Blog de Víctor José López /Periodista

martes, 28 de julio de 2015

CARLOS M. MONTENEGRO Animas de Purgatorio © L’etat c’est moi

 En Venezuela se vive hoy en día bajo un gobierno que accedió al poder durante un régimen “democrático” al uso en Latino América, pero una vez que tomó el mando en 1999, tras cambiar la Constitución vigente, incómoda para sus designios, tras instaurar un régimen eufemísticamente bautizado como Socialismo del Siglo XXI ha ido evolucionando, (¿o involucionando?) l 
Atendiendo a los múltiples escritos, discursos, entrevistas y ruedas de prensa que tanto prodigan economistas, analistas, escritores y  políticos de cualquier color tendencia y ralea, da la sensación de que cuanto más especialista en la materia es quien se explica, más difícil resulta que lo entienda la gente común. Los discursos, llenos de palabras, aún siendo acertadas, están lejos del léxico que empleamos la mayoría de los mortales de esta aldea global.
No se sabe si es que no saben expresarse más que en los términos propios de su oficio o que les importa un bledo que el pueblo llano no lo entienda, con lo que si pretenden que su mensaje se difunda lo más posible, honestamente creo que no lo logran; la gente común, sea  cual sea su tendencia, se limita con frecuencia a repetir cual loro exactamente lo que sus “explicadores” dicen con pelos y señales, pero sin saber a menudo muy bien lo que significa.
Cuando las tribus se quedaron fijas en un sitio (en la prehistoria), se hizo necesario crear normas, con el fin de llevarse bien dentro del territorio que ocupaban así como defenderse de otros. Eso, con los siglos pasó a lo que se llamó poblados y al crecer aún más posteriormente los griegos llamaron Ciudades-Estados. Después, al formarse las naciones se fue perfeccionando el concepto, cediendo la dirección a líderes que al medrar se convirtieron en nobles y reyes y a éstos, mucho después, según su poder se denominaron Jefes del Estado, cargo heredable si les dejaban, y que con el tiempo se hizo norma; los más fuertes se fueron quedando poco a poco con todo lo que poseía el pueblo llano, que al principio los aclamó y luego, cuando parecía que espabilaban, fueron sometidos por la razón de la fuerza. Los reyes se fueron asentando, cercenando en primer lugar los derechos de la gente con la ayuda de los nobles, a los que luego redujeron también si se hacían fuertes y representaban riesgo de que los bajaran del trono. Al lograrlo se quedaban con todo el poder, oprimiendo a los de abajo, sus súbditos, con impuestos y atropellos de todo tipo.
En Occidente, desde los emperadores romanos hasta los reyes del siglo XVIII, con tanto dominio ya se creían dioses, abusando a su antojo  de todo lo establecido, tanto, que Luís XIV de Francia, en el colmo del delirio se hizo llamar el “Rey Sol”, hasta el punto de que cuando su pueblo le quiso exigir que administrara mejor el Estado, con el fin de no pasar tanta hambre, se le ocurrió esta perla: “¿pero de qué hablan? si el Estado Soy Yo” (“L’État C’est Moi”)  y se quedó tan ancho, fue el comienzo oficial del absolutismo. Tras pisotear todos los derechos humanos -- aún sin promulgar* -- había plantado la semilla de la rebelión contra el enorme dominio de los monarcas.
En 1513, Nicolás Maquiavelo, un florentino renacentista  había escrito un tratado de teoría política, “El Príncipe”, que introdujo el término jurídico de “Estado” y se pronunció partidario de la república más que de la monarquía. No consta, pero se le adjudica la frase “el fin justifica los medios”, tan usado en estos días, como resumen de sus ideas. Otro pensador Jean J. Rosseau, en los años del Rey Sol escribió “el Contrato Social”, germen de la Revolución Francesa, la que guillotinó en 1793 a Luís XVI y su familia, los herederos de aquel rey absoluto, el de “L’État C’est Moi”.
Sin embargo el absolutismo se ha seguido practicando bajo múltiples regímenes en forma de “dictadores”, haciendo poco caso de los preceptos de la Razón, ejercieron y ejercen el poder absoluto sin recato una vez que consiguen entronizarse. Mussolini, Hitler, Stalin, Castro, son sólo algunos ejemplos paradigmáticos.
En Venezuela se vive hoy en día bajo un gobierno que accedió al poder durante un régimen “democrático” al uso en Latino América, pero una vez que tomó el mando en 1999, tras cambiar la Constitución vigente, incómoda para sus designios, tras instaurar un régimen eufemísticamente bautizado como Socialismo del Siglo XXI ha ido evolucionando, (¿o involucionando?) logrando confundir qué es el Estado, la Asamblea, la Fiscalía, el Poder Electoral, el Moral y el Judicial, supeditándolos a su terco centralismo como un cúmulo de confusas instituciones con funciones mezcladas sin ton ni son; no se explica bien qué hacen ni para qué sirven. Pero son diligentes ejecutoras de las órdenes del jefe y los validos que influyen en sus decisiones, quienes al parecer lo tienen claro. Solo ellos, pues al parecer el resto no. Así que las decisiones políticas, económicas y sociales se toman desde el vértice de la pirámide y de forma arbitraria.
Es como antiguamente sucedía, una vez instalados emulan de la forma más explícita a aquellos que decían abiertamente: “Aquí el Estado soy yo”,         
*La Déclaration des droits de l'homme et du citoyen (Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano) aprobada por la Asamblea Nacional Constituyente durante la Revolución Francesa el 26 de agosto de 1789, que aún cuando establecía los derechos fundamentales de los ciudadanos franceses y de todos los hombres sin excepción, no se refiere a la condición de las mujeres o la esclavitud, aunque esta última fue abolida por la Convención Nacional el 4 de febrero de 1794.

Ya en pleno siglo XX, el 10 de diciembre de 1948, en París, la Asamblea General de la ONU aprobó y proclamó la Declaración Universal de Derechos Humanos. 

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