¡Al carajo
Venezuela!
Paola Ochoa
EL TIEMPO / Bogotá / 19 de noviembre de 2015
Si alguien debería cerrar la frontera es Santos, no Maduro.
Si Pablo Escobar viviera, no operaría en Colombia, sino en
Venezuela. El vecino país es hoy el sueño dorado del capo: generales y
militares de alto rango que narcotrafican toneladas de cocaína a través de las
fronteras. Sobrinos del Presidente de la República que transportan en avionetas
del Estado 800 kilos de coca. Opositores en la cárcel con pruebas fabricadas
para encerrarlos hasta por dos décadas. Elecciones manipuladas o fraudulentas
como las presidenciales de hace dos años o las parlamentarias del próximo mes.
Venezuela es un narcoestado en todo el sentido de la
palabra. El sueño de cualquier narcotraficante en el planeta. La envidia de
Pablo Escobar, gracias a su estructura narco-política-militar. El gobierno de
Nicolás Maduro es uno de los más corruptos e ilegítimos de la Tierra y las
elecciones parlamentarias del próximo 6 de diciembre pintan igual de mal: no
habrá observadores electorales ni de la OEA, ni de la Unión Europea, por orden
expresa del Gobierno de Venezuela. El pueblo teme que su voto no sea secreto y
las milicias bolivarianas intimidarán al resto.
Como si fuera poco, Maduro desapareció de un plumazo a siete
candidatos de la oposición, incluido Leopoldo López, a quien metió catorce años
en prisión. Y cambió las reglas de juego, al modificar la composición del
Congreso: les dio más asientos a las zonas rurales, que es donde es más fuerte
la revolución. Ahora resulta que los 6 estados con el 52 % del electorado solo
pueden elegir 64 diputados, mientras que los 18 restantes ponen 100 escaños.
Eso por no hablar de los estados fronterizos con Colombia, donde Maduro
restringió la publicidad y el proselitismo político, otro golpe para la
oposición.
Venezuela está capturada por estructuras criminales muy
cercanas a su cúpula, incluido Nicolás Maduro, el amo de ese Estado. Sus
ahijados, sobrinos, familiares y generales están involucrados en el tráfico de
sustancias ilegales y aún nos resistimos a pensar que él no sabe nada, que todo
ha sido a sus espaldas. El elefante venezolano es tan grande que hasta tiene
presidente de la Asamblea. ¿En serio podemos ser tan ingenuos? ¿Tan ciegos que
ni siquiera admitimos que toda esa coca se la compran a la narcoguerrilla de
las Farc?
¡Al carajo Venezuela!
Lo dijo el ‘Washington Post’ en su artículo de esta semana:
los cultivos de coca en Colombia están otra vez disparados. Y asegura que ese
nuevo ‘boom’ coincide con las negociaciones de paz en La Habana. No es
cualquier bobada: la producción de cocaína en Colombia creció 44 % en el 2014
respecto al año preliminar. Y para este año se espera que crezca todavía más,
según le dijo al diario norteamericano Jorgan Andrews, el director de
Narcóticos de la embajada de Estados Unidos en Bogotá.
Mientras eso sucede, Santos lanza al aire dos globos más:
nombra a Rafael Pardo como ministro del Posconflicto y habla de un proyecto
para legalizar los productos derivados de la marihuana con uso medicinal. Qué
estupidez más grande. Ni inventarse una cartera nueva es garante del proceso de
paz, ni legalizar la venta de pomadas y goticas de cannabis es la solución al
verdadero problema de las drogas en Colombia. Y en Venezuela.
Si no se resuelve el tema de la droga en un debate serio,
nos enfrentamos a una amenaza fenomenal: ‘Timochenko’ y sus secuaces haciéndose
elegir en el Congreso con la plata de la droga, igualito a como sucedió con los
paramilitares hace apenas una vuelta de hoja.
Si alguien debería militarizar la frontera con Venezuela es
Santos, no Maduro. Frenar de una vez el tráfico de coca del Catatumbo y parar
el bendito contrabando de gasolina. La democracia amenazada es la nuestra. El
Estado venezolano es un peligro para el futuro de la democracia colombiana. Un
Estado sin escrúpulos, sin libertades, sin justicia y sin democracia.
Colombia no debería permitir más esa estructura
narco-política-militar en la frontera. Al diablo la diplomacia. A partir
cobijas con Venezuela. Santos no puede aspirar a una paz, un futuro próspero
para Colombia y una buena relación con un vecino criminal; alguna de estas tres
tendrá que sacrificar.
@PaolaOchoaAmaya
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