Marlene Castillo
@marlenecastillo
La tendencia de la mayoría de los programas de este corte es exponer las más perversas y tristes miserias humanas, apoyándose para ello en la ignorancia de los participantes, todos de extracto social muy bajo. Los conductores, sin escrúpulos ni ética alguna, se valen de esas miserias para hacer “un show” deleznable, que sólo merece ser calificado de basura. Los gritos destemplados y los calificativos soeces, tanto de participantes como de “jueces”, son deprimentes, por decir lo menos. El de la señora Laura Bozo es uno de los ejemplos más emblemáticos y lamentables de este tipo de actitud inmoral. En “Se ha dicho” el escenario y, sobre todo, la intención, son diferentes. Hay un público atento, que nunca se excede en actitudes altisonantes ni improperios. La cortesía, tanto a quienes llevan sus casos como al televidente, es el sello distintivo de la Dra. Mónica (como ya se le conoce). En “Se ha dicho” se exponen dos hechos. Algunos son muy domésticos y, si se quiere, de poca trascendencia, alternados con otros, que si bien tampoco revisten gravedad, dan luces al televidente para conocer derechos que pueden ayudarlos a solventar episodios similares que, más que ameritar la injerencia de la justicia, se solucionan con el conocimiento de los deberes y derechos ciudadanos.
Destaca lo cuidado de este programa, desde la impecable presencia de Mónica Fernández, elegante, sobria y respetuosa de su rol, que no es el de una vedette, hasta el comportamiento de quienes acuden buscando soluciones a sus casos. La conductora es además celosa defensora del lenguaje: no acepta insultos ni gritos, llama siempre a conciliar, a la discusión de altura, rechaza todo tipo de desafueros, groserías y ataques, sean verbales o físicos, y siempre apoyada en las leyes (Código Civil, Código Penal, LOPNA, Ley del Trabajo, reglamentos universitarios, etc. y hasta La Biblia si es necesario, según el caso que trate) analiza con argumentos sólidos, llegando así a la conciliación de las partes. Lo que sí haría falta es conocer qué ha pasado con ciertos casos en donde ha quedado una incógnita abierta. Haría falta hacerles seguimiento y recordarlos en retrospectiva, a ver si hubo o no arreglo, y la sentencia no quedó en un simple golpe de mazo de “¡Se ha dicho!”. ¡TAPADA LA OLLA!
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