A diferencia del
coronel aquel de García Márquez, la señora Tibisay Lucena sí tiene quien le
escriba. Le han llegado par de documentos que traen su peso, su importancia y
trascendencia. El primero es el documento de los Obispos Venezolanos. El Universal
le dedica su gran titular: “CEV:
Elecciones deben ser expresión de democracia. Los obispos consideran que el CNE es el supremo
responsable y garante de la transparencia del proceso y del clima de confianza
que debe acompañarlo.”
La otra carta
es la que le ha enviado Luis Almagro, Secretario General de OEA.
Recordemos que en marzo de este año, cuando asumió la Secretaría General,
Almagro dijo: “El tiempo de una OEA
discursiva alejada de las preocupaciones de los pueblos americanos, anclada en
los paradigmas del siglo pasado, está definitivamente dando paso a una OEA del
siglo XXI”. Anunciaba la ruptura, pues, con esa OEA complaciente que
volteaba para el lado contrario del salpicón de sangre; la OEA de Insulza que
procedió siempre a lo Pilatos, lavándose las manos.
Luis Almagro funciona
de una manera distinta. A los 52 años, este joven Secretario General, es
militante de la izquierda uruguaya, diplomático con vasta experiencia y llegó a
ser incluso el canciller de Pepe Mujica.
La carta que le escribe
a Tibisay Lucena es dura porque aborda todas las sospechas y suspicacias que ha
dejado la señora Lucena en su desempeño.
Del portal Prodavinci leo
lo que resaltan como los puntos más importantes de la carta:
Lamenta Almagro que “el rechazo (a la observación
electoral de la OEA) se fundara en un
posicionamiento político y no en los argumentos que hacen a la justicia y a las
garantías necesarias para el desarrollo de un proceso electoral (…) Es
preocupante que del análisis de esas condiciones tengamos que concluir que, hoy
por hoy, las dificultades alcanzan solamente a los partidos de la
oposición (…) Es
nuestro trabajo velar por la justicia electoral de la región, porque la
justicia electoral es requisito para el buen funcionamiento de una democracia(…) Velar por la justicia y la transparencia de las
elecciones no es injerencia. Injerencia sería si yo desatendiera reclamos
justos y fundados, si mirara para otro lado ante esta situación (…) La
oposición venezolana no ha gozado de condiciones de participación equitativas
en la campaña electoral. (Las autoridades electorales) lejos de garantizar las condiciones de plena
igualdad (…) reproducen el discurso oficial y aumentan la desconfianza del
electorado”.
Más adelante dice: “Esas condiciones claramente vulneran derechos
en el marco de la campaña electoral y del propio proceso electoral”. Habla,
por ejemplo, de: “Ausencia de topes o
controles al gasto de campaña (…) Acceso desigual a los medios de comunicación
de candidatos del oficialismo y de la oposición (…) Nuevas regulaciones sobre
la ubicación y características de las papeletas de votación que podrían llevar
a confusiones al momento de sufragar”. De lo cual hizo uso y
abuso el propio Presidente de la República cuando, junto a Jorge Rodríguez,
jugó en cadena de radio y televisión con el tarjetón electoral, apostando a la
confusión del electorado entre el MIN-Unidad y la MUD-UNIDAD.
“Implementación de medidas de seguridad que limitan la libertad de expresión
(…) Judicialización y amenazas a manifestantes pacíficos (…) Inhabilitaciones y
cambios en las condiciones de distribución de género y de la representación
estadal que podrían afectar los resultados electorales (…) Intervención de
partidos políticos por el poder judicial”.
“La negación de los derechos y garantías constitucionales por vía de
declaración del estado de excepción en 23 municipios de tres Estados”.
Habrán notado, Almagro
señala problemas que no son competencia directa de Lucena, pero ante los cuales
esta ha mantenido un silencio ominoso. Son medidas que apuntan hacia el
Ejecutivo Nacional, cuestionamientos que salpican directamente al propio
Nicolás Maduro. Comenta Almagro:
“Denuncias
hechas por periodistas de El Universal sobre el “creciente cerco
comunicacional”; censura de artículos y actos del gobernador de Miranda
Henrique Capriles y políticos de la MUD”. Habla, inclusive, de la condena a Leopoldo López.
Y finaliza de manera
contundente:
“Si yo no prestara atención o callara ante los hechos respecto a los cuales
hice referencia en la presente, me deslegitimaría, especialmente ante la
esencia de los principios en que creo y espero nunca abandonar de defensa de
la democracia (…) Recuerde, señora Lucena, que solamente el pueblo proscribe y
proscribe a través del voto”.
En otras palabras,
señora Lucena, usted no es el pueblo. El gobierno no es el pueblo.
Anoche, luego de leer
esta carta, pensaba que Lucena debía responderle a Almagro con seriedad y
profundidad, punto por punto, todos los señalamientos hechos. Limitarse a un
desplante o a un insulto, como suelen proceder ella y los altos funcionarios
del régimen, la pondrían en evidencia, de inmediato, dándole la razón a Almagro
en sus argumentos.
Pero hoy me llevo una
gran sorpresa. Lucena nada dice y en su lugar responde Diosdado Cabello,
presidente de la Asamblea Nacional. ¿Por qué él? ¿Por qué se da por aludido por
esa carta? Pero no sólo eso. ¿De qué manera le responde Cabello? ¿Acaso con
seriedad y profundidad, punto por punto, todos los señalamientos de Almagro?
No. Responde desde el desplante, con una arrogancia sin duda insultante.
Leo la cita textual de El Impulso, de
Barquisimeto: “Hoy la institución más
pervertida, corrompida y desprestigiada del mundo como es la OEA en voz de su
Secretario General, amenaza al pueblo de Venezuela, nada de eso es casual. Lo
que está en juego es en verdad el futuro de la patria y la independencia de la
patria”.
Con esta respuesta
Cabello, Lucena y Maduro –todos- han quedado en evidencia.
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