Blog de Víctor José López /Periodista

domingo, 10 de enero de 2016

CARLOS M. MONTENEGRO Los Amigos



  (c) Carlos M. montenegro   carlosmmontenegro22@gmail.com

Los Amigos





Aquellos amigos son los que recordaremos siempre, para bien y para mal, éramos felices, todo lo felices que se puede ser, con ellos me he reído mucho, cosa importante para mí.


Al fin estamos en el tan esperado 2016. Los Reyes Magos de Oriente nos han traído como presente la instalación, sin demasiados traumas aunque con nubarrones, una nueva Asamblea Nacional que, Papá Noel y el niño Jesús ya nos pusieron de regalo bajo el arbolito (debió ser necesario el esfuerzo al alimón de ambos, porque el obsequio no fue poca cosa). Y así nos hallamos en el principio de algo bueno, que ya es algo.
Durante estas fiestas seguro les habrán llegado innumerables felicitaciones, típicas de las navidades, pero seguramente habrán recibido también otras por el cambio político acaecido. Tal vez procedan de viejas amistades, gente de buena voluntad sin duda. Esta circunstancia me ha puesto a cavilar sobre lo importante que es tener buenos amigos y amigas que se acuerden de nosotros.
Lo de la amistad está como de moda, pero ha cambiado un tanto a como se entendía tiempo atrás; hay mucha literatura pedagógica sobre la conveniencia de que a nuestros hijos debemos educarlos con ese sentimiento tan positivo. Los psicólogos, maestros y gente de buenas intenciones lo aconsejan en libros, por TV, internet y todas las redes sociales al uso, si no, pregúntenle a Google sobre la amistad; nos dicen que los niños y jóvenes serán más felices y que los que carezcan de amigos no lo serán tanto, y hasta pueden tomar otros caminos menos deseables, por eso nos advierten que los padres debemos estar muy pendientes de la calidad de amistades que nuestros hijos adquieran, no sea que las malas compañías nos los echen a perder y… en fin, todas esa cosas.
Hoy prefiero más recordar a los amigos de antes, de los que guardo mejores recuerdos, los de toda la vida, me hayan felicitado o no. Pienso que los primeros amigos llegan en los años de la escuela primaria, podría citar docenas, muchos incluso por su nombre y apellido. Son los que transcurridos unos años, se despegan de nuestra cotidianidad, pero no hay duda de que si de vez en cuando echamos una mirada al retrovisor de nuestra vida  ahí estarán presentes. Después, una vez pasado el mal trago de descubrir la verdadera identidad de los Reyes Magos y Papá Noel (o si quieren Santa Claus) vamos creciendo, no solo de estatura, y llega la pubertad, ese atrio de la adolescencia en que, junto a lo fisiológico, suele haber cambio de guardia, con nuevos amigos que se incorporan al día a día; son los años que nos liberamos de la tutela de los mayores y nos adentramos en un descubrimiento fantástico: la libertad, sujeta a ciertas normas, que dependiendo de la familia podíamos transgredir más o menos, pero libertad al fin.
Aquellos amigos, frecuentemente eran más importantes que la propia familia, nos juntábamos una vez terminadas las tareas y se nos pasaba el tiempo volando. En aquella época de “teenagers” aprendíamos empíricamente las cosas que generalmente no nos enseñaban en casa. Eran tiempos en que nuestros padres, tan conservadores, respondían con evasivas a las inconvenientes preguntas, producto de nuestra total ignorancia de casi todo; sin embargo esos temas los resolvíamos con nuestros compinches tan desinformados como nosotros; así nos íbamos ‘malinformando’ de casi todo. Eran los años que descubríamos cómo las muchachas causaban en nuestros cuerpos sensaciones que no habíamos sentido nunca antes. En aquellas escuelas de la esquina descubrimos que lo del sexo era algo estupendo; el grupo se ampliaba con nuevas adquisiciones femeninas, que en lo de la vida nos llevaban una “morena”, a pesar de que ante ellas figurábamos estar de vuelta de todo, sin haber ido.
Las madres recelaban de aquellos amigotes cada vez que soltábamos impertinentes comentarios en familia, escandalizándolas, mientras los hermanos mayores nos “chalequeaban” y los padres sonreían solapadamente haciéndose los locos ante los típicos: “¡José, pero dile algo a este descarado!”.
Ya pasados los 20, en la Universidad o mientras estudiábamos cualquier otra profesión, las cosas solían cambiar de nuevo y se ampliaban las relaciones, abandonando la esquina, aunque no a los compinches. Ya no cumplíamos los horarios, teníamos llaves de la casa, novias, automóviles y que “prestados” por el padre, motos y a veces, si había con qué, carrito propio.
Al terminar los estudios y encontrar trabajo las cosas se complicaban un tanto, los amigos eran de otra laya, se hacían amistades pero de nueva variedad; algunas perduraban, pero otras eran producto de intereses y no nos llegaban tan adentro. Nos convertimos en hombres hechos y derechos, aunque algunos no tan derechos, pero ya podíamos elegir.
Aquellos amigos son los que recordaremos siempre, para bien y para mal,  éramos felices, todo lo felices que se puede ser, pero con ellos me he reído mucho, cosa importante para mí, cogimos inolvidables borracheras, hicimos auténticas barbaridades y locuras de las que por supuesto no me arrepiento.
Los amigos, mis buenos amigos seguirán estando ahí, les rindo culto; pudimos ser rivales pero nunca enemigos. Por eso, estén donde estén, este 2016 brindo por ellas y ellos. Por todos los amigos.


carlosmmontenegro22@gmail.com

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