¿Qué
respuesta tendría el Gobierno actual, de precipitarse alguna forma de violencia
civil como la ocurrida en 1989, y con cuál autoridad, fuerza y poder intervendría?
Corría
el año 1989, recién se había inaugurado la segunda administración, como
Presidente, de Carlos Andrés Pérez; el país, el sistema democrático y las
instituciones venían soportando, de manera incesante, violentos ataques mediáticos
que buscaban influir en el imaginario colectivo, la matriz de opinión que
degradaba la democracia como sistema y al mismo tiempo creaba una delicada y
creciente opinión en el colectivo que insinuaba el rompimiento violento de la
paz social, no solo de las clases populares, también en sectores de la
institución militar.
El Presidente Carlos Andrés Pérez
intentaba por su parte, junto a su Consejo de Ministros, echar las bases de su
programa de gobierno, que reorientara el modelo económico, hasta ahora
dependiente de la política petrolera, que facilitase la transición hacia
estadios más diversificados y menos susceptibles al vaivén e incertidumbre de
los precios del crudo y sus derivados a nivel universal.
Desde el primer
momento esta nueva direccionalidad de la política económica tuvo virulentos
rechazos de las elites sociopolíticas, de los partidos políticos, del
empresariado, del sector financiero, económico y mediático de la Nación. La
matriz que se generaba era amenazante, incluía además, desestabilización,
violencia social y política, y por si fuera poco, traspasó los vetustos muros
políticos de la institución militar. Para nadie es un secreto como se volatilizó
este rechazo cuyo centro de gravedad desestabilizador fueron simultáneamente
con punto focal en: la población y las Fuerzas Armadas.
Por cierto, las
Fuerzas Armadas siempre fueron objeto de penetración ideológica, y Venezuela,
siempre, desde 1959, fue penetrada por el Estado Cubano; la revolución
guevarista que la 2
Unión Soviética había establecido como parte de un
osado plan, como objetivo en Suramérica, durante el conflicto este-oeste.
No solo era Carlos
Andrés Pérez el objetivo político y con él la destrucción de la Democracia
Venezolana, el pretexto fue el Modelo Económico y las reformas que este
implementaría, de allí su nombre descalificador de “paquete neoliberal”. También
se resentían por la pérdida de cuotas de poder, de los grandes negocios y otros
beneficios directos, las cuotas de poder y la capacidad de influir en las grandes
decisiones del gobierno recién inaugurado el 2 de febrero de 1989.
El ardid detonador fue
el mediecito del
incremento de la gasolina en una economía quebrada que solo tenía 300 millones
de dólares en reserva y una cuantiosa obligación por pago de la deuda externa.
Se planificó, activó y
ejecutó un macabro plan de insurgencia civil, el 27 de febrero es fijado como día
H; el presidente Carlos Andrés
Pérez se hallaba en Barquisimeto. Así pues estallan la violencia
descentralizada en Caracas y algunas ciudades del interior. Luego de dos (2) días
de violentas manifestaciones armadas, fueron reprimidas primero por la policía
y luego por la Guardia Nacional, se da la orden, a pedido de la autoridad
civil, para la activación del Plan Ávila, el cual se pone en ejecución “el día
28 de Febrero de 1.989 a las 1800 horas”, se trasladan efectivos del ejército
desde el interior para tratar de controlar la poblada que estaba en la calle
saqueando y generando mucha violencia, y de francotiradores apostados en las alturas
de edificaciones atacando a los efectivos militares. Esto se hizo después de
consultar muchas opiniones y decretar el estado de emergencia que dictaba la
constitución de 1961.
No se puede ocultar al
referirnos a estos actos desestabilizadores y vandálicos que luego se
sucedieron, fueron factor muy importante y determinante los grupos radicales.
Entre ellos se evidenció la detención de activistas políticos, algunos miembros
del actual gobierno y hasta en la oposición, quienes planificaron, activaron y
ejecutaron los planes de saqueos a distintos comercios en Caracas. No solo
fueron los Céntricos negocios, lo más grave es que no quedó una bodega en pie
en el este de Caracas. Muchos de ellos personas de relieve en el actual proceso.
Lo importante es la verdad y no el maniqueísmo desatado para tergiversar
lo sucedido.
Importante es la verdad y no el maniqueísmo desatado para
tergiversar lo sucedido.
El objetivo y propósito
político fue el de producir, como en efecto se logró, una ola desestabilizadora
desde los sectores populares del país, con ello, se buscaba igualmente,
debilitar al gobierno, hacer impopular sus decisiones políticas y económicas,
sin que estas hubiesen llegado a impactar al colectivo. Repito, el objetivo era
producir un evento político, social y militar de proporciones inmanejables para
precipitar la ingobernabilidad y acelerar la salida del Poder de Carlos Andrés
Pérez, tal y como ocurrió en mayo de 1993.
Las acciones iniciales
fueron de extrema violencia civil y armada con el empleo de francotiradores, prácticamente
imposible controlar por la Policía Metropolitana y la Guardia Nacional, el recalentamiento
inducido fue más fuerte en
El Valle, donde se disparaba desde las azoteas de los edificios y casas aledañas,
con blanco referido a los policías, guardias nacionales y efectivos del Plan Ávila,
igualmente sobre Fuerte Tiuna, Palacio de Miraflores, Avenida Sucre, San
Martin, San Bernardino y Guarenas entre otros.
Fue muy lamentable, y
aun hoy lo sigue siendo, el balance de fallecidos, heridos y pérdidas
materiales. Pero también lo es el efecto sembrado en el imaginario ciudadano
caracterizado por el temor, desconfianza y credibilidad en las autoridades y
funciones que conforman la estructura del Estado venezolano.
Surgen las preguntas,
que nadie, hoy por hoy, desea responder:
¿Cómo racionalizar, a
la luz de nuestra crítica e ilegítima realidad de gobierno, al concepto político
del Estado como Fuerza, Estado como Poder y Estado como Autoridad?.
¿Cómo podía el Estado,
defender a los ciudadanos, proteger sus propiedades y otros bienes, ante la
violencia política, programada y ejecutada por factores radicales y que desde
entonces nadie ha querido investigar y responsabilizar a los actores
materiales?. Tal y como lo solicita La Corte Internacional 4
¿Qué
respuesta tendría el Gobierno actual, de precipitarse alguna forma de violencia
civil como la ocurrida en 1989, y con cuál autoridad, fuerza y poder intervendría?
No hay comentarios:
Publicar un comentario