VÍCTOR JOSÉ LÓPEZ
EL VITO
No es lo mismo promover y vender Tokio como sede de unos
Juegos Olípicos, en la plenitud de la Era Informática, que tener de mercadear a
Madrid.
No hay otra razón para haber dejado fuera de la contienda a
España, Campeona Mundial y Olímpica de Fútbol, una potencia en Baloncesto,
Balonmano, Tenis y Waterpolo y cuya delegación la integraría un equipo élite en
competencias de Gimnasia, Pista y Campo , Ciclismo, Halterofilia y menciones
usted, amable lector, la disciplina que le plazca mencionar que allí estará la
excelencia deportiva española.
En fin, uno solo de los atletas o conjuntos españoles
bastaría para superar a todo el equipo japonés, pero hay que ser necios para
creer que se trata de un evento deportivo esto de los Juegos Olímpicos ya que
desde su nacimiento, Paris, Teatro
de la Sorbona, 1894, lo del deporte en el Comité Olímpico es una Utopía.
Nació cuando Pierre Fredi, un joven aristócrata que ha
pasado a la Historia como "El barón de Cubertin", fundó con un grupo de amigos en el
Teatro de la Universidad de la Sorbona
un movimiento, para
recuperar los Juegos Olímpicos del pueblo griego. Lo llamó Cubertin y su grupo
de estudiantes universitarios
Juegos Olímpicos de la Era Moderna.
Francia era una nación que resurgía entre las cenizas de la
guerra tras haber sido aplastada por la Prusia de Bismarck. Era una nación
traumatizada por la Comuna de Paris y ensangrentada por los fusilamientos de
Thiers y los "versalleses". Pierre de Cubertin, era una de aquellos
jóvenes humillados. Fredi era rico, desocupado, britanizado y de izquierdas.
La violencia con la que fue derrotado lo convirtió en un
"pacifista".
El 23 de junio de
1894 se constituyó el primer Comité Olímpico Internacional integrado por
una docena de jóvenes ricos e iluminados. A 119 años del evento de la fundación
del COI, hoy es una organización supranacional, más poderosa que las
constituciones de los Estados Unidos, Alemania, la Gran Bretaña, China o Rusia
y cualquier nación que pretenda hacer alarde de su poder político o militar. El
COI controla a millones de deportistas
y cada cuatro años organiza el mayor y el más caro de los espectáculos
del mundo. Al COI para nada le importan las guerras que hay en Siria, Egipto,
Afganistan, Africa, Colombia ... Mientras los conflictos prosiguen sin tregua,
uno detrás del otro, si el ideal
fracasó, la empresa del COI funciona.
El Movimiento Olímpico se fundó sobre la apoliticidad y el
amateurismo, dos principios que fueron violados inmediatamente después de
haberse notariado la partida de nacimiento del Comité Olímpico. El barón de
Cubertin y su grupo de amigos
aristócratas querían que los juegos se realizaran en París, pero los
americanos y los británicos,
acordaron que debían realizarse en Atenas porque el Olimpismo tenía su
cuna ancestral en Grecia.
Cubertin renunció a la Presidencia del COI, y pasó el testigo del cargo al griego
Demetrios Vikelas. Se trataba de un comerciante de cereales y traductor de
Goethe y Racine. Multimillonario, con estupendas relaciones comerciales y gran
influencia política en las naciones europeas, además un helenista practicante y
de manifiesta inclinación pedófila.
Racine era gran amigo de un multimillonario ruso, Averoff,
quien en una de esas jugadas que hacen los poderosos de "taparse las
espaldas, por si acaso" financiaba a un exiliado en Suiza de nombre
Vladimir Ilich Lenin, quien más tarde iknfluiría en la expansión del Movimiento
Olímpico por más contradictorio que esto pudiera parecerle a los fanáticos del
comunismo.
Los juegos fueron un éxito, lo que aprovecho Cubertin para
recuperar el cargo de Presidente del COI, donde permaneció durante 25 años. El
barón de Cubertín convirtió al
Olimpismo en una de las grandes filosofías del Siglo XX. Escribió su doctrina y
dogmas como el que "el olimpismo no es un sistema: es un estado
mental". Un estado al que calificó como el "areté" de los
espartanos, lo que a lo largo de los años explica la admiración que Cubertin
llegó a tener por Adolfo Hitler.
Consta su
admiración por Adolfo Hitler en una carta en la que el barón felicitaba al
Führer luego de los Juegos
Olímpicos de Berlín 1936 y en 1937, cuando le propuso al líder del Tercer Reich
la creación del Instituto Olímpico. Fue una prueba fehaciente de que Cubertin
creía en el triunfo del III Reich
en la II Guerra Mundial. No fue una casualidad, y usted mismo lo puede comprobar amable lector,
que durante los años 36 al 44 la bandera olímpica tuvo entre sus cinco anillos
la cruz gamada, símbolo del partido Nazi.
Según Conrado Durantez, Presidente de la Academia Olímpica
Española, de Honor del Comité Internacional Pierre de Coubertin y de la
Asociación de Academias Olímpicas Ibereroamericanas, los Juegos de Berlín
"son los que han tenido el más profundo sentido de la esencia olímpica". En Berlín 1936 se
inició el rito de la antorcha olímpica. La primera la construyó Krupp, el
fabricante de cañones de la Wermacht.
Cuando Stalin creó los unos juegos deportivos en el universo
comunista, los llamó
"Espartaquíada". El "padrecito" de la Unión Soviética, lo
mismo que Fidel Castro en Cuba, entendieron que si el Olimpismo es una
ideología, el Movimiento Olímpico es su estructura orgánica y lo dirige el COI,
es decir Los señores de los Anillos. Se trata de un gobierno piramidal con un
jefe todopoderoso, y un gabinete o Asamblea que él, el Presidente del Comité
Olímpico elige personalmente. Los hombres y las mujeres, miembros del Comité
Olímpico no representan a su naciones. Un miembro del COI pierde su
nacionalidad y en su país es una especie de Embajador del régimen del Comité
Olímpico Internacional.
Los Juegos Olímpicos son un juguete de Los Señores de los
Anillos, un grupo que forman las 12 multinacionales más grandes y poderosas del
orbe. Se trata de una oligarquía que se perpetúa así misma y que controla
los juegos, cómo van a ser,
quienes anuncian, dónde se celebrarían. Por ello no deja de asombrar que España
llegara a creer que los del 2020 iban a ser en Madrid. Asombra, porque en el seno
de la Oligarquía Olímpica Española, hay miembros de Club, Los Señores de los
Anillos.
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