Blog de Víctor José López /Periodista

jueves, 12 de diciembre de 2013

JOSE MANUEL PALLI: La polarización nos hunde, y no solo a Honduras




JOSÉ MANUEL PALLÍ(*)

Hace pocos días vi una caricatura en la que aparecía Mel Zelaya, el ex presidente de Honduras cuya primera dama fue candidata a la presidencia en las recientes elecciones en su país, anunciando: “Si perdimos, hubo fraude…, si ganamos no…”.
La caricatura resultó ser premonitoria, aunque tampoco se entregan medallas hoy en día por el acierto en ese tipo de premoniciones y / o predicciones.
Y es que el nivel y la intensidad de la polarización que afecta a muchos de nuestros pueblos (incluido el nuestro, el de los Estados Unidos de América) hace perfectamente previsible lo que está ocurriendo en esa nación centroamericana, la tercera en pobreza de nuestro hemisferio occidental. Como previsible lo es también en otros países: Venezuela, Nicaragua, México, entre otros, han visto sus procesos electorales impugnados por los perdedores. Incluso entre nosotros, algunos republicanos –entre ellos Karl Rove, el gurú de las campañas conservadoras– han señalado o sugerido que el presidente Obama alcanzó la reelección recurriendo a malas artes.
Hasta en países como Bolivia y Ecuador, donde el margen de ventaja de los ganadores y su índice de popularidad como gobernantes parecieran confirmar el resultado de las elecciones, los perdedores gritan fraude.
Es más, la verdadera caricatura o broma consiste en lo fácil que resultaría reemplazar a Mel Zelaya en esa caricatura con la imagen de cualquier otro de los perdedores en procesos electorales recientes, sin distinción de países, partidos o ideologías. Las alegaciones de fraude electoral son moneda corriente en aquellas sociedades en las que la polarización hace estragos en la capacidad de diálogo y en la tolerancia hacia las ideas opuestas entre conciudadanos.
Los señalamientos que hacen los partidos perdedores en Honduras (y no es solo el de los Zelaya el que protesta) y las “pruebas” que presentan, se parecen a los que han hecho y presentado, en otros países, los perdedores en contiendas similares, y en algunos casos son casi un calco. Como en casos anteriores, las alegaciones de fraude son avaladas por observadores presuntamente imparciales (el juez Baltazar Garzón y el Instituto Juan Bosch, entre otros, en el caso de Honduras) que, inmediatamente, son descalificados por los voceros de los ganadores.
Unos y otros se dedican a demonizar al adversario, y cuando a los “expertos” de uno de los bandos les toca jugar de “ganadores”, recurren sin falta al argumento de la “falta de equivalencia moral” entre sus acciones y las que realizan los hoy perdedores cuando les toca “ganar”, refrendando la caricatura que describo arriba. Me pregunto quién ha designado a estos “expertos” como medidores de “equivalencias morales”, y con que moral se dedican a esa tarea…
Si la OEA, la Comunidad Europea o el tan maltratado Jimmy Carter le dan el pase a un proceso electoral cuyo resultado es del gusto de estos “expertos”, entonces “no hubo fraude”; si el mismo trío de observadores aprueba un proceso en el cual el favorito de estos “expertos” perdió según la cuenta “oficial”, esos mismos observadores pasan a ser parciales y serviles del “falso ganador” y no hacen sino confirmar que “sí hubo fraude”… Es tan infantil el argumento que no se entiende como gente inteligente y preparada, como lo son la mayoría de estos “expertos”, no se dé cuenta del daño que les hace en cuanto a credibilidad… El resultado de esa polarización incapaz de generar consensos no es otro que la ingobernabilidad crónica y la insatisfacción y el descreimiento cada vez mayor en nuestros pueblos. Mientras algunos de estos “expertos”, desde todo tipo de institutos, fundaciones y think tanks que responden a determinados intereses, se llenan la boca hablando de “libertad” y “democracia”, la polarización aumenta sin pausa, y con efectos cada vez más perniciosos.
La incapacidad de los políticos para decidir o resolver asuntos políticos deviene en una cada vez mayor judicialización de la política, con lo que la Justicia termina convertida, casi a la fuerza, en un actor político más. De ahí a la politización de la Justicia –con persecuciones y condenas a los adversarios– hay un solo paso. Y la enfermedad alcanza incluso al sistema interamericano de Derechos Humanos, que tampoco está concebido para dirimir cuestiones políticas pero termina envuelto en la misma maraña y en la parodia a la que nos conduce la polarización desenfrenada.
Hasta los medios de comunicación, otrora celosos de su imparcialidad como garantes de su credibilidad, no son hoy, en su mayoría, sino actores políticos al servicio de los intereses de sus propietarios.
El tipo de institución que realmente nos hace falta a todos, empezando por los cubanos, es una que sirva como una suerte de gimnasio en el cual podamos ejercitar ciertos músculos que tenemos atrofiados por el desuso, como el diálogo, la tolerancia, la transigencia, la convivencia… Un gimnasio que funcione como una escuela, pues de eso se trata, de educarnos para poder forjar, todos juntos, un mundo mejor, si no para nosotros mismos al menos para nuestros nietos.
Es hora de crear un Instituto Interamericano Para el Diálogo y la Tolerancia.
(*) Abogado cubanoamericano. 

No hay comentarios: