domingo, 25 de diciembre de 2011
LOS RUSOS NO SON UN PUEBLO DÓCIL
CARMEN CLAUDÍN / NICOLÁS DE PEDRO
El País /Madrid
La gente joven en Moscú anuncia con su propesta en las calles que algo nuevo está por suceder
Los rusos acaban de demostrar —como hace poco los árabes de muchos países— que no son, como muchos piensan, un pueblo dócil e indiferente a la falta de democracia. Es cierto que a las calles de Moscú y de otras ciudades no han salido sólo defensores de valores democráticos. Los comunistas y nacionalistas, que enarbolaban banderas rescatadas de otros tiempos, no han contribuido a la historia de su país en ese sentido, sino muy al contrario. Pero allí, en esas calles, había muchas otras personas: sobre todo, gente joven que anuncia algo nuevo, a la que antes no se veía y que es la que ha marcado en número e intensidad la diferencia cualitativa.
Los ciudadanos de Rusia (no sólo los rusos) han votado y está claro que a la “vertical del poder” no le han gustado unos resultados que ni ella, ni nadie por cierto, se esperaba. El recuento, como en otras ocasiones, ha estado plagado de irregularidades pero, esta vez, habrán sido unas buenas malas elecciones. Tanto desvelo para asegurar el resultado adecuado, tanta seguridad de que no podría ser de otra forma, todo esto para acabar levantando un clamor popular, aún limitado, pero que no se había oído en Rusia desde hace más de una década.
La ironía de la historia es que el partido del poder, Rusia Unida, habría ganado los comicios de todas formas, sin necesidad de recurrir a tantas manipulaciones. Diversas encuestas de opinión —incluidas las del instituto independiente Levada— lo fueron mostrando a lo largo de todo el año. Pero esas intenciones de voto, que fueron oscilando entre el 53% y el 59% y habrían sido el sueño de más de un dirigente de país democrático, no respondían al margen que el futuro candidato presidencial debía considerar digno de su persona. Para colmo, incluso amañados, los resultados han dado a Rusia Unida un porcentaje menor, justo por debajo del 50%. Y aunque éste le permite mantener la mayoría absoluta de escaños en la Duma, al final, el arreglo de las elecciones sólo ha conseguido empeorar el mal menor que se pretendía evitar. Con ello, el horizonte de una plácida presidencia hasta el 2024, con dos mandatos de seis años que se daban por asegurados para Vladímir Putin, se ha desvanecido.
Lo irónico es que Rusia Unida habría ganado los comicios sin necesidad de recurrir a tantas manipulaciones
El descontento y la insatisfacción han ido creciendo en los últimos dos años. En los medios de comunicación, que van a desempeñar un papel destacado en el corto plazo que queda hasta las presidenciales de marzo de 2012, ya se podía notar, desde hace un tiempo, un malestar creciente en algunos periodistas de televisión y de la prensa escrita. A finales de febrero de 2011, un grupo de analistas políticos, empresarios y periodistas, algunos cercanos al poder, firmaron una carta abierta al presidente Dmitri Medvédev en la que pedían un cambio profundo del curso seguido por Rusia porque “la injusticia, la corrupción y la mentira han llevado al país al aislamiento moral”. Economistas y politólogos expresan cada vez más la opinión de que la fórmula Putin está alcanzando un punto de agotamiento crítico.
Pero es la presencia en la calle de tantos jóvenes lo que ha sido la gran sorpresa. En su mayoría, no leen la prensa ni escuchan la televisión, o porque desconfían de ellas o porque les aburre. Internet, Facebook y Twitter son sus fuentes de información. Éstos, más los mensajes por móvil, han sido los verdaderos instrumentos de movilización de las protestas. Lo que estos jóvenes, más otros que se sumen a ellos, convocados por conocidos blogueros o simplemente por sus amigos, decidan hacer en las próximas elecciones presidenciales puede tener consecuencias importantes para el futuro inmediato de su país.
Ya ha empezado el intento de disociar a Putin de su socio de tándem, el aún presidente Medvédev, el gran derrotado en todos los frentes, reciclado a líder de Rusia Unida, anunciado como futuro primer ministro y abandonado por todos aquellos que creyeron en la posibilidad de abrir nuevos caminos gracias a su discurso sobre la modernización. El techo electoral de Putin, se dice, es otro, y seguramente es cierto. Sin mencionar que, de momento, no se vislumbra ningún candidato alternativo con posibilidades serias frente a aquél. Sin embargo, ahora, para consolidar su posición, el Kremlin y su batería de medios de comunicación deberán probablemente apelar al espectro del miedo al vacío de los noventa y propagar la teoría de alguna interferencia extranjera.
Desde luego, son los resultados de las elecciones presidenciales, en marzo de 2012, los que permitirán una lectura más clara de lo que anuncian los comicios actuales y las protestas en la calle. Pero, en cualquier caso, si es cierto como parece que Rusia ha entrado en estagnación moral y económica, despreciar o amañar la realidad no servirá por mucho tiempo. Aunque es pronto para anticipar el alcance a corto o medio plazo que puede suponer esta reacción inédita de una parte, todavía minoritaria, de la ciudadanía, no cabe duda de que se ha producido el punto de inflexión más importante de la era Putin. Y, tal vez, estemos presenciando el principio del retorno de la política de verdad en la escena pública de Rusia.
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