"No podemos
darnos el lujo de rendirnos", escribe Leopoldo López en The New York Times
... decidí entregarme el 18 de febrero de 2014, para afrontar el juicio que el régimen había planeado. Tomé esa decisión plenamente consciente de los riesgos que enfrentaba y de las posibles consecuencias de un proceso motivado políticamente, con un Poder Judicial comprometido.
El preso político Leopoldo López
publicó este viernes una carta pública en el periódico estadounidense, donde
ratifica su compromiso con la democracia y pide ejercer presión internacional
para obligar que haya observación independiente en las elecciones del 6D
El dirigente político Leopoldo López escribió una carta abierta,
publicada este viernes en el periódicoThe New York Times, donde
explica su propuesta política para transformar a Venezuela, reclama la
liberación de todos los presos políticos y pide apoyo internacional para presionar
al Consejo Nacional Electoral para que permita la observación electoral
independiente el 6D. Lea el texto traducido:
ARTÍCULO TRADUCIDO AL ESPAÑOL
PRISIÓN DE RAMO VERDE, VENEZUELA – El 12 de febrero
de 2014, la elite inepta y represiva que gobierna Venezuela ordenó mi arresto
por conspiración, incendio, incitación a la violencia, daño a la propiedad
pública y otros crímenes. Más tarde, esa misma semana, después de dos
sorpresivas visitas del presidente de la Asamblea Nacional a la casa de mi
familia, me sugirieron que buscara refugio en una embajada extranjera.
En cambio, decidí entregarme el 18 de
febrero de 2014, para afrontar el juicio que el régimen había planeado.
Tomé esa decisión plenamente consciente de los riesgos que enfrentaba y de las
posibles consecuencias de un proceso motivado políticamente, con un Poder
Judicial comprometido. Por eso, cuando el 10 de septiembre de 2015 la jueza
Susana Barreiros -una simple marioneta de esos gobernantes que buscan defender
sus riquezas y privilegios- me sentenció a más de 13 años de prisión, no tenía
ningún arrepentimiento por la decisión que había tomado. Fui condenado con el
absurdo argumento de que usé “mensajes subliminales” en mis discursos sobre la
no violencia para inspirar violencia durante las protestas de febrero de 2014.
Ahora estoy en confinamiento solitario en
una celda de 7 x 10 pies (2 x 3 metros) que no tiene más de una cama, un
inodoro y una pequeña repisa para mis escasos cambios de ropa. No tengo
permitido escribir, y el único libro que me dejan tener es la
Biblia. Ni siquiera tengo una lámpara o una vela para cuando oscurece. Si bien
todo esto ha sido muy duro para mi familia, ellos entienden que las grandes
causas requieren grandes sacrificios.
Estoy convencido de que nuestra causa es justa: la liberación del pueblo de las
dolorosas consecuencias de un sistema de gobierno que ha fracasado económica,
social y políticamente. Nuestra economía es la de peor rendimiento en la
región: el PIB caerá un 7% en 2015 según las previsiones, y sufrimos la
inflación más alta de mundo. Esta inflación nos ha llevado una devastadora
escasez de bienes esenciales y ha destruido la producción doméstica, incluida
la industria petrolera. La desesperación creada por estas condiciones, en
conjunto con las difundidas fallas de las fuerzas del orden, ha hecho de
nosotros uno de los países más violentos del mundo, con cerca de 25 mil
asesinatos en 2014 solamente.
Lo que es peor, hemos perdido nuestra
democracia. El Gobierno persigue a quienes piensan diferente y usa la
represión para mantenerse en el poder. El juicio en mi contra fue
pensado para enviar el mensaje a todos los venezolanos que pelean por un país
mejor de que, a menos que desistan y cedan ante el régimen, serán los
próximos. Nuestro Gobierno quiere aplastar nuestras aspiraciones y hacernos
creer que esta lucha no tiene esperanzas. Quiere que nos rindamos. Pero no
podemos darnos el lujo de rendirnos, porque el que se cansa pierde.
Estamos trabajando para una Venezuela en la que los
derechos sean garantizados para todos, incluso el derecho a vivir
dignamente. Queremos cambios regulares en el poder a través de
elecciones limpias y libres, para que los venezolanos puedan coexistir
pacíficamente sin importar su ideología.
En la economía, queremos un modelo que permita a
todos beneficiarse del crecimiento -especialmente aquellos que tienen menos.
Queremos promover las industrias locales y alentar la inversión privada para
incrementar la producción y generar empleo. Queremos incrementar la producción
de petróleo y usar los ingresos para diversificar nuestra economía, en lugar de
usarlos para comprar votos. Y queremos proveer la educación de calidad
necesaria para que todos los venezolanos prosperen.
Nuestros planes son ambiciosos, pero tienen el
apoyo de millones. Para que Venezuela se mueva hacia adelante necesitamos antes
que nada cambiar el sistema removiendo democráticamente al partido que nos
gobierna. Las elecciones parlamentarias del 6 de diciembre presentan una
oportunidad. Pero para triunfar en los comicios tenemos que unirnos. Una
alianza opositora, la Mesa de la Unidad Democrática, ya se ha formado, pero
necesitamos expandirla a todos los miembros de la sociedad que quieran un
cambio
No podemos hacer esto solos. Les agradezco
sinceramente a todos aquellos alrededor del mundo que nos han defendido.
Ese apoyo nos da fe, pero esos esfuerzos no pueden terminarse hoy. Necesitamos
que la comunidad internacional pugne por nuestros derechos democráticos ante
los abusos del Gobierno de Venezuela, condenando la represión y promoviendo la
solidaridad en los asuntos de derechos humanos en la región. Necesitamos que
las Naciones Unidas incorporen estos temas en la agenda del Consejo de Derechos
Humanos. Y necesitamos que la Organización de Estados Americanos invoque su carta
democrática para discutir nuestra situación urgente.
Hay que ejercer presión sobre el Gobierno para que
permita que haya observadores de la OEA y de la Unión Europea en las elecciones
de diciembre,
algo que no ocurre desde 2006. Su independencia e imparcialidad se necesita
ahora más que nunca para asegurar que nuestra oportunidad de cambio no está
comprometida.
Finalmente, el Gobierno de Venezuela tiene que
terminar con la infundada descalificación de los líderes opositores para las
próximas elecciones. Los diez a los que les prohibió postularse, incluidos los
ex gobernadores Manuel Rosales y Pablo Pérez, los líderes opositores María
Corina Machado y Carlos Vecchio, y yo mismo. El régimen debería liberar
a los 76 prisioneros políticos, incluidos los que están bajo arresto
domiciliario, como el alcalde de Caracas, Antonio Ledezma, y el ilegalmente
destituido alcalde de San Cristóbal, Daniel Ceballos.
Una elección no puede ser libre ni justa cuando a
aquellos que piensan diferente no se les permite postularse o están tras las
rejas.
Vía
Tal Cual
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