ALEJANDRO PINO CALAD
@pinocalad
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Este 7 de
julio de 2014 murió Alfredo Di Stéfano, el mejor jugador del mundo antes de que
Pelé eclipsara al planeta, el responsable de que el Real Madrid se volviera la
superpotencia internacional que es hoy en día y, antes de eso, el hombre que
convirtió a Millonarios en el equipo más poderoso de un país en el que el
fútbol estaba en pañales.
Di Stéfano
llegó en 1949 a Colombia e hizo 96 goles en 111 partidos oficiales (Liga y
Copa), aparte de los 51 con los que maravilló al planeta en 61 partidos de
exhibición o amistosos. Fue campeón en 1949, 1951, 1952 y comenzó la campaña
que llevaría a Millos al título de 1953 antes de irse a cambiar la historia del
Real.
Un crack
en la cancha, un tipo de duro temperamento fuera de ella, esta es la verdadera
historia de su paso por nuestro país vestido de azul:
Con ustedes, El Dorado
ESTE ES EL MILLONARIOS DE BOGOTÁ QUE DOBLEGÓ AL REAL MADRID EN MADRID, EN SU CINCUENTENARIO, Y MÁS TARDE EN BOGOTÁ. CON EL MAESTRO PEDERNERA, COZZI, ROSSI Y ALFREDO DI STÉFANO A LA CABEZA |
Cuando
Adolfo Pedernera bajó del avión que lo trajo de Buenos Aires a Bogotá el 10 de
junio de 1949, ya era un ídolo. Miles de personas lo esperaban en el aeropuerto
con pancartas y gritos de euforia, y lo mejor es que nunca lo habían visto
jugar.
Este
recibimiento se lo debía a la prensa, que se había encargado de difundir su
nombre desde hacía varios años cuando Pedernera fue el motor de la selección
Argentina que le había ganado 6-0 a la colombiana en la Copa América de 1947.
La
“pederneritis” (término utilizado por todos los medios del interior del país al
hablar del nuevo jugador del naciente fútbol profesional colombiano) se había
tomado al país y todos comentaban su paso arrollador por River Plate, que él
había sido el líder del mejor equipo del mundo de los 30 y los 40, y que
Millonarios ahora sería imparable con él.
Ese 10 de
junio se bajó en el aeropuerto de Bogotá la leyenda de El Dorado.
Jugó Pedernera por primera vez en Colombia el 26 de ese mes asombrando a
las 25.000 personas que llenaron El Campín. Era un fútbol nuevo, un fútbol
mágico con el que no sólo se ganaba, sino que también se le daba el mejor
espectáculo del mundo a unos espectadores que estaban ávidos de entretenimiento
pues para la fecha el país vivía un momento caótico: desde 1946 el poder lo
ejercía el Partido Conservador con Mariano Ospina como presidente y Laureano
Gómez como canciller y líder ideológico; en 1948 había sido asesinado el líder
liberal Jorge Eliécer Gaitán y había explotado La Violencia (así, con
mayúsculas) en los campos y ciudades del país, con lo que la aparición de un
campeonato profesional de fútbol se había convertido en el mayor tubo de escape
de un país a punto de explotar.
Después de ese primer partido, Pedernera mismo se encargó de llevar a
Millonarios a sus antiguos compañeros de River, Néstor Raúl Rossi y Alfredo Di Stéfano, y tras ellos llegaron los
mejores jugadores del continente a Colombia.
La FIFA
sancionó a la Dimayor por establecer contratos con jugadores y no con clubes, y
expulsó a Colombia impidiéndole jugar en torneos de selecciones nacionales,
pero eso no le importó a nadie porque aquí se veía el mejor fútbol del mundo.
EL RUBIO DI STEFANO, BONAERENSE DE BARRACAS EL MEJOR EMBAJADOR DE COLOMBIA |
Había
taquitos, chilenas, túneles, sombreritos, ochos… en fin, un lirismo en el deporte
que nunca se había visto y que fascinaba al público y a los medios, que
descubrían en esos términos un nuevo lenguaje popular que captaba lectores y
radioescuchas.
Carlos
Arturo Rueda desde las transmisiones de radio creaba leyendas en torno a los equipos
y los jugadores con la asignación de apodos. Millonarios era “el ballet azul” y
eso lo decía todo, el Deportivo Cali era “el rodillo negro” porque su delantera
la conformaban los imparables afroperuanos Valeriano López, Vides Mosquera y
Guillermo Barbadillo, el Pereira era invencible en “El fortín de Libaré”, y el
tercer gran equipo del país era el Medellín, llamado la “Danza del sol” gracias
a sus cracks peruanos.
Pedernera
pasaría a ser llamado por todos los colombianos “El Maestro”, quien luego fuera
el mejor jugador del mundo sería conocido como “La saeta rubia” Di Stéfano,
Valeriano López era el imparable “Tanque de Casma”, Rigoberto García era tan
feo que se le llamó “Memuerde” y así, todos los grandes jugadores de El Dorado
tuvieron un apodo que los acercó mucho más al público.
El aspecto
de los apodos y los grandes partidos dieron el trascendental paso a la total
sublimación del fútbol a la guerra, propicio para la catarsis colectiva de ese
momento.
El fútbol
fue la gran salida de los habitantes de las ciudades al impulso horrible de La
Violencia. La frase: “No hay mejor antídoto contra la violencia que un buen
partido de fútbol”, aparecía constantemente en la revista Estadio, publicación
especializada y muy popular durante El Dorado.
Precisamente
esa revista, en los días más cruentos de 1949, después de que se realizara en
Cali una masacre en la Casa Liberal, escribió la siguiente editorial: “Hasta
las puertas de los estadios llegan rescoldos del caldeado ambiente político
pero no las traspasan. No obstante las inmensas muchedumbres de todas las
clases sociales y clasificaciones partidistas que llegan a ocupar la gradería,
los estadios permanecen como los únicos lugares en el país que representan el
más auténtico y afirmativo índice de civilización.
No todo
está perdido en Colombia. Por el contrario: mientras un país como el nuestro
asista en masa a los estadios, todo los bueno se puede esperar de él”.
El Dorado
significó un momento irónico para la historia del país pues, desde el punto de
vista del país rural fueron los años más aciagos del siglo y los que darían el
índice a la interminable guerra de los siguientes, mientras que para el país
urbano fueron años de felicidad y alegría desbordante: los viernes se bailaba
en algún salón al son de una buena orquesta, los sábados el hipódromo era el
centro de reunión, y todos los domingos se podían presenciar excelentes
partidos.
Pero lo
mejor se daba cada vez que Millonarios visitaba una ciudad pues se volvía
motivo de fiesta; como bien lo escribiera Andrés Dávila: “Cuando Los
Millonarios saltaban al terreno de juego el resultado era apenas un elemento
más”.
La
importancia social y política del “Ballet azul” como exponente del mejor
espectáculo del mundo, en tanto representaba el nombre de Colombia y aparentaba
que en el país todo estaba bien, hizo que Europa, la cuna del fútbol, se
empezara a fijar en nosotros.
Las
noticias sobre Colombia en el extranjero habían sufrido una transición: del
Bogotazo, pasando por la violencia posterior a la muerte de Gaitán, hasta
llegar a Pedernera y Di Stéfano.
Mientras
el Partido Liberal renunciaba a las elecciones de 1950 aduciendo falta de
garantías y patrocinaba emisoras y periódicos clandestinos en contra del
presidente electo, Laureano Gómez, por primera vez venían a Colombia equipos
europeos dispuestos a medirse con el mundialmente conocido Millonarios del
‘Maestro’ y la ‘Saeta’.
Ese año el
equipo azul le ganó y empató con el campeón húngaro el Hungarian de Budapest,
que luego se convertiría en el Samarios. Le propinó derrotas a equipos
argentinos, uruguayos y brasileños y se fue de gira por Sudamérica dando
espectáculo por todas partes.
Las
consecuencias de esto fueron que ese año el campeón en Colombia fue el Deportes
Caldas, cuyo arquero era el lituano Vitatutas, y que a Millonarios le empezaran
a decir “los embajadores” pues habían hecho la mejor campaña diplomática y propagandística
de Colombia en toda su historia: para el mundo en Colombia no había 50.000
muertos al año, para el mundo en Colombia estaba el mejor equipo, y eso lo
alentaban los diarios nacionales que parecían olvidar las masacres, o al menos
las dejaban en un segundo plano, frente a la fama del punto de atención de todo
el país; Millonarios.
Esto hizo
que los seguidores del equipo se multiplicaran y que se convirtiera en cuestión
de orgullo ser hincha de Los Millonarios, el mejor equipo de América.
El culmen
de esto se dio en 1952 cuando el Real Madrid invitó a Millonarios a España para
jugar un partido en marzo, en el que se celebrarían los 50 años de fundación
del equipo madrileño.
Los periódicos colombianos no escatimaron elogios para el club
colombiano y El Espectador planteó este partido como el enfrentamiento que dirimiría cuál era el
mejor equipo del mundo.
Millonarios
derrotó al Real Madrid 4 goles por 2 y el público europeo quedó maravillado. El
embajador de Colombia en España, Guillermo León Valencia dijo que “más han
hecho los hombres del fútbol en 90 minutos que yo como embajador en dos
años”resumiendo el sentimiento general del país frente al fútbol y dejando para
la historia su eficiencia en su cargo.
En junio
el Real Madrid devolvió la visita y vino a Bogotá en la única presentación de
uno de los grandes e históricos clubes del fútbol mundial en nuestro país hasta
hace poco, que enfrentó a Santa Fe. Los diarios no paraban de hablar de eso y
los abusos de la regencia de Roberto Urdaneta, quien ejerció la designatura por
un derrame cerebral que sufrió el presidente Gómez, pasaron a un segundo plano.
Millonarios
volvió a ganar, esta vez por 2-1, y hasta El Heraldo de Barranquilla le dio
primera página al hecho.
El hecho
de que se viera el mejor fútbol del mundo y una constelación de jugadores que
realizaban siempre lo impensable, sumado a la censura oficial que evitaba
difundir ciertas informaciones y daba cierto espacio en los medios, hizo que
los periódicos tuvieran tres y hasta cinco páginas deportivas, especialmente
los lunes, lo que era una desproporción para una época en que la prensa tenía
18 páginas e, históricamente, nunca hubiese tenido más de dos páginas
deportivas que, además, eran semanales.
Pero es
que el fútbol de Di Stéfano daba para todo, tanto como para ocultar el caos de
la administración de Laureano. Por eso es casi una ironía que sus respectivas
despedidas coincidieran.
Laureano y Alfredo
En 1949,
cuando llega Di Stéfano, Gómez era el canciller de la República y muchos
consideran que es el verdadero poder detrás del presidente. En ese año es
proclamado como candidato único del Partido Conservador para las elecciones de
1950.
El Partido
Liberal, que se encontraba bajo una represión policiva, no participa en la
elecciones y Laureano llega al poder después de 30 años de ser el máximo
representante de las ideas católicas y de derecha en el país.
Una
enfermedad lo haría retirarse temporalmente de la presidencia y llevaría al
poder como designado a Roberto Urdaneta, pero Gómez seguiría teniendo el poder
absoluto del país a imagen de las ideas fascistas por las que se había
interesado tanto durante los 30.
El
liberalismo estaba afincado en la oposición desde distintos frentes: las
emisoras clandestinas que criticaban al gobierno frente a la censura de prensa
vigente, las guerrillas liberales que se enfrentaban a los paramilitares
conservadores llamados “pájaros”, y el total abandono de los líderes nacionales
del partido al gobierno rompiendo el “Unionismo” que había tratado de implantar
Ospina Pérez.
Ante la
incesante violencia el pueblo sólo veía con confianza al ejército, que se
mantenía neutral frente a los intereses partidistas, pues había estado lejos de
la coyuntura representando al país en la Guerra de Corea bajo las órdenes de
Gustavo Rojas Pinilla, en desarrollo de la política exterior de adhesión a los
intereses norteamericanos y lucha contra el comunismo.
Pero,
mientras la situación política y social parecía insoportable, el país estaba
encantado con Di Stéfano y compañía. Incluso en 1951 el gobierno, en vez de dar
fondos para ayudar a los desplazados campesinos que se contaban por miles en
todo el país y trastornaban el orden y desarrollo de las ciudades, mandó a
ampliar el Estadio Nacional Nemesio Camacho “El Campín”, que con su aforo de
25.000 personas no tenía suficiente espacio para la cantidad de público que
quería ver a Millonarios.
La
acciones gubernamentales a favor del fútbol iban desde pasajes y cupos en
vuelos a la permisividad penal. En 1952, por ejemplo, Néstor Rossi se lió a
trompadas con un árbitro quien le entabló una demanda por lesiones personales y
agresión. Esto representaba cárcel para el argentino, pero el Ministro de
Gobierno en persona ordenó no hacerle indagatoria y exonerarlo de todos los
cargos en junio, pues el equipo se desestabilizaría sin una de sus grandes
estrellas y estaba próximo el partido en Bogotá contra el Real Madrid.
Ahotra,
buscar qué tanta responsabilidad directa tuvieron el gobierno de Mariano Ospina
y el poder, y posterior gobierno, de Laureano Gómez en el establecimiento de El
Dorado como espacio de catarsis en el periodo de La Violencia es imposible.
Alfonso
Senior, el gran responsable de El Dorado, siempre negó que el gobierno
organizara el fútbol profesional como un vulgar circo romano tan sólo cuatro
meses después del Bogotazo, pues, en palabras suyas, “el gobierno de Ospina
Pérez no nos presto más ayuda que la de alquilar los estadios. El campeonato
empezó en agosto porque estábamos sobre la carrera y queríamos ambientar la
cosa para darle fuerza a la DIMAYOR” (Entrevista concedida a José Cipriano
Ramos; Colombia vs. Colombia, 1998).
Sin
embargo, varias veces el mismo Senior admitió que ese primer campeonato
profesional ayudó a calmar los ánimos y que el fútbol fue útil, por ejemplo,
cuando mataron a un hermano de Darío Echandía en 1949 pues a los
directivos de Millonarios se les pidió un partido de fútbol y “la gente se fue
al estadio y se olvidó de los problemas”.
Lo
realmente curioso, e incluso anecdótico, de defender una tesis en la que El
Dorado fue una cortina de humo de la violencia rural partidista de finales de
los 40 e inicios de los 50, es que el mejor circo que ha visto la historia del
país durara el mismo tiempo que el mayor auge de poder de quien mejor lo supo
aprovechar: Laureano Gómez, y el mismo tiempo de la actuación de quién más
brilló en las canchas: Alfredo Di Stéfano.
En 1953 la
dirigencia del fútbol colombiano y la FIFA firman el Pacto de Lima que
reintegra a Colombia a la organización internacional de fútbol, con lo que deja
de ser una liga “pirata” y ya los clubes del mundo pueden negociar legalmente
con los colombianos.
El Real
Madrid, inmediatamente, se hace a los servicios de Di Stéfano tras una disputa
económica con el Barcelona que fue ampliamente cubierta por los medios
nacionales.
En mayo de
1953 “La Saeta rubia” se va para España lo que representa, oficialmente, el fin
de El Dorado. Ese mismo mes la situación política del Gobierno de Laureano
Gómez se volvió insostenible pues tanto liberales como conservadores criticaban
su represión, y empezaban a circular rumores de que el gobierno no terminaría
su mandato de cuatro años.
La salida
fue darle el poder a un líder militar que uniera al país por encima de
los partidos políticos y, ante la creciente popularidad y respeto que tenía en
la ciudadanía el jefe de la Fuerzas Militares, el 13 de junio el Teniente
General Gustavo Rojas Pinilla tomó pacíficamente el poder entre vítores y apoyo
de los líderes del liberalismo, y envió a Gómez al exilio a España.
Irónicamente
el patrocinador de las funciones y la máxima estrella del circo fueron a parar
el mismo año, y con un mes de diferencia, a Madrid.
La llegada
al poder del que fue llamado “segundo libertador” le dio un respiro a la
tensión sociopolítica del país y eso, además de en las marchas de alegría y los
homenajes al General, se vio reflejado en la disminución de espectáculo que
representó el final de El Dorado.
La
desbandada de figuras del fútbol colombiano al extranjero fue masiva, y el 1º
de agosto de 1954 Adolfo Pedernera se iba del país entre lágrimas y marchas de
despedida para volver a Argentina.
Finalizaba
así un año (junio de1953-agosto de 1954) de disminución de las pasiones
políticas y las presiones sociales, con la maravillosa novedad de la llegada de
la televisión y la disminución de la necesidad de catarsis en el fútbol.
Sin
embargo este año de paz tuvo un fin que daba visos de lo que vendría en
adelante. El 8 de junio de 1954 la policía mata a un estudiante en una marcha
de la Universidad Nacional. Los líderes de los partidos siguen apoyando
al general- presidente pero en las zonas rurales empiezan a reactivarse
los pájaros como bandoleros, y los guerrilleros liberales que habían entregado
las armas empiezan a ser eliminados selectivamente.
Había
empezado una nueva Colombia, muchísimo más compleja que la anterior… y sin Di
Stéfano y Pedernera para conducir un equipo que nos hiciera no pensar en ella.
En Twitter: @PinoCalad
Bibliografía:
Alape,
Arturo. El Bogotazo, Memorias del olvido. Planeta. Bogotá. 1992.
Pedraza,
Zandra. En Cuerpo y alma: visiones del progreso y de la felicidad. Universidad
de los Andes. Bogotá. 1999
Peláez,
Hernán. Nuestro Fútbol. Alfonso Rentería Editores. Bogotá. 1976
Ramos,
José Cipriano. Colombia vs Colombia. Intermedio editores. Bogotá. 1998
Tirado
Mejía, Alvaro. Nueva Historia de Colombia. Planeta. Bogotá. 1989
Ediciones
de:
El Tiempo,
El Espectador, El Siglo, El Nuevo Tiempo, El País, Diario del Pacífico, El
Colombiano, El Mundo, El Heraldo, Deportivísimas, Medellín Sportivo, Estadio,
Cromos, Semana, El Gráfico, Gaceta, Revista Cambio
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