Hortaleza de quedó sin sabio,
la pelota está fuera del pentagrama, porque
Luis Aragonés sea ido
“La pelota tiene música y hay
que acompañarla bien”. “¡Iker, el portero también tiene que saber tocarla. Hay
que cuidar el balón!”, se le escuchaba gritar a Luis Aragonés, fallecido en
Madrid en la madrugada del viernes al sábado a los 75 años, en los
entrenamientos previos al primer partido en el que le dio un vuelco a la
historia del fútbol español apostando por el toque y los jugadores bajitos.
España se jugaba en Dinamarca gran parte de la clasificación para la Eurocopa
de 2008 que acabó conquistando y Zapatones, apodo que le puso el periodista y amigo
personal Javier Valdivieso, alineó en Aarhus (1-3) a Iniesta, Cesc y Xavi como
exponentes principales de la revolución emprendida. Aquella victoria reforzó la
idea del balón como eje central de una manera de entender el fútbol que luego,
con Del Bosque, desembocó en los triunfos en el Mundial de 2010 y en la
Eurocopa 2012.
La multitud de ex compañeros,
técnicos y jugadores que se dieron cita en el tanatorio de Tres Cantos, donde
hoy se celebrará el funeral a partir de las dos de la tarde, coincidieron en
que el mayor legado futbolístico de Aragonés es la implantación del estilo que
ha llevado a España a dominar el fútbol mundial.
El palmarés del técnico
Como jugador
• 3 Ligas (Atlético, 1966, 1970 y 1973)
• 2 Copas (Atlético, 1965 y 1972)
Como entrenador
• 1 Liga (Atlético, 1977)
• 4 Copas del Rey (3 con el Atlético, 1976, 1985 y 1992; 1
con el Barcelona, 1988)
• 1 Supercopa de España (Atlético, 1985)
• 1 Segunda División (Atlético, 2002
• 1 Copa Intercontinental (Atlético, 1974)
• 1 Copa Ibérica (Atlético, 1991)
• 1 Eurocopa (Selección de fútbol de España, 2008)
Distinciones
• Trofeo Pichichi, en la temporada 1969/70.
• Medalla de Oro de la Real Orden del Mérito Deportivo
(2001)
• Mejor seleccionador del año según la IFFHS, en 2008.
• Premio Príncipe de Asturias de los Deportes 2010:
Selección de fútbol de España, de la que fue técnico de 2004 a 2008.
La leucemia que padecía, que
se agravó en las últimas semanas, ha sido la causa del fallecimiento de uno de
los personajes más carismáticos, polémicos y trascendentes del fútbol español.
Nacido en 1938 en Hortaleza e
hijo de un alabardero del rey Alfonso XIII, que luego se dedicó al transporte,
al cultivo de la cebada y a la fabricación de tejas, su padre fue todo un
personaje en lo que por entonces era un pueblo limítrofe con la capital. Una
calle lleva su nombre, Hipólito Aragonés, en lo que fue un homenaje que los
vecinos quisieron otorgar a quién hizo tanto por ellos en aquellos años de
penurias. Cuando su progenitor falleció, Luis Aragonés se hizo cargo de la
única camioneta, la de su padre, que había en Hortaleza pese a solo contar con
14 años. Él y sus otros nueve hermanos trabajaron en los negocios familiares
para salir adelante. Del lugar en el que nació también procede el sobrenombre
que más le acompañó, El Sabio de Hortaleza, aunque él siempre dijo que el
verdadero sabio era su hermano Matías por su inteligencia y su facilidad para
buscarse la vida.
Para el fútbol lo descubrió
Ángel Ramos, el carnicero del pueblo y, desde entonces, la indiferencia tuvo
poco que ver con él. Casado con Pepa, padre de cinco hijos, y con 11 nietos,
sus mejores años como futbolista en activo se los dio al Atlético de Madrid.
Con 26 años llegó al club colchonero, donde alcanzó la categoría de mito. Luis
es el Atlético y viceversa. Admirador del valencianista Waldo por su habilidad
para lanzar los libres directos, cuando Urtiaga, compañero del brasileño en el
Valencia, fichó por los rojiblancos, le dijo: “Tienes que enseñarme a tirar las
faltas como Waldo”. Perfeccionó la suerte hasta dibujar una de las estampas que
le hicieron eterno. Aquel golpe franco, ejecutado con maestría, en la final de
la Copa de Europa de 1974, que finalmente perdió el Atlético en el partido de
desempate con el Bayern, es la imagen más recordada del Luis jugador. La curva,
la pelota sobrepasando la barrera, el legendario Sepp Maier clavado como una
estatua, y él, alzando los brazos para celebrar el gol antes de que el balón
entrara, están grabados en la retina de muchos aficionados del Atlético y del
fútbol español en general.
Su poderosa zancada también
le permitió ser un centrocampista con mucho gol por su facilidad para pisar
área llegando desde la segunda línea. Eso le llevó a ser el máximo goleador de
la Liga en 1970 con 16 tantos, empatado con su compañero Gárate y el madridista
Amancio. Tres Ligas (1966, 70 y 73) y dos Copas (1965 y 72) conforman su
palmarés como jugador del Atlético, adornado con 11 internacionalidades.
Su transición a los
banquillos, como su propia figura, también fue singular. A principios de la
temporada 74-75, el histórico presidente del Atlético Vicente Calderón
destituyó al técnico argentino Juan Carlos Lorenzo y le ofreció a Aragonés, aún
jugador, que se hiciera cargo del equipo. “No tuve vértigo porque ya tenía en
la cabeza entrenar, aunque iba a dirigir a los que habían sido hasta hace poco
mis compañeros”, explicaba recientemente a EL PAÍS en una entrevista en la que
también desveló por qué no se conoce a un solo jugador que hable mal de su
persona: “La clave para durar tanto es ser verdadero, la sinceridad es
aplastante. El jugador tolera poco que le mientas”.
Fue en los banquillos donde
Aragonés terminó por trazar su perfil y adquirir la condición de mito. El
chándal como vestimenta habitual, las gafas torcidas, ese hablar en tercera
persona [“Luis no ha dicho eso”], su verborrea castiza y su fuerte personalidad
le acompañaron allí donde fue. Aquel “míreme a los ojitos” a Romario, el
enganche por el cuello a Etoo, o el “usted es mejor que ese negro de mierda
(Henry)”, con el que quiso motivar a Reyes en la selección, forman parte del
anecdotario constante que fue su trayectoria en los banquillos. Su personaje
está compuesto por tantas anécdotas, que su propia vida puede ser descrita como
una gran anécdota.
“Le doy tanta importancia al
tercer puesto del Mallorca como a la Copa con el Barcelona o salvar al Oviedo”,
decía. Ese título lo logró tras ponerse de parte de los jugadores en el famoso
motín del Hesperia en el que el plantel azulgrana solicitó la dimisión del
presidente Josep Lluis Núñez. Sus enfrentamientos con Jesús Gil y con
directivos de la Federación, en su época de seleccionador, también fueron
sonados. Así como su decisión de finiquitar la carrera como internacional del
madridista Raúl. “Si encajaba en el estilo porque tocaba bien el balón, pero ya
no tenía la velocidad en los últimos metros”, explicó.
Cuando se le preguntaba por los jugadores que dirigió que más le
impactaron señalaba: “En lo organizativo y táctico, Xavi; en lo imaginativo,
Romario; y el que más me dio, Hugo Sánchez”. De las derrotas decía: “Me quedo
con las que me infligieron equipos inferiores a los míos, que son con las que
más se aprende”. Sus partidos de cabecera? “La final de Copa que le gané al
Madrid en el Bernabéu con el Atlético y la semifinal de la Eurocopa con Rusia,
que es el partido que más me llenó”. En este último, una exhibición de juego
combinativo y veloz la pelota ya tenía música
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