En la escogencia
del artículo, enfrentamos el dilema de escribir sobre el presupuesto 2016 o
sobre el presidencialismo económico (el Presidente de la Republica como jefe de
la economía) acompañado de un Estado Mayor del Plan de Recuperación Económica
(enero 2015) y por el recién creado Comando Nacional de Precios Justos en un
contexto de evidente militarismo (preponderancia del espíritu militar en una Nación).
Optamos por abordar la Ley del Presupuesto para el Ejercicio Fiscal 2016, ya
que obviamente afecta el hecho económico e impacta todo el tejido social,
mientras que el otro tema (objeto de un próximo artículo), a nuestro entender,
es utilizado para desviar la atención de lo importante en pro de una mediática ilusión
de control inflacionario “enfrentando” la especulación como causa y no como
consecuencia de la escasez y el desabastecimiento.
La economía
venezolana muestra un proceso continuo de empobrecimiento, verificado por la recesión
(disminución generalizada y continua de la actividad económica por un año o más) de los últimos años a la luz de la caída
del PIB (cantidad de producción), tal como en 1999: -6,0%, en 2002: -8,9%, en
2003: -7,8%, en 2009: -3,2%, en 2010: -1,5%, en 2014: -4,1%, y la estimada
2015: -10,1% (la peor en la historia
económica del país). Es así, que Venezuela completará ¡8 trimestres continuos
sin crecimiento!, a lo cual debe añadirse un permanente déficit fiscal (gastos
mayores que los ingresos), con el agravante de no observarse señales de cambio
a corto plazo, muy por el contrario el Presupuesto Nacional 2016 fue formulado
para un país en permanente progreso (¿?), con la particularidad de haberse
presentado en la Asamblea Nacional sin definir el comportamiento esperado para
las principales variables macroeconómicas, rompiendo la obligante vinculación entre la planificación (prever hechos y
proyectar tendencias) y el presupuesto (identificación que sustenta la acción);
siendo que la estimación de ingresos y gastos reflejados en un presupuesto
emana de una política de gobierno que establece montos en función de alcanzar
objetivos a tenor de una definición de planes y programas que resultan de la
planificación, luego recogidos en el presupuesto al cuantificar los recursos
financieros requeridos en pro de concretar las metas trazadas, al tiempo que el Presupuesto Nacional vincula
ambos instrumentos en función de la utilización de recursos en aras de procurar
el bienestar nacional con prevalencia de una estabilidad económica en
concordancia con un concreto modelo de desarrollo.
Surge
una interrogante: ¿bajo esas premisas se estructuró el Presupuesto Nacional
2016? Inferimos un rotundo no; veamos. El presupuesto original 2015 se situó en
Bs 741.000 millones, mientras que el modificado alcanzó a Bs 1 billón 663 mil
millones (al sumarle los créditos adicionales por Bs 922.000 millones) de lo
cual se desprende que dichos créditos adicionales representaron el 55,4% del
presupuesto total modificado, es decir no se ejerció una eficiente (o ninguna)
vinculación de la planificación con el presupuesto, al tiempo de consagrar que
más de la mitad fuese manejado a discrecionalidad por el Ejecutivo Nacional con
el aval de la Asamblea Nacional. Por otra parte, el presupuesto original 2016, apartándose de racionalidad al soslayar que la economía
del país enfrenta una manifiesta
situación de estanflación (mínimo crecimiento y alta inflación), alcanza un
monto de Bs 1 billón 548 mil 574 millones lo cual equivale a un incremento
superior al 20% con respecto al original 2015 ¡en plena crisis!, y de un
-7% (Bs 115.000 millones) con relación
al modificado 2015 que será equilibrado con una ley de endeudamiento 2016 ( ya
presentada) por Bs 125.000 millones (8%
de los recursos totales); siendo de trascendencia destacar que los recursos
provenientes de la exportación petrolera se estimaron en apenas un 13,9% (Bs
216 mil 581 millones) de los ingresos totales en aras, afirman, de “reducir la
dependencia del sector petrolero” (¡en 365 días!); mientras que el 77,9% (Bs 1
billón 207 mil 574 millones) provendrá de la recaudación interna, para lo cual,
sostienen, se proponen “optimizar el sistema tributario aumentado el número de
contribuyentes y disminuyendo progresivamente la evasión fiscal” ¡también en
365 días y en pleno descalabro económico!; todo ello en un escenario de fantasía
caracterizado por una tasa de inflación del 60% (vs un estimado del 200%) y
manteniendo el nefasto y corruptor tipo
de cambio de Bs 6,30/$.
Tal magia
financiera-presupuestaria, facilita visualizar que estamos a las puertas (de
mantenerse la “estrategia” económica actual) tanto de una reforma fiscal de
fundamento tributario en la búsqueda de un aumento de los ingresos (sin disminuir
el gasto que es lo racional) como de una profunda devaluación, en un marco que
se apoyará, inferimos, en el incremento de las alícuotas impositivas del i/lr
(tributación directa), en la modificación del IVA (tributación indirecta); sin
descartar otras acciones tales como el retorno del impuesto al débito
cambiario, del impuesto a las transacciones financieras, del impuesto a las
ventas al mayor, del impuesto a los activos empresariales, ajuste a los timbres
fiscales, un alza de la unidad tributaria y ¡algo más!.
Finalmente,
vale destacar que el actual desastre económico se sucede a pesar de haber
ingresado al país durante los últimos 15 años ¡más de 1billón 600 mil millones
de dólares! malvadamente despilfarrados; lo cual nos trae a la mente estrofas
de nuestro Himno Nacional en cuanto a exigir el cumplimiento del Artículo 299
Constitucional, muy especialmente en lo atinente a la permanencia y equidad del
crecimiento de la economía: “Gritemos con brío….Compatriotas fieles la fuerza
es la unión”.
Economista
Jesús Alexis González
jagp611@gmail.com jesusalexis2020
26/10/15
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