Colombia. Así se llamaba el país que Simón Bolívar quería para nosotros.
Colombia era la suma de
tres departamentos; el departamento de Caracas o Venezuela; el departamento de
Bogotá o de la Nueva Granada y el departamento de Quito o Ecuador.
Hoy seriamos un país de
tres millones y medio de kilómetros cuadrados, con una población de cien
millones de habitantes, con proyección sobre los dos grandes océanos, el
Pacífico y el Atlántico, además con playas sobre el Caribe y con un carácter
andino y amazónico.
Seguramente, si nos
hubiéramos mantenido unidos, el imperio norteamericano no habría podido
despojar a Colombia de lo que hoy es Panamá y el canal que une a los dos
océanos estaría en territorio colombiano.
“Si mi muerte contribuye a
que cesen los partidos y se consolide la unión, yo bajaré tranquilo al
sepulcro”. Ese párrafo forma parte de la última proclama del Libertador, ya en
su lecho de muerte.
Cuando Bolívar habla de la
unión se refiere justamente a la unión de las provincias que integran la
República de Colombia. Es decir, Caracas, Bogotá y Quito.
Y cuando Bolívar habla de
que “cesen los partidos”, se refiere a las fuerzas centrífugas que conspiraban
contra la integridad de Colombia.
El sueño grande de Bolívar
agonizaba junto con el Padre de la Patria y daba lugar al protagonismo de las
patrias pequeñas.
Un general venezolano,
nacido en Puerto Cabello, llamado Juan José Flores, estaba al frente del
movimiento dirigido a desgajar a la provincia de Quito. Otro General
venezolano, de incuestionables méritos en la lucha por la independencia,
llamado José Antonio Páez, liderizaba el movimiento para separar a Venezuela de
la patria grande.
Por último, un general
neo-granadino llamado Francisco de Paula Santander conspiraba desde Bogotá para
acabar con el sueño Bolivariano.
El grotesco y doloroso
conflicto que se desarrolla hoy en la frontera entre Colombia y Venezuela no
puede hacernos olvidar que ambos países estamos convocados a la grandeza, es
decir, a la unión.
La patria grande que soñó
el Libertador no se hubiera dejado despojar de la Guayana Esequiba por el
imperialismo británico, ni se hubiera dejado despojar de Panamá por el
imperialismo norteamericano.
Hay un libro formidable de
un gran estadista colombiano llamado Laureano Gómez que se intitula El fin de
la Grandeza. Allí está referida la historia de cómo acabamos con el sueño de
Bolívar. Es hora de reconstruirlo.
Eduardo Fernández
@efernandezve
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