Blog de Víctor José López /Periodista

sábado, 13 de agosto de 2011

OÍDO EN LA CHATA

El dolor de saber que podríamos ser

VÍCTOR JOSÉ LÓPEZ

Al final del camino de Oripoto, llegando a El Volcán, donde están sembradas las repetidoras de radio y televisión, a mano derecha hay un Jardín Ecológico. La empresa privada abre este Jardín al público, para que los caraqueños disfruten de bienes que el régimen aún no ha sido capaz de arrebatarle: un sol ardiente y brillante, el cielo de intenso azul, la luz del valle y el disfrute del espacio sin temor al atraco, el arrebatón, el secuestro, las cadenas de radio y TV, en pocas palabras vivir en comunidad.
La gente que allí concurre ríe, charla, goza de la compañía de otros que, también, fueron a buscar la riqueza de la paz social, sin odios, complejos, resentimientos o cualquier otra bajeza. Los amplios jardines se llenan de chiquillos que gritan, saltan juegan… Lo que ya no pueden hacer en Caracas porque lo impide el terror.
Sinceramente sentí mucha pena, que para disfrutar lo que todos los días del año disfrutan los niños de Nueva York en los parques de la Gran Manzana, los de Miami alrededor de su ciudad, los muchachos y la gente de Bogotá o de Medellín, los niños y mujeres de Madrid. Los seres humanos del mundo civilizado, los grandes parques y jardines de los hombres y las mujeres sólo se pueden disfrutar en Caracas de vez en cuando, cuando alguien como la gente de la Polar, o como Peter Bottome, los Phelps, esos venezolanos positivos que sataniza Hugo Chávez, sólo así, por un ratico, somos como los seres normales de otras ciudades del mundo.
Eso duele, saber que podemos ser, pero no nos dejan. ¿Hasta cuándo?

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