ENTENDER LA AUTONOMÍA
UNIVERSITARIA
El tema de las universidades
ocupa buena parte del debate público. Las movilizaciones de profesores,
estudiantes y empleados han contado con el apoyo activo de las autoridades de
las distintas casas de estudios superiores. Me refiero a las consideradas como
autónomas, a las experimentales e incluso a las privadas que no se han
entregado en manos del régimen.
Lo malo es que la lucha
pareciera centrada casi exclusivamente en lo económico y financiero. No es poca
cosa, pero quizás sea la parte menos importante del problema universitario.
Lamentablemente este aspecto es utilizado como instrumento de agitación por una
parte, y por la otra, como mecanismo de chantaje para doblegar el espíritu
universitario y someter su independencia.
Hay una desviación
fundamental. Las universidades públicas dependen exclusivamente del presupuesto
que el estado-gobierno les tiene asignado. La mayor parte de sus luchas se
agota en protestar por lo insuficiente de las asignaciones y en solicitar
aumentos indispensables para funcionar con mediana eficiencia a los costos
operacionales de hoy. Se trata de un círculo vicioso perverso que mantiene viva
la conflictividad permanente en escenarios que deberían ser ejemplo y guía para
la nación.
La Autonomía Universitaria
debe abarcar todos los aspectos. Es imposible concebirla sin autonomía
económica y financiera. Para ello las propias universidades deben buscar
fuentes propias de financiamiento, mecanismos de estudio e investigación,
prestar servicios diversos tanto al sector público como al privado, dentro de
sus objetivos y actividades académicas. Esto es perfectamente posible y
necesario para hacer indisoluble el vínculo con las comunidades donde existan.
Esto no significa el final de los aportes del sector público, pero dejarían de
ser determinantes.
El estado tiene la obligación
de garantizar a los ciudadanos el acceso a todos los niveles de educación,
especialmente a quienes tienen menos recursos. Es el mejor instrumento para la
igualación social y el aprovechamiento de las oportunidades. Pero, quienes
están en posibilidad de aportar para recibir educación, están en la obligación
de hacerlo. No hay educación gratuita. Todo cuesta. El problema está en quien
paga. Hay muchas formas de estimular y financiar el estudio más allá de
esperarlo todo del gobierno.
oalvarezpaz@gmail.com Lunes, 15 de julio de 2013
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