Blog de Víctor José López /Periodista

viernes, 12 de agosto de 2011

PUERTO LIBRE Angeles Mastretta



IMAGINAR LA ETERNTIDAD

No voy a pensar, me dije, que hoy hace tres años murió mi madre. Me lo dije por dentro y anduve el día vagabundeando. Desayuné mi pan de todas las mañanas, gocé a los míos. Bañaron a los perros, les quedó limpio el pelo como tienen el alma aún cuando están más sucios de lodo y lluvia. Me pinté las canas. Les escribí a los amigos. Leí a mi hermana que cada día cuenta mejor lo que mira. Dilucidé con doña Concepción si han de operarle las cataratas en uno o en otro lugar, supe que Adriana mi prima estaba afligida y yo no tenía remedio, supe que Dali está ganándole cicatrices al secuestro y volví a saber que mi amigo Luis de la Barreda es tan mi amigo como fue ombudsman de la Ciudad de México, cuando la ciudad que parecía tan ruin aún tenía inocencias: a cabalidad. Luego leí la historia de un espanto escrito con delirio de maestro por José María Pérez Gay. A las tres comí pescado y sal oyendo a un hombre extraordinario iluminarse de pena al recordar un año de su infancia, lo bendije porque me oyó hablar otra vez del mismo libro. Y a las seis de la tarde abrí una carta de Mariú, la principessa del vagabondo sognatore, la que bien quiso a mi papá cuando era tan joven, que a los ochenta y siete años me escribe, a mí, la hija de otra mujer en otro país, hablando de sus piernas débiles y de su memoria intacta. Urgida de contarme que ansía las vacaciones que la llevarán a las montañas el 27 de julio, una semana antes de que me llegue su carta anunciándolas. Mariú tenía quince años cuando conoció a mi papá, poco antes de la guerra, en Italia, pero dentro de sí aún va Carlos subiendo las escaleras rumbo al segundo piso y ahí está ella tirando los libros a sus pies. Te tengo siempre en el corazón, se dice en Italia y escribió ella. Entonces, leyendo su letra estremecida por los años, pensé, por fin, que hoy hace tres murió mi madre y que tendría su edad. Nadie regresa de la nada pero, me lo repito, no mueren quienes nos enseñaron a imaginar la eternidad.

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