijar posición en el primer round. Lo que se consiguió no es lo más deseado pero sí es lo más posible al fijar el tema de la crisis venezolana –negada mil veces por el gobierno– en la agenda continental. En dos semanas más vendrá el segundo round en el que –esperamos– se lancen los primeros “jabs”.
Quedó claro que todo el mundo –sin excepción– se pronunció por el diálogo tal como lo habían venido pidiendo desde el papa hasta los ex presidentes, parlamentos, personalidades, Conferencia Episcopal y pare de contar. El que no quería dialogar –el gobierno– ahora se ve obligado a hacerlo ya sea –como sospecha este columnista– para recuperar oxígeno o para negociar alguna salida menos traumática que la que se viene gestando.
Es cierto que los promotores reconocidos de la iniciativa dialoguista son Unasur y 3 ex presidentes que “se ofrecieron”. Bien sabido es que Unasur –cada vez menos pero aún con su sesgo– es una instancia proclive al chavismo y que su secretario general, el impresentable Samper, es una ficha con prontuario poco recomendable. Tocará ahora tratar de comprometer a algunos otros ex presidentes (hay 25 que firmaron una carta) que sean más confiables y/o constituyan un equilibrio frente a los 3 mosqueteros del gobierno (Zapatero, Fernández y Torrijos).
Cuando sea el día de la reunión pedida por Almagro, la cual Venezuela hará todo lo posible por boicotear, obstaculizar y descalificar, allí sí cada país deberá definirse y votar (o abstenerse). A lo mejor se consiguen los votos para invocar la Carta Democrática o tal vez no se consigan pero entonces se verá si los números de los gobiernos coinciden con los números de los pueblos. Si quienes resuelven votar en contra de Maduro (no de Venezuela) son, por ejemplo, Argentina, Uruguay, Paraguay, México, Estados Unidos, Canadá, Brasil, Colombia, Perú, Costa Rica etc. eso significa 90% de la población de América. Poco importa si con ello se logran los dos tercios requeridos para sancionar a la dictadura si los que faltaren provienen de Estados isleños de bolsillo cada uno de los cuales tiene menos habitantes que Baruta y que todos juntos tienen menos gente que Petare. Naturalmente habrá quienes se jueguen por ideologías y/o intereses políticos (Nicaragua, Bolivia, a lo mejor Ecuador y algún otro que tienen todo el derecho de hacerlo).
Y si se aplica la Carta ¿qué va a pasar? Pues, nada de lo que interesa al común de la gente y mucho menos una intervención militar como anuncia la pobrecita Delcy, pero sí mucho de lo que va a cambiar la percepción que de Venezuela se tiene en el mundo y, como consecuencia, el incremento de una presión que ya no se podrá soportar, menos aún sin la otrora inacabable chequera bolivariana que durante tres lustros compró aplausos y solidaridades tan efímeras como lo fue la susodicha chequera.
Si el comandante resucitara seguramente que retornaría a la tranquilidad de su actual morada al enterarse de lo que han hecho sus pupilos con su “legado”.

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