VÍCTOR JOSÉ LÓPEZ
EN ESTA TIERRA donde el realismo mágico es cosa cotidiana, estamos acostumbrados a que alteren los hechos sus circunstancias. Si no le sorprendió a nadie el auto suicidio de Carlos Andrés, a nadie sorprendería el magnicidio de un muerto. Alterar la realidad no es sorpresa, menos por aquellos que manejan las informaciones de la salud del presidente de la República. Hasta la fecha nadie, absolutamente ninguna persona conoce un parte médico en el que un profesional de la Medicina responsabilice con su firma un diagnóstico relativo a la salud de Hugo Chávez. El único que habla sobre lo que sucede es el propio Chávez, y cada vez que lo hace, como suele ocurrir surge otra contradicción. Confundidos no nos extrañaría que aquellas denuncias constantes y permanentes del magnicidio, ahora sean revividas y extendidas hasta más allá de la vida del propio presidente, quien la noche del miércoles habló de planes con la China que van más allá del año de 2030. Es curioso, me decía un amigo, buen observador del panorama político, que la revolución chavista no tiene íconos. El chavismo carece de mártires, héroes y tumbas, parafraseando a don Ernesto Sábato. Más allá del invento de unos héroes que inventaron el 13 de septiembre para tapar la masacre de sus propios francotiradores, para existir en la historia deben crear su propio Perón, su Evita, y no saben cómo hacerlo. Ese es el motivo de la ensalada de héroes donde confunden al Ché Guevara con Francisco de Miranda y con el Mariscal Sucre. El único héroe que se les ocurre es el propio Chávez, que no es héroe ni es nada, porque no ha peleado, no es vencedor en refriegas o batallas y mucho menos en guerras. Pienso que, en caso que ocurra lo que le ocurre a todo ser vivo, que se muera, entonces estos revolucionarios huérfanos de héroes serán capaces de denunciar un magnicidio después de muerto el héroe.
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