Blog de Víctor José López /Periodista

lunes, 5 de octubre de 2015

CARLOS M. MONTENEGRO ... REYNALDO HAHN un venezolano universal no reivindicado



                PUBLICADO EN TalCual




Tal vez Gustavo Dudamel podría dirigir algunas obras de Reynaldo Hahn, tan necesitados como estamos de venezolanos universales, será justicia reivindicar a este caraqueño ahora que ya son otros tiempos.



París había contagiado a las capitales más importantes de Europa de una euforia que al amparo de la era industrial, la emigración desde el campo hacia las grandes urbes y el mejoramiento del poder adquisitivo, hizo que cambiaran los hábitos de vida. Viena, San Petersburgo, Berlín, Roma o Londres entraron en una espiral de buen vivir, fiestas, y  nacimiento de nuevas formas del arte y costumbres liberales; pintores, escritores y músicos se desarrollaban entre aquella sociedad burguesa que competía con las clases altas en lo que se llamó “La Belle Epoque”. Todo se truncaría de raíz en 1914 con el estallido de la Primera Guerra Mundial.
 Probablemente en la Venezuela de finales del siglo XIX, la timorata sociedad caraqueña estaba muy lejos de militar en la modernidad europea de entonces. Caracas era una ciudad provinciana donde se conocían todos, la burguesía aún vivía del “qué dirán” y la moral pública era vigilada por la Iglesia, heredera aún de su influencia casi colonial. Durante esas décadas Guzmán Blanco, declarado afrancesado, intentaba incorporar al país en esa modernidad pero con pobres resultados.
Aquella sociedad caraqueña no concedió importancia al enorme éxito de un caraqueño famoso en la Europa de la Belle Epoque. La moralina reinante pudo tener mucho que ver para que Reynaldo Hahn de Echenagucia quedara relegado, casi proscrito, en su país. Aún en nuestros días con meritorias excepciones no es conocido, es como si un tupido velo cubriera su nombre y su enorme talento, universalmente apreciado.
Reynaldo Hahn Echenagucia había nacido en los albores de la Caracas guzmancista, el 9 de agosto de 1874, en el hogar formado por Carlos Hahn, un ingeniero inmigrante europeo de origen judío que se dedicaba a los negocios, y de doña Elena María Echenagucia. Reynaldo fue el menor de diez hijos en una adinerada y numerosa familia. Carlos Hahn, su padre, de familia judío holandesa de origen, residente en Hamburgo, con amplias relaciones mercantiles en Europa, establecidas por su progenitor, Rubén Hahn, emigró a Venezuela donde fue un destacado impulsor de la modernización del país, convirtiéndose en asesor económico del presidente de la República, Antonio Guzmán Blanco. Amante de la música y del teatro, casó con la venezolana María Elena Echenagucia, de padre vizcaíno.
La creciente inestabilidad política de Venezuela, motivó que la acaudalada familia Hahn decidiera trasladarse con toda su prole a París. Reynaldo, el benjamín, no había cumplido ni diez años. Desde muy niño había mostrado un enorme interés por la música venezolana que se escuchaba en Caracas, quizás fue una premonición de lo que sería su vida profesional. Al cumplir 10 años de edad ingresó al afamado Conservatorio de París. Entre sus profesores estaban Jules Massenet, Charles Gounod y Camille Saint-Saëns  y entre sus compañeros  Alfred Cortot y Maurice Ravel y fue considerado un niño prodigio. Reynaldo había “debutado profesionalmente”, al poco tiempo de entrar en el conservatorio, en el salón de la princesa Mathilde Bonaparte sobrina de Napoleón, acompañándose al piano él mismo cantó algunas arias de Offenbach. No tardó en componer sus propias canciones.
La carrera musical de Hahn fue meteórica. Entre 1892 y 1947 compuso más de 100 melodías en diversos ciclos o grupos como Les Chansons grisses, Études latines o Les Rondels donde incluía su inolvidable À Chloris. En 1925 compuso una comedia musical: Mozart; 5 operetas, cuatro ballets, entre ellos Le Dieu bleu (El dios azul); La famosa opera Le Marchand de Venise (El Mercader de Venecia) con textos de Shakespeare; El poema sinfónico, Nuit d'amour bergamasque (Noche de amor en Bérgamo), conciertos sinfónicos e innumerables sonatas para piano, violón, quintetos y un Agnus Dei para soprano y barítono, entre otras obras.
Reynaldo Hahn era como un hombre renacentista en pleno siglo XIX. Su formación humanista fue extensísima. Se destacó, además de compositor, como escritor, narrador, pianista, flautista, cantante, director de orquesta, intelectual, conferencista, crítico musical en el periódico Le Fígaro de París, y más... Las temporadas de ópera en Salzburgo, Cannes y París, como director invitado, lo terminaron de consagrar, obteniendo la dirección de la Ópera de Montecarlo. En 1927 el presidente de la República francesa Alexandre Millerand  le había condecorado con La Legión de Honor de Francia y en 1945 alcanzó la cumbre al ingresar en La Academia de Bellas Artes de Francia y ser designado director de la Opera de París hasta el día de su muerte en 1947, en la Ciudad Luz, víctima de un tumor cerebral. Reynaldo Hahn fue un artista consagrado de su época, toda una figura universal que dejó a Venezuela en la cúspide cultural de los siglos XIX y XX. Fue enterrado con honores en el cementerio Père Lachaise de París.
Pero, ¿cuál fue el motivo de que en Venezuela la figura de Reynaldo Hahn no haya trascendido a nuestros días con la importancia de otros contemporáneos suyos? Al parecer, la pueblerina e hipócrita sociedad caraqueña, prefirió desconocer al artista al saberse que  Hahn era amante del escritor Marcel Proust. Ignoraban el importante papel que representó en la carrera que haría de Proust un personaje universal. Era mucho más que un “affaire” entre homosexuales.
Se conocieron en 1894 durante una recepción de la alta sociedad parisina, fueron presentados por la pintora Madeleine Lemaire, que organizaba en su casa concurridos encuentros de artistas a los que Proust, en busca de reconocimiento social, era muy aficionado. Reynaldo Hahn solo contaba 19 años, pero ya era un  músico reconocido, el venezolano acababa de publicar Mozart, su primera ópera, y gozaba de mucha fama. Marcel Proust era tres años mayor, pero por el contrario apenas había empezado a desarrollar su faceta como escritor. Su primer encuentro tenía ya ese toque decadente y burgués, de lujo y exaltación de la belleza estética que marcó la vida artística del París de finales del siglo XIX. Los dos compartían gustos literarios y pictóricos muy similares y a ambos les encantaba la música de su destacado contemporáneo Gabriel Fauré. Esos puntos en común bastaron para que iniciaran un romance que duraría varios años y una amistad sempiterna que pondría las bases para la carrera literaria de Proust.
Madame Lemaire tomó el papel de protectora de ambos jóvenes, que intuyó talentosos, y en el verano de ese año los invitó a pasar una temporada en su propiedad de la Bretaña, una invitación que repetiría en 1895. En contra de los consejos de Lemaire, ambos se embarcaron en un viaje juntos y a solas por la costa de la región. Ese viaje inspiró al escritor que comenzó a escribir una novela autobiográfica, “Jean Santeuil”, que narraba diversas experiencias vividas en los salones de la alta sociedad y de su relación con Hahn. Muchos de los temas esbozados en ese libro, abandonado posteriormente, aparecerían después en “En busca del tiempo perdido” (1913), la obra literaria que daría  fama a Proust y la primera en la historia que trataba abiertamente de la homosexualidad.
Aquella relación influyó también en el primer libro publicado por Proust en 1896,  Los placeres y los días”, una colección de poemas y relatos cortos que venían acompañados con ilustraciones de madame Lemaire y cuatro partituras de Hahn para piano; la obra sirvió para afianzar el estilo de Proust y le dio a conocer entre los críticos de la “Belle Epoque” que elogiaron su libro. Se separaron como pareja en el verano de 1896, pero continuaron siendo amigos hasta la muerte del escritor en 1922. Proust siguió valorando mucho los consejos de Hahn respecto a sus escritos que se los enviaba para que los revisara y le diera su opinión.
A su vez Proust escribió acerca de la música de su admirado Hahn:nunca después de Schumann la música tuvo trazas de una verdad tan humana, de una belleza tan absoluta para pintar el dolor, la ternura y la serenidad ante la naturaleza” (sic).
Reynaldo Hahn, aunque nunca más vivió en Caracas, sin embargo visitó su patria, Venezuela, múltiples veces algunas de ellas acompañado de Carlos Hahn, su padre.
Será justicia reivindicar a este caraqueño, ahora que son otros tiempos.
*Si abren estos “links” podrán disfrutar de algunas románticas canciones “fin du siècle” compuestas por Reynaldo Hahn durante la “Belle Epoque”.

https://www.youtube.com/watch?v=hblAmLvg55g  

https://www.youtube.com/watch?v=vJIz86Mtyek&index=1&list=PLTisafcBRDNxZm_j7eQ5rQ_5b7OfP3Z2R


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