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Tal vez Gustavo Dudamel podría dirigir algunas obras de Reynaldo Hahn, tan
necesitados como estamos de venezolanos universales, será justicia reivindicar
a este caraqueño ahora que ya son otros tiempos.
París había contagiado a
las capitales más importantes de Europa de una euforia que al amparo de la era
industrial, la emigración desde el campo hacia las grandes urbes y el
mejoramiento del poder adquisitivo, hizo que cambiaran los hábitos de vida.
Viena, San Petersburgo, Berlín, Roma o Londres entraron en una espiral de buen
vivir, fiestas, y nacimiento de nuevas
formas del arte y costumbres liberales; pintores, escritores y músicos se
desarrollaban entre aquella sociedad burguesa que competía con las clases altas
en lo que se llamó “La Belle Epoque”. Todo se truncaría de raíz en 1914 con el
estallido de la Primera Guerra Mundial.
Probablemente en la Venezuela de finales del
siglo XIX, la timorata sociedad caraqueña estaba muy lejos de militar en la
modernidad europea de entonces. Caracas era una ciudad provinciana donde se
conocían todos, la burguesía aún vivía del “qué dirán” y la moral pública era
vigilada por la Iglesia, heredera aún de su influencia casi colonial. Durante
esas décadas Guzmán Blanco, declarado afrancesado, intentaba incorporar al país
en esa modernidad pero con pobres resultados.
Aquella sociedad caraqueña no concedió importancia al
enorme éxito de un caraqueño famoso en la Europa de la Belle Epoque. La
moralina reinante pudo tener mucho que ver para que Reynaldo Hahn de
Echenagucia quedara relegado, casi proscrito, en su país. Aún en nuestros días
con meritorias excepciones no es conocido, es como si un tupido velo cubriera
su nombre y su enorme talento, universalmente apreciado.
Reynaldo Hahn Echenagucia había nacido en los albores
de la Caracas guzmancista, el 9 de agosto de 1874, en el hogar formado por
Carlos Hahn, un ingeniero inmigrante europeo de origen judío que se dedicaba a
los negocios, y de doña Elena María Echenagucia. Reynaldo fue el menor de diez
hijos en una adinerada y numerosa familia. Carlos Hahn, su padre, de familia
judío holandesa de origen, residente en Hamburgo, con amplias relaciones
mercantiles en Europa, establecidas por su progenitor, Rubén Hahn, emigró a Venezuela
donde fue un destacado impulsor de la modernización del país, convirtiéndose en
asesor económico del presidente de la República, Antonio Guzmán Blanco. Amante
de la música y del teatro, casó con la venezolana María Elena Echenagucia, de
padre vizcaíno.
La creciente inestabilidad política de Venezuela,
motivó que la acaudalada familia Hahn decidiera trasladarse con toda su prole a
París. Reynaldo, el benjamín, no había cumplido ni diez años. Desde muy niño
había mostrado un enorme interés por la música venezolana que se escuchaba en
Caracas, quizás fue una premonición de lo que sería su vida profesional. Al
cumplir 10 años de edad ingresó al afamado Conservatorio de París. Entre sus
profesores estaban Jules Massenet, Charles Gounod y Camille
Saint-Saëns y entre sus
compañeros Alfred
Cortot y Maurice
Ravel y fue considerado un niño
prodigio. Reynaldo había “debutado profesionalmente”, al poco tiempo de entrar
en el conservatorio, en el salón de la princesa Mathilde Bonaparte sobrina de
Napoleón, acompañándose al piano él mismo cantó algunas arias de Offenbach. No
tardó en componer sus propias canciones.
La carrera musical de Hahn fue meteórica. Entre 1892 y
1947 compuso más de 100 melodías en diversos ciclos o grupos como Les Chansons
grisses, Études
latines o Les
Rondels donde incluía su
inolvidable À Chloris. En 1925 compuso una comedia musical: Mozart; 5
operetas, cuatro ballets, entre ellos Le
Dieu bleu (El dios azul); La
famosa opera Le
Marchand de Venise (El Mercader de
Venecia) con textos de Shakespeare; El poema sinfónico, Nuit d'amour
bergamasque (Noche de amor en Bérgamo), conciertos sinfónicos e
innumerables sonatas para piano, violón, quintetos y un Agnus Dei para
soprano y barítono, entre otras obras.
Reynaldo Hahn era como un hombre renacentista en pleno
siglo XIX. Su formación humanista fue extensísima. Se destacó, además de
compositor, como escritor, narrador, pianista, flautista, cantante, director de
orquesta, intelectual, conferencista, crítico musical en el periódico Le
Fígaro de París, y más... Las temporadas de ópera en Salzburgo, Cannes y
París, como director invitado, lo terminaron de consagrar, obteniendo la dirección
de la Ópera de Montecarlo. En 1927 el presidente de la República francesa
Alexandre Millerand le había condecorado
con La Legión de Honor de Francia y en 1945 alcanzó la cumbre al
ingresar en La Academia de Bellas Artes de Francia y ser
designado director de la Opera de París hasta el día de su muerte
en 1947, en la Ciudad Luz, víctima de un tumor cerebral. Reynaldo Hahn fue un
artista consagrado de su época, toda una figura universal que dejó a Venezuela
en la cúspide cultural de los siglos XIX y XX. Fue enterrado con honores en el
cementerio Père Lachaise de París.
Pero, ¿cuál fue el motivo de que en Venezuela la
figura de Reynaldo Hahn no haya trascendido a nuestros días con
la importancia de otros contemporáneos suyos? Al parecer, la pueblerina e
hipócrita sociedad caraqueña, prefirió desconocer al artista al saberse que
Hahn era amante del escritor Marcel Proust. Ignoraban el importante papel
que representó en la carrera que haría de Proust un personaje universal. Era mucho
más que un “affaire” entre homosexuales.
Se conocieron en 1894 durante una recepción de la alta
sociedad parisina, fueron presentados por la pintora Madeleine Lemaire, que
organizaba en su casa concurridos encuentros de artistas a los que Proust, en
busca de reconocimiento social, era muy aficionado. Reynaldo Hahn solo contaba
19 años, pero ya era un músico reconocido, el venezolano acababa de
publicar Mozart, su primera ópera, y gozaba de mucha fama. Marcel Proust era tres años mayor,
pero por el contrario apenas había empezado a desarrollar su faceta como
escritor. Su primer encuentro tenía ya ese toque decadente y burgués, de lujo y
exaltación de la belleza estética que marcó la vida artística del París de
finales del siglo XIX. Los dos compartían gustos literarios y pictóricos muy
similares y a ambos les encantaba la música de su destacado contemporáneo
Gabriel Fauré. Esos puntos en común bastaron para que iniciaran un romance que
duraría varios años y una amistad sempiterna que pondría las bases para la
carrera literaria de Proust.
Madame Lemaire tomó el papel de protectora de ambos
jóvenes, que intuyó talentosos, y en el verano de ese año los invitó a pasar una
temporada en su propiedad de la Bretaña, una invitación que repetiría en 1895.
En contra de los consejos de Lemaire, ambos se embarcaron en un viaje juntos y
a solas por la costa de la región. Ese viaje inspiró al escritor que comenzó a
escribir una novela autobiográfica, “Jean Santeuil”, que narraba
diversas experiencias vividas en los salones de la alta sociedad y de su
relación con Hahn. Muchos de los temas esbozados en ese libro, abandonado
posteriormente, aparecerían después en “En
busca del tiempo perdido” (1913), la obra literaria que daría fama a
Proust y la primera en la historia que trataba abiertamente de la
homosexualidad.
Aquella relación influyó también en el primer libro
publicado por Proust en 1896, “Los
placeres y los días”, una colección de poemas y relatos cortos que venían
acompañados con ilustraciones de madame Lemaire y cuatro partituras de Hahn
para piano; la obra sirvió para afianzar el estilo de Proust y le dio a conocer
entre los críticos de la “Belle Epoque” que elogiaron su libro. Se separaron
como pareja en el verano de 1896, pero continuaron siendo amigos hasta la
muerte del escritor en 1922. Proust siguió valorando mucho los consejos de Hahn
respecto a sus escritos que se los enviaba para que los revisara y le diera su
opinión.
A su vez Proust escribió acerca de la música de
su admirado Hahn: “nunca después de Schumann la música tuvo trazas de
una verdad tan humana, de una belleza tan absoluta para pintar el dolor, la
ternura y la serenidad ante la naturaleza” (sic).
Reynaldo Hahn, aunque nunca más vivió en Caracas, sin
embargo visitó su patria, Venezuela, múltiples veces algunas de ellas
acompañado de Carlos Hahn, su padre.
Será justicia reivindicar a este caraqueño, ahora que
son otros tiempos.
*Si abren estos “links”
podrán disfrutar de algunas románticas canciones “fin
du siècle” compuestas por Reynaldo Hahn durante la “Belle Epoque”.
https://www.youtube.com/watch?v=hblAmLvg55g
https://www.youtube.com/watch?v=vJIz86Mtyek&index=1&list=PLTisafcBRDNxZm_j7eQ5rQ_5b7OfP3Z2R
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